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Víctor Fernández: "El destino estaba preparado para el gol de Nayim; le reservaba ese espacio para la gloria"

El entrenador del Real Zaragoza considera la gesta de París "un triunfo de todo Aragón".

El entrenador del Real Zaragoza, Víctor Fernández.

Se cumplen 25 años de la conquista de la Recopa.

Va todo muy rápido. Parece que fue ayer, pero 25 años ya es una cifra muy respetable. Todo va a un ritmo altísimo.

¿Cómo le cambió la vida aquel título europeo?

En el aspecto profesional, fue la culminación a un trayecto que se había iniciado unos años antes. Desde que agarramos aquel equipo que estuvo a punto de descender a Segunda. Primero logramos salvar la categoría y luego nos metimos en Europa. Fuimos construyendo un bloque muy equilibrado, con muy buenos jugadores, y aquel título europeo fue el colofón, el broche de oro. Ganar en París al Arsenal fue la culminación de ese viaje.

Hubo un antes y un después de aquel día.

Fue la culminación de un proyecto iniciado años atrás. Sin embargo, también está la otra cara de la moneda: a partir de entonces, no sé si acertadamente o no, iniciamos ya el trabajo en un nuevo proyecto, con otros futbolistas, con gente joven, que a nivel personal me provocó mucho dolor, mucha tristeza. Pero aquella victoria en París representó todo en el plano profesional y en el personal: como aragonés fue el triunfo de todo Aragón; como entrenador, si no eres técnico de Madrid, Barcelona, Atlético, Valencia o Sevilla, es muy difícil alcanzar un título europeo, y más en aquellos tiempos. Fue tocar el cielo.

El camino a la gloria estuvo precedido por dos finales de la Copa del Rey.

Conocí perfectamente lo que es la derrota en una final de Copa. La que jugamos en Valencia contra el Real Madrid. Ellos eran los favoritos, pero no mostraron esa diferencia en el campo. Nosotros merecimos más. El resultado no se corresponde con lo que hicieron ambos equipos. En cualquier caso, fue un gran aprendizaje. Dijimos que volveríamos, que volveríamos mucho más fuertes, y así lo hicimos. La temporada siguiente jugamos la final ante el Celta.

Y entonces sí que se alcanzó la victoria.

Aquel año, en la Liga le sacamos 20 puntos de ventaja al Celta; pero en una final, a 90 minutos –luego hubo prórroga y penaltis–, esa aparente superioridad que teníamos no fuimos capaces de demostrala en el campo. Encontramos nuestra suerte en la tanda de penaltis. Fue el inicio de un exitoso recorrido.

Un camino que llevó al Real Zaragoza hasta París.

Se abrió un mundo nuevo para nosotros. Afrontamos la competición con mucha ilusión, pero nunca eres consciente de hasta dónde puedes llegar. Recuerdo que Andoni fue muy atrevido, en el balcón del Ayuntamiento, cuando durante la celebración del título de Copa había dicho que íbamos a volver. Yo no tenía tan claro que se pudiera repetir eso, y menos aún jugando un título europeo. Al final, fue un regalo de Dios poder recorrer ese camino, que tuvo el broche final en un escenario idílico como es el Parque de los Príncipes y con un gol desde el centro del campo en el último suspiro. Todo eso engrandece la leyenda de ese partido y de ese equipo.

El Arsenal acudía a la cita como indiscutible favorito.

Sí. Lo eran por nombre, por historial, por trayectoria –venía de ser el reciente campeón– y por los jugadores que tenía, muy cotizados a nivel mundial. Para nosotros era desafío enorme, al que supimos responder a la perfección.

¿Cómo recuerda el gol de Esnáider?

Es un gol que corresponde a un ‘crack’ como era Juan. Pasó a la historia el gol de Nayim, pero el de Esnáider también fue un golazo por su belleza, su plasticidad y la agresividad del disparo.

¿Cómo se gestionan los sentimientos en una final?

En un partidfo así, tienes tanta responsabilidad, tanto sentimiento detrás, tanta gente pendiente de ti, que tienes que transmitirle al jugador la tranquilidad suficiente para que pueda ofrecer lo mejor de sí mismo. Tuvimos que vivir momentos de mucha tensión y responsabilidad: el gol nuestro, el gol posterior de ellos, llegar a la prórroga, volver a recuperarnos en el plano anímico y físico... hubo una gran respuesta por parte del equipo.

Y en el último suspiro, llegó la parábola imposible de Nayim.

El destino estaba preparado para el gol de Nayim. Se dieron todas las circunstancias. En los dos o tres últimos minutos de la prórroga, yo ya no estaba pensando en el partido, sino en los penaltis. En tener calma, en ver quién iba a tirar, en confirmar con los protagonistas si estaban capacitados para lanzarlos. Tomé entonces la decisión de que entrara Geli, que era un especialista en los penaltis, y sacar a García Sanjuán. Eso supuso que Geli pasara al sector izquierdo y que Nayim, que estaba jugando en la izquierda, pasara al sector derecho. Y fue en el sector derecho desde donde llegó el gol. Insisto en que todo estaba destinado para él. Además, éramos un equipo muy goleador y Nayim, precisamente, no había metido un solo gol en toda la temporada. Era un jugador creativo, con muchas posibilidades de dar el último pase, pero no había metido un gol. Y el destino le reservaba ese espacio para los dioses, para la gloria. Meter el gol, cómo lo metió, desde dónde lo metió… se juntaron muchas cosas.

¿Cómo lo vivió?

El gol se vivió como una explosión máxima de júbilo. Era la plenitud. Se dio en el mejor momento, porque ellos ya no tenían capacidad de respuesta. No tengo vocabulario suficiente para expresar toda la pasión con la que vivimos aquel momento.

¿Siente ahora una mayor presión que entonces?

Mi corazón y mi cabeza me llevan a vivir los momentos actuales con una responsabilidad que, comparativamente, sí es mayor a la de aquel momento de la Recopa. Ojalá termine este curso con el ascenso a Primera. 

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