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El Zaragoza es un camaleón

Análisis de los puntos claves del empate del equipo aragonés frente al Mirandés en el estadio de Anduva

Partido Mirandés-Real Zaragoza disputado en Anduva
Partido Mirandés-Real Zaragoza disputado en Anduva
LINO/AGENCIA LOF

1. Víctor apresa al Mirándes. Al Zaragoza le faltaba su cañón, un Luis Suárez cuya presencia condiciona casi todo, pero no su florete: Puado. Víctor Fernández, en uno de sus mejores días como estratega, cambió el mapa de su equipo y eso condujo al Mirandés a un laberinto del que nunca escapó. Su titánica revelación se ha basado en un fútbol trepidante, de transiciones, robos altos, densidad posicional… Virtudes que anuló el Zaragoza con su transformado planteamiento, mudando a un 4-3-2-1 (4-1-4-1) en el que Puado, con su movilidad en la punta, agitó las líneas rivales, con Burgui de interesante extremo izquierdo y la clave de todo: el triángulo de las Bermudas que configuraron Eguaras, Guti y James. Aunque, en el inicio, el Mirandés apretó las tuercas bien arriba, la serenidad y el poso en la salida de balón y las ascendencia de sus tres centrocampistas fueron cocinando el partido a fuego lento: ni el Mirandés pudo correr, ni ser lo que es, condenado a hacer aquello que más sufre, construir desde atrás. El Zaragoza, desde ese punto, se aposentó y fue ganando terreno.

Real Zaragoza vs Mirandes - Football tactics and formations

2. El imperio de Eguaras. Fue el mejor futbolista sobre el césped de Anduva, sobresaliente en el manejo de los tiempos y los espacios. Sacó la escuadra y el cartabón, y se puso a hacer aquello en lo que es insuperable en esta categoría: dividir líneas rivales y unir las propias. No se sabe si el Zaragoza juega bien cuando Eguaras manda o Eguaras manda cuando el Zaragoza juega bien. Hay un poco de todo en un futbolista que en sí mismo es causa y consecuencia del juego, pero, en Anduva, en su predilecto papel mediocentro posicional, tuvo como referencias próximas y avanzadas de pase a Guti y James, y también a un Puado soberbio cuando había que dejar apoyos. En ese contexto, con un ataque de posiciones más nítidas, Eguaras pudo tejer el fútbol con hilos de oro, zurciéndole a Malsa y Crisetig un bordado en el centro del campo. 

3. El cambio de piel. Fruto del avance del dominio del Zaragoza conforme se fue recalentando el partido, Eguaras comenzó a jugar en campo rival, con Guti y James muy cerca, lo que favorecía el robo inmediato y la progresión del juego. En uno de esos ataques estáticos que tanto se le atragantan al Zaragoza, el equipo cavó un túnel mediante pases, hasta que Puado acabó de dinamitar al Mirandés y celebrar el gol con un James superlativo. Esta acción fue la confirmación de que el Zaragoza evoluciona y amplia sus registros. Puede jugar a mil cosas dentro de un mismo partido o jugar a mil cosas de un partido a otro, mudando de piel cuando toca: mono de trabajo, traje y corbata, zapatillas de correr… Del 4-4-2 habitual pasó a un 4-3-2-1 con naturalidad. De defenderle arriba al Elche a hacerlo en zona media al Mirandés. De jugar con vértigo a hacerlo con pausa. De ordenarse para defender a desordenarse para atacar… De explotar la amenaza de Luis Suárez a desviar el foco a Puado, Burgui o Soro. El Zaragoza es un camaleón, y ese es ahora mismo su gran argumento competitivo, alimentado por la agudeza de Víctor Fernández y la diversidad de recursos de la plantilla: los rivales se enfrentan al reto de descifrarlo antes y durante los partidos. El Mirandés no pudo.

4. En manos del error. Durante el último mes y medio, el Zaragoza había excavado algunas victorias en los errores ajenos: en el barro le ganó al Numancia y en otros deslices al Elche. En cambio, el día que por el peso, frescura y dimensión de su juego más mereció la victoria un fallo ofensivo de un defensa le costó caro. Este tipo de acciones siempre están en el recetario de los partidos de Segunda como factor habitual de desequilibrio de encuentros igualados y bloqueados. Atienza insistió en la idea de salir por abajo y el Mirandés cazó la suya: Matheus, durante todo el partido mordiendo en el intervalo entre Vigaray -que se soltaba hacia al ataque- y Atienza, le metió un sablazo a la pelota que puso el empate. No fue un fallo menos trascendente que los remates de Vigaray o Burgui que tuvieron el triunfo, pero sí mucho más transparente e inoportuno, lo suficiente como para ponerle una tímida objeción al inmenso partido de Atienza, completado por una nueva exhibición defensiva de El Yamiq: no es que el marroquí tenga personalidad o autoridad… No es que sea una viga de marfil en medio del océano. No es que sea ágil. Que sea imponente en el juego aéreo, en el control del territorio del área, en el cuerpo a cuerpo… Es que, además de todo esto, El Yamiq es rapidísimo. Un central para ponerle cara de ganador a un equipo.

5. El hambre de victoria. Con Íñigo Vicente en el campo, el Mirandés empató y agitó al Zaragoza durante unos minutos en los que pareció perderle el pie al partido. Pero el equipo aragonés exhibió de nuevo su oficio competitivo, su ambiciosa actitud y su serenidad futbolística: es un conjunto con poso, convencido y seguro de lo que hace. Fue retomando el campo palmo a palmo hasta inclinarlo a través del empuje de futbolistas como James, Guti o Vigaray y la guía de Eguaras. El Mirandés, fruto de agenda colapsada y de sus piernas fatigadas, se fue partiendo, y el Zaragoza lo conquistó… Faltaron los goles, que los tuvo, de Vigaray o Burgui, pero no la impronta de que pudo marcarlos. Algo que no consuela hoy, pero que avisa de alegrías para mañana.

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