Casados, solteros, con hijos, sin hijos, con los padres, solos, en pareja, compartiendo piso, con compañeros fuera de la unidad familiar... así es la diversidad del pequeño grupo que componen los jugadores del Real Zaragoza a la hora de acometer el confinamiento forzoso al que ha obligado la pandemia del coronavirus Covid-19 desde mediados del mes pasado de marzo. 

Los 23 futbolistas que componen en esta fase de la temporada (desde el cierre del mercado invernal y la llegada algo posterior de Burgui por la lesión de Ros) el vestuario zaragocista están viviendo esta situación de manera distinta, como sucede en todos los colectivos laborales, en virtud de sus peculiaridades familiares o personales. En una situación anómala como la que concurre, para los deportistas profesionales este episodio es un irremediable frenazo a su nivel de forma física y, en el caso del fútbol, de cualquier dinámica grupal establecida. 

Todos trabajan en sus casas. Pero no todos lo hacen en el mismo contexto o ambiente. El grupo, no obstante, con sus heterogeneidades propias que derivan de la edad de cada uno, de su estado civil, de si son de Zaragoza o foráneos, sí que dibuja -al final del análisis- un retrato robot que pone de manifiesto la juventud de la plantilla con menos edad media de los 22 equipos de Segunda y, por derivación, una de las claves del excelente ambiente y mezcla de personalidades que ha hecho del Real Zaragoza actual una piña, un equipo con mayúsculas.

Los casados y con hijos son solo 6: Zapater, Linares, Guitián, Atienza, Luis Suárez y Dani Torres. Hay otros 2 que, ya pasados por la vicaría y el juzgado para vivir en matrimonio, aún no han tenido descendencia: Javi Ros y Ratón. El que tiene la familia más numerosa es Miguel LInares, pues el delantero de Fuentes de Ebro (que es el más veterano del grupo, con 37 años) tiene 3 hijos. A continuación, con 2 vástagos viven Zapater, Atienza, Dani Torres y, desde hace muy poco tiempo, Luis Suárez, que fue papá poco antes de la pandemia. Finalmente, con un solo hijo está Alberto Guitián. 

El resto, hasta 15 componentes del plantel, portan la vitola de solteros. Eso sí, con sus matices diferenciales en cada caso, que repercuten directamente en la manera de afrontar esta situación excepcional del confinamiento. 

De esos 15, hay 2 que tienen compañeros de casa de otro perfil al de una unidad familiar estándar, con mujer e hijos o pareja/novia. Se trata de Cristian Álvarez y Kagawa. El portero argentino, separado y con un hijo -que vive habitualmente con su madre, fuera de Zaragoza-, comparte casa con su hermano pequeño Juan Cruz, también portero y que milita en el Tarazona, de Tercera División. Y el mediático futbolista japonés, que tiene una pareja estable que pasa algunas temporadas con él pero que ahora, con la eclosión de la pandemia, no estaba en Zaragoza, está compartiendo casa con uno de sus colaboradores directos, un preparador físico de su confianza. 

Y quedan 13 solteros más. Dos de ellos, Blanco y Puado, están confinados juntos. Ambos comparten piso en este tiempo de clausura, pues el catalán se ha trasladado a casa del primero para poder entrenarse con mayor espacio y eficiencia pues su piso, en el centro de la ciudad, el que ocupa desde que llegó en noviembre, procedente del Espanyol, para relevar a Dwamena de modo extraordinario al quedar excluido en ghanés por su enfermedad cardiaca, tiene espacios más reducidos. 

Otro grupeto lo forman quienes aún viven en el hogar familiar, con sus progenitores y hermanos. Es el caso de R. Guti, de Clemente, de Nieto y de Delmás. El resto, están solos o acompañados por sus novias o parejas: El Yamiq, Eguaras, Burgui... y Soro, Vigaray, Igbekeme y Pereira conforman este grupo último. En el caso de Burgui, su única compañía es su mascota, su perro.