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Fugaz e inoportuno paso de Víctor por el Deportivo en la liga 2014-15

Hace cinco temporadas, Fernández fue el técnico del club coruñés en Primera División en un tiempo que empezó a destilar los problemas que hoy lo ahogan.

Víctor Fernández, con el escudo del Deportivo de La Coruña en el pecho, en un partido al frente del cuadro gallego en Riazor en 2015.
Víctor Fernández, con el escudo del Deportivo de La Coruña en el pecho, en un partido al frente del cuadro gallego en Riazor en 2015.
La Voz de Galicia

Víctor Fernández será este domingo punto de atracción extra en el partido del Real Zaragoza ante el Deportivo de La Coruña en Riazor. Y es que Víctor está en la historia del Dépor con nombre propio. Fue entrenador del club coruñés en la temporada 2014-15, hace cinco campañas, en Primera División. Con esa vitola acude hoy a Galicia al frente del banquillo del Real Zaragoza, su club matriz, en el que vive su tercera etapa en tres décadas de profesión. Y, por primera vez desde su salida de La Coruña, Víctor pisará el césped y la banda de Riazor, en acto de servicio, con otro club distinto al Dépor. Su experiencia allí está aún tierna.

No fue agradable el paso de Fernández por el Deportivo. Al contrario, resultó fugaz y, a tenor de cómo nació aquella relación, de cómo se desarrolló y de cómo concluyó, también puede calificarse de inoportuna. A Víctor se le cruzaron los vientos desde el primer día en el que lució el escudo deportivista en el pecho, se le reviraron los alrededores y acabó antes de tiempo, despedido, a primeros de abril de 2015. Solo firmó el acta en 30 partidos (y dos más de Copa). Ahí se quedó el epígrafe de su currículum que alude a su tiempo laboral en la ciudad coruñesa. No le dejaron acabar siquiera el año lectivo.

Puede decirse que, al margen de los resultados deportivos, que no fueron buenos para un equipo deportivista que sobrevivía por entonces en Primera como podía, Víctor fue víctima de guerras ajenas. Una pieza manoseada como arma arrojadiza, como elemento de fricción en un Dépor que ya empezó a destilar síntomas de descomposición interna que, hoy en día, se han agrandado con la mala digestión –el año pasado– de un nuevo descenso a Segunda y, sobre todo, por la caótica clasificación actual, próxima al desahucio y al descenso futuro a Segunda B.

Víctor Fernández fue el primer entrenador de Tino Fernández, el presidente que relevó al mítico y singular Augusto César Lendoiro, el emblema del llamado ‘Súper Dépor’ que ganó una Liga, la Copa, que paseó su nombre por Europa y tuvo en sus filas a jugadores leyendas en la época más grande y dorada del fútbol en La Coruña. Y el modo con el que fue contratado ya le generó al aragonés muchas animadversiones.

Tino Fernández, que había cogido las riendas del Deportivo en enero de 2014, con el club en Segunda, vivió el ascenso a Primera en junio... con Fernándo Vázquez como técnico. Pero Vázquez no era su entrenador. Era el de Lendoiro. Una herencia que no quería Tino. Y, tras un inicio de verano ya con tensiones, el previo al retorno de los albiazules a la élite, Tino Fernández destituyó a Fernándo Vázquez en plena pretemporada, a pocos días del inicio de la competición oficial. Y ahí llegó Víctor Fernández. En pleno huracán, en plena batalla dialéctica entre ‘vazquistas’, ‘tinistas’ y, sobre todo, ‘lendoiristas’. Entró a destiempo, a contrapelo; a ojos de muchos seguidores coruñeses, lo hizo por la gatera y de la mano de un presidente contestado por los nostálgicos de Lendoiro, que no eran –y son– pocos.

Enseguida, a Víctor Fernández se le empezó a vincular diariamente con su brillante y reciente pasado al frente del Celta de Vigo, enemigo acérrimo del Dépor en esa rivalidad gallega que tanto se cargó de percusión en los años grandes de unos y otros en los noventa y años dos mil. Víctor era una reliquia celtista introducida a martillazos en el Dépor. Algo que muchos no vieron como natural ni lógico. Así también se atacó al presidente Tino Fernández, usando de ariete la cabeza de Víctor.

El zaragozano acabó llorando en su despedida forzosa, en la Semana Santa de 2015. Se sintió zaherido, utilizado. Habló de «autodestrucción del deportivismo» en aquellos ocho meses que vivió y sufrió como entrenador en Riazor. Una querencia ‘guerracivilista’ interna que, lejos de amainar, ha recrecido en los últimos tiempos y ahora impregna el día a día del Dépor colista de Segunda, ya sin Tino Fernández hace días, pues dejó el barro el pasado mes de mayo en manos de Paco Zas.

Entretanto, en mitad de aquella guerrilla, Víctor, en sus 30 partidos de liga, ganó seis; empató nueve; y perdió los otros 15. Dejó al equipo en el puesto 17º, cuarto por la cola, fuera del descenso. Su sucesor, el exfutbolista Víctor Sánchez del Amo, firmó la salvación el último día en el llamado ‘Milagro del Camp Nou’. El Dépor empató 2-2 ante el Barça campeón, que le ganaba 2-0 al descanso.

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