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Víctor Fernández, el reencuentro con el equipo y el andamio de Luis Enrique

El entrenador del Real Zaragoza, ante la obligada lejanía física con sus futbolistas que exige el protocolo de los entrenamientos, dirige desde la altura de la grada, como hizo en su día en Barcelona el seleccionador español.

Víctor Fernández, en la mañana de este viernes, dirige y observa el entrenamiento individualizado de sus futbolistas en el retorno a la Ciudad Deportiva desde lo alto de la grada-tribuna que separa los campos 4 y 5.
Víctor Fernández, en la mañana de este viernes, dirige y observa el entrenamiento individualizado de sus futbolistas en el retorno a la Ciudad Deportiva desde lo alto de la grada-tribuna que separa los campos 4 y 5.
Tino Gil/Real Zaragoza

Víctor Fernández camina por la chapa que hace de suelo en la pequeña grada de la Ciudad Deportiva que separa los campos 4 y 5 de las instalaciones del Real Zaragoza. Es su posición más recomendable, desde el mandato del protocolo de la vuelta a los entrenamientos, que le pide distancia y nulo contacto con sus futbolistas. Es, dentro del rosario de rarezas que va a dejar este regreso a la actividad de los equipos camino de poder reanudar la liga en poco más de un mes (si todo va bien), una de las imágenes más llamativas del primer día. 

Luis Enrique, seleccionador español, en el andamio que siempre tiene montado para dirigir los entrenamientos de sus equipos desde la época de Vigo y Barcelona.
Luis Enrique, seleccionador español, en el andamio que siempre tiene montado para dirigir los entrenamientos de sus equipos desde la época de Vigo y Barcelona.
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Víctor ya lo tenía previsto hace un tiempo, desde que leyó con hondura el protocolo de la LFP. Las consignas han de ser con la voz elevada, uno por uno, porque ha de haber bastantes metros en la conversación. Fernández ha pisado el césped en algún momento, no se ha podido resistir a sentir esa sensación, pero cuando los jugadores trabajaban abajo, casi en silencio, con los preparadores físicos Roberto Cabellud y Javier Chocarro, Víctor se subía arriba, a la mayor altura que permite el graderio de la Ciudad Deportiva, un mecano que va a ser el singular punto de vista de Fernández durante muchos días, hasta que la evolución protocolaria le deje un poco más de cercanía social con sus muchachos. 

Ver a Víctor el lo alto de la tramoya del entrenamiento recordaba la imagen de Luis Enrique en el andamio que mandó montar en los ensayos de la seleccion española en Las Rozas, que antes ya había utilizado en el Barcelona y que descubrió, accidentalmente, en su etapa inicial de técnico en Vigo, en el Celta. El preparador asturiano apreció que, desde arriba, veía los movimientos de sus hombres con mayor fidelidad que abajo. Vio que podía dar órdenes corales con mejor y más global llegada a todos los que le oían sobre la hierba. Y ya siempre procura dirigir los simulacros desde una atalaya metálica. 

A Víctor, probablemente, no le surja esa apetencia. Es muy tarde ya para cambiar costumbres. Y a Fernández lo que le gusta es la charla cercana, a solas cuando es menester; el abrazo cómplice, el roce, el guiño con el futbolista cuando necesita ánimo, consejo o rectificación. Por eso, Víctor ha vivido este viernes lo que ya se imaginaba hace días al conocer el protocolo: ahí arriba está como un pulpo en un garaje. Pero, por ahora, es lo que toca. No hay más remedio... y ya pasará. No en vano, estos primeros entrenamientos tampoco tienen demasiada sustancia en lo técnico o táctico. Más bien ninguna.

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