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Objetivo crucial: el Real Zaragoza debe hacerse fuerte ya en La Romareda

Una puntuación de ascenso, una trayectoria global de 9 meses que acabe en lo más alto de la clasificación, pasa por no perder apenas más puntos en casa, empezando este sábado ante el potente Girona.

Minuto 89 del último partido jugado por el Real Zaragoza en casa, ante el Albacete. Eguaras acaba de fallar un penalti (y su rechace) con 0-0. Los manchegos ganaron 0-1 con un gol en el último segundo.
Minuto 89 del último partido jugado por el Real Zaragoza en casa, ante el Albacete. Eguaras acaba de fallar un penalti (y su rechace) con 0-0. Los manchegos ganaron 0-1 con un gol en el último segundo.
José Miguel Marco

El partido Real Zaragoza-Girona FC de este sábado en La Romareda (21.00) tiene ya valores añadidos de enorme calado estratégico en el proyecto aragonés, ése que tiene el ascenso a Primera División como mandato supremo hace días. Llegada la temporada a la jornada 18ª, ya en terrenos de diciembre y en la antesala de la conclusión de la primera vuelta y la apertura del emblemático mercado invernal de fichajes de enero, los modelos de ascenso de los lustros anteriores empiezan a mostrar indicios claros, señales inequívocas, de quién está caminando por la senda correcta y, por el contrario, a quién se le está escapando milímetro a milímetro la ruta adecuada para el éxito en junio. 

Y el Real Zaragoza, que ha perdido en La Romareda 13 puntos en los 9 partidos dirimidos como local, está al límite del cupo de fallos durante todo el curso cuando actúa en su estadio. Se han ido excesivos puntos por el sumidero en campo propio: 3 derrotas y 2 empates componen el listado de pifias, o sea, en 5 de los 9 partidos no obtuvieron los blanquillos el perentorio triunfo. Más de la mitad. Es el peor parámetro de su trayectoria actual, algo que debe reconducir en lo sucesivo si no quiere ver cómo se retuerce de mala manera el colmillo de esta campaña 2019-20.

Hasta este hito del camino en el que nos hallamos, en el adiós a noviembre, el Real Zaragoza ha caído en La Romareda ante el Cádiz (0-2), el Mirandés (0-2) y, en el último episodio en términos cronológicos, frente al Albacete (0-1). Y empató 0-0 con el Lugo y 2-2 con el Málaga. Un total de 13 puntos que estuvieron a su mano volaron hacia otros lugares o se fueron al limbo: 13 de 27, prácticamente el 50 por ciento de lo puesto en juego en el primer trimestre sobre el tapete verde de La Romareda, no fue amarrado por los de Víctor Fernández. Este es el único borrón serio, dentro del apartado competitivo y numérico, que arrastra el balance zaragocista hasta hoy. 

Aún tiene arreglo. Quedan dos tercios de competición. Y, por ello, hay terreno para reparar y endulzar estas cifras y esos porcentajes que, ahora mismo, resultan perniciosos para las aspiraciones finales de estar arriba en la tabla a finales de mayo. Pero, obviamente, el margen de error en La Romareda se ha reducido a la mínima expresión. De aquí en adelante, el fútbol le exige al Zaragoza un pulso casi perfecto ante su masiva afición en el vetusto estadio municipal. Las victorias han de llegar en aluvión, una tras otra, para que las coordenadas de navegación no se tuerzan y la nave blanquilla pueda empezar a perder altura peligrosamente. 

Por esta razón, puramente contable y materialista, el Real Zaragoza-Girona de este sábado adquiere una trascendencia inmensa. Sin necesidad de pensar más allá, en terceros, en el potencial del rival (venido de Primera y con cara de Rockefeller según sus cuentas corrientes). No hay nada más que mirarse al espejo y verse a uno mismo. Los demás no importan. Es el Real Zaragoza quien debe reconducir sus números como anfitrión, aprender a ganar ante su gente

Algo que bordó al inicio del curso, pues salió triunfante en las tres primeras citas en La Romareda (2-0 al Tenerife, 1-0 al Elche y 3-1 al Extremadura), haciendo soñar, por fin, con un año de alegrías y satisfacciones en La Romareda. Pero que se empezó a revirar a partir de octubre (en esa epidemia de crisis de cada año por esas fatídicas fechas), sin llegar a ser tan tóxicas sus consecuencias como en temporadas previas: esta vez no ha habido destitución de entrenador, ni divorcio exteriorizado de la dirección deportiva con su burbuja de control, ni el equipo se ha caído en la clasificación a puestos feos o de desdoro para un plan ganador (sigue 6º, en puestos de Promoción siempre menos una jornada de las 17 jugadas). 

El 3-0 logrado ante Las Palmas hace 20 días, el último éxito en La Romareda, que vino a paliar de raíz una posible depresión global, debe ser ante el Girona el 'leit motiv' desde el primer segundo del duelo. Ése es el camino. Ganar, sea cual sea el nombre, el pedigrí o el aspecto del adversario de turno. Todo menos seguir haciendo aguas, en cuanto a resultados y rentas, en campo propio.

Con el actual porcentaje de puntos logrado ahí, no da para ascender y, difícilmente, lo hará para jugar la Promoción (habría que ser escandalosamente buenos a domicilio para compensar). Así que, frente al Girona, es cuestión de empezar a arreglar la contabilidad. Tarea impepinable para los chicos de Víctor Fernández.

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