Real Zaragoza

El imperio de Guti

El centrocampista aragonés abanderó la victoria contra el Extremadura. Marcó su segundo gol en esta temporada resucitada y le puso corazón y cerebro al juego del equipo.

PARTIDO DE LIGA EXTREMADURA - REAL ZARAGOZA / 23/06/2020 / FOTO : J. M. ROMERO / LOF
Raúl Guti, en el partido Extremadura-Real Zaragoza
J. M. Romero / LOF

Entre su flequillo dorado, la frenética combustión de sus pulmones, sus piernas como robles, la inagotable competitividad de su fútbol y la ubicuidad de su juego; cualquiera diría que Raúl Guti es un centrocampista alemán de los años 80 nacido a orillas del Ebro, con un motor de alta cilindrada y un manual de cómo hacer muchas cosas diferentes y hacerlas casi todas bien.

El partido del Real Zaragoza contra el Extremadura instaló a Guti en la cúspide de la victoria, aflorado como un líder desde el que rearmarse tras el gol de Álex Alegría, en el que refugiarse cuando la grisura nublaba al equipo y con el que administrar el triunfo a base de tesón, energía y serenidad.

Al centrocampista aragonés, de 23 años, el paso de los días le va engrasando la mecánica y aceitando el físico, fiel a sus rasgos de futbolista de fuego lento, un proceso trasladable a la trama misma de los partidos: cuanto más temperatura va tomando Guti a lo largo de los 90 minutos, más impacto y relevancia alcanza su fútbol. En Almendralejo no solo marcó un gol esencial, su segundo tanto de esta temporada resucitada; sino que representó la figura contextual desde la que explicar las mejoras y progresiones expresadas por el Real Zaragoza.

Por momentos, al comienzo del partido, pareció que el Zaragoza confirmaba, tras dos semanas de reinicio de la competición, su regreso a la espesura de noviembre, en los peores días de la temporada. Quién sabe qué hubiera sucedido si el maderazo de Nono pierde unos centímetros antes su vuelo. Sin embargo, el gol de Guti reescribió el duelo y lanzó al Zaragoza al fútbol que le ha identificado y representado.

Víctor Fernández le dio un par de pinceladas que parecieron superficiales, pero que modificaron de pleno la manera de comportarse del equipo. El entrenador suele sujetarse a un libreto de ideas rígidas y convencionales, pero su experiencia e intuición le acaban acercando casi siempre a la salida del laberinto cuando el Zaragoza ha perdido sus esencias y su compostura. El sistema no varió del 4-4-2, aunque sí lo hicieron los perfiles y desarrollos. Soro ejerció de escudero de Luis Suárez como segundo punta y Guti se desplazó a la franja derecha del centro del campo. Este doble movimiento reordenó el juego del Zaragoza respecto a citas anteriores.

El equipo ganó altura, profundidad y dinamismo sin perder la ocupación racional de espacios y posiciones, fue un Zaragoza muy fiel a lo exhibido hasta marzo. La presión y la verticalidad y variedad de los movimientos de Soro y Guti hundieron al Extremadura en su área, y a Eguaras y Torres se les multiplicaron las opciones por delante de la línea del balón. En las citas previas, habíamos contemplado un Kagawa de fútbol refrescado y rejuvenecido en la mediapunta, pero sin las soluciones colectivas necesarias. El japonés tendía a alejarse de Luis Suárez, mientras que Soro, en Almendralejo, hizo lo contrario: lo complementó, le barrió defensas, le abrió grietas, le asistió…, aproximándose así a la colección de atributos con la que Puado suele enriquecer al Bisonte. El impacto sobre Luis Suárez fue imponente: el goleador colombiano revivió con sus dentelladas al espacio, su zozobra en los intervalos intermedios, sus sacudidas entre laterales y centrales rivales, sus caídas a bandas… El Zaragoza, en resumen, ganó rupturas y profundidad con la pelota, a la vez que tendía una de esas trampas que tan bien ha concebido Víctor Fernández en otros partidos similares contra equipos de defensas pesadas y plomizas: atrajo al Extremadura, le robó y le azotó los espacios con un imponente despliegue de piezas, desde el filtro de Eguaras, los desmarques de Soro (soberbio partido en este aspecto), la omnipresencia de Guti y la intimidación de Luis Suárez. Solo faltó involucrar más a Burgui.

Dentro de ese entramado, el papel poliédrico de Guti ejerció de palanca. Su versatilidad le condujo a la derecha y desde allí recorrió banda, auxilió a Delmás y apoyó a Eguaras y Torres en la salida de la pelota por dentro... Es un futbolista de rasgos modernos, competitivo, con alcance físico, inteligencia posicional y buen pie. Rinde donde le ponen, uno de esos activos tan valorados por los entrenadores en el fútbol de hoy por su fútbol en tres dimensiones: la perspectiva de su juego ofrece anchura, altura y profundidad. Su dinámica de centrocampista prusiano le está dibujando el mapa de un imperio al Real Zaragoza, encarnando varios de los valores que distinguen a este equipo y que tan bien se exhibieron en Extremadura en la cuarta etapa de este accidentado e imprevisible regreso a la batalla del ascenso. Un Zaragoza duro como el mármol, con una inagotable tolerancia al sufrimiento, una roca competitiva, con oficio y orgullo. Si a su estilo aseado le pone rostro Eguaras, su alma de hierro la inspira Raúl Guti, un kaiser baturro sobre un corcel blanco que galopa hacia Primera.

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