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Cristian Álvarez, la introspección sincera del zaragocista más carismático

El guardameta del Real Zaragoza, tipo singular y referencial en el vestuario desde hace tres temporadas, destila sentimientos de afecto y felicidad.

Cristian Álvarez, sonriente, en los campos de entrenamiento del equipo.
Cristian Álvarez, sonriente, en los campos de entrenamiento del equipo.
Francisco Jiménez

Es fundamental para cualquier trabajador, en cualquier empresa, en cualquier sector, sentirse a gusto en su trabajo. Ir cada día al puesto con el ánimo en lo más alto. Saber que es valorado por los responsables, por sus compañeros. Que su tarea es reconocida, que se le respeta, se le quiere y se le defiende por sus valores y aportación diaria al grupo. En ese escenario ideal, tan difícil de conseguir, mucho más en el competitivo mundo del fútbol profesional, vive Cristian Álvarez, el portero titular del Real Zaragoza. 

"Sinceramente, a mí se me llena la boca de palabras de agradecimiento. El calor, el cariño que he recibido aquí en Zaragoza desde que llegué ha sido muy profundo. Y ha calado en mi persona de manera muy honda", declaró este jueves en rueda de prensa, tras ejercer como portavoz del vestuario blanquillo a 48 horas de recibir al Fuenlabrada en La Romareda, el sábado a las 9 de la noche. 

Cristian Álvarez, a sus 34 años, es un ídolo entre la afición. Un faro guía en una caseta con muchos chicos jóvenes. Un tipo diferente, sin apenas parangón en el reparto de futbolistas por su modo de entender la vida y por la manera de afrontar el día a día en un club de fútbol de élite. Y, después de muchos años de carrera dispar, incluido uno sabático alejado de todo por voluntad propia (el anterior a ser fichado por el Real Zaragoza), el argentino encontró en la capital aragonesa, de improviso, un sitio para quedarse largo rato. Las cosas de la vida, a veces tan caprichosas y aleatorias.

"Me siento muy orgulloso de poder defender la portería de un club así. Y también de que las cosas me hayan ido bien aquí. Ahora, ojalá lo pueda acompañar con muchísimos buenos resultados para el club, que es al final lo que pretendo para el bien colectivo", continuó Cristian en sus valoraciones en primera persona.

Cada vez más lejos quedan sus principios futbolísticos en el Rosario Central, o su llegada a Europa a través del Espanyol de Barcelona, cuando aún era un chaval. También su espiral de movimientos acelerados que lo llevaron en poco tiempo al San Lorenzo de Almagro, de nuevo en Argentina, al Rayo Vallecano o al Cerro Porteño, de Asunción (Paraguay). De repente, Zaragoza surgió para él, entre las tinieblas futbolísticas, como punto de resurrección brillante. "En lo que se refiere a la continuidad en mi juego, estoy en el mejor momento de mi carrera, yo creo que sí. En Zaragoza llevo tres años trabajando de buena manera. Y me siento bien. Ciertamente, me siento bien", admite con tono incluso emocionado.

La larga experiencia le ha dado a Cristian poso y desconfianza con las pautas que rigen en el fútbol de élite. "Sé que lo que uno hace queda pronto en el pasado. Que lo importante es lo que nos queda por por jugar, lo que sucede cada domingo que llega. Quiero decir que no me relajo. Mi deseo es estar siempre en condiciones físicas para poder seguir jugando. Lo que más me gusta es estar dentro del campo", recuerda con intención. 

"¿Feliz? Estoy en esa búsqueda. Lo soy por momentos. Muchísimo. Por momentos, soy muy feliz. Otros, no tanto. De esto se trata, a veces sale el sol, a veces está nublado", concluyó su introspección del 6 de febrero de 2020. Un portero sobresaliente. Una persona sugerente. Un jugador que es bueno para un grupo en un vestuario. 

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