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Ratón reclama su espacio

El portero zaragocista, que vive a la sombra del gran Cristian Álvarez hace más de dos años, ejerció de estrella del Real Zaragoza en el triunfo de este sábado en Vallecas.

Ratón, al término del partido de Vallecas, celebra la victoria del equipo sobre el césped del campo madrileño.
Ratón, al término del partido de Vallecas, celebra la victoria del equipo sobre el césped del campo madrileño.
Enrique Cidoncha

Álvaro López Ratón porta hace días el papel más complicado dentro de la variopinta plantilla del Real Zaragoza. El portero gallego es el suplente de un guardameta superlativo, Cristian Álvarez. Sí, el suplente. Pocas veces, en la siempre dura y viva competencia entre porteros dentro de un vestuario en cualquier equipo, se asume con tanta rotundidad y naturalidad ese reparto de roles entre la opción principal para el puesto y su relevo eventual. Pero, en el seno zaragocista, todo el mundo tiene esta percepción admitida por la rotundidad de los hechos. También Ratón. Y esta es la grandeza del asunto.

En la caseta blanquilla todo ha fluido hasta hoy con sentido común dentro del singular microcosmos de los porteros. Esto es así por cómo han sucedido las cosas desde que el argentino Álvarez llegó a Zaragoza en agosto de 2017. El sudamericano, por su rendimiento y por la repercusión directa de sus actuaciones –mayormente sobresalientes– en el rumbo del equipo en las últimas dos temporadas y media, ha demostrado ser un cancerbero fuera de categoría. Y, en este tramo temporal, Ratón acometió su renovación con el club y firmó su continuidad sabedor de cuál iba a ser su ubicación en el escalafón semanal de preferencias en el puesto de portero: ser el segundo de Cristian Álvarez mientras él esté aquí. Así de claro.

Por lo especial de este escenario, por la actitud serena y talante cabal de Ratón en el discurrir cotidiano del equipo, cuando el espigado arquero de Orense sale al campo y cuaja buenas actuaciones, su figura se agranda por sí sola. Lo ha hecho pocas veces, siempre por lesiones o alguna sanción corta de Álvarez. Se tiende siempre a la comparativa, vicio intrínseco del fútbol, y esa es una circunstancia en la que el de Carballino siempre sale perjudicado. Pero nunca ha defraudado. Ratón siempre ha ofrecido un suelo de mínimos, lo que es la razón básica del club por la que se le ofreció el papel de segundo en su momento. Es un perfil ideal para el presente de la entidad blanquilla.

En este envoltorio tan peculiar, el pasado sábado por la tarde emergió el partidazo de Ratón en Vallecas. El guardameta del Zaragoza se erigió en la estrella del equipo, en la pieza clave para el triunfo por 0-1 en un día lleno de ausencias de alto rango en las filas aragonesas, ante un rival de fortalezas tremendas en su ataque (el Rayo) y bajo los efectos nocivos del varapalo recibido ante el Albacete días antes. Era una cita cargada de electricidad. De enorme responsabilidad. De muchos riesgos y posibles efectos secundarios para el grupo si no salía bien.

Y, ahí, Ratón se echó al equipo a las espaldas. Se puso Vallecas por montera. Tiró del carro con determinación. El suplente asumido ejerció de titularísimo. Ratón, con hechos, reclamó su espacio. Dejó ver que, en su figura callada y respetuosa de a diario, hay madera de algo más que un parche a un titular de prestaciones soberbias como es Cristian Álvarez hace un tiempo.

En la zona de prensa del Estadio de Vallecas, los habituales en los viajes del Real Zaragoza pudieron disfrutar entrevistando a Ratón como la pieza crucial de la victoria. Se respiraba ese aire del «se lo merece». Es tal el afecto y el buen rollo que existe entre el gallego y Cristian que el argentino, con seguridad, fue el primer hincha de Ratón el sábado y quien más cerca de él, anímicamente, celebró el éxito de su colega. Lo mismo que sucede cuando es al revés, o sea, las más de las veces.

«Estoy muy contento, obviamente, por mi actuación personal. Es algo natural cuando ganas y dejas la portería a cero. Pero creo que el éxito en Vallecas fue cosa de todo el equipo, de su trabajo», dijo Ratón tras su brillante partido en Madrid, con su habitual verbo firme, serio, de frases cortas y con aire siempre modesto.

Álvaro fue creciéndose poco a poco en la sobremesa vallecana. Sus paradas a Trejo, Ulloa, Pozo, Embarba, Andrés Martín, Piovaccari... sus decididos despejes de puños, sus salidas del área chica para proteger el juego por alto, dibujaron, con el paso de los minutos, una línea ascendente en la influencia de Ratón en el marchamo del marcador y el juego. Minuto a minuto, el portero zaragocista se hizo gigante en Vallecas. «Uno se siente satisfecho cuando tiene intervenciones en un partido y las va resolviendo bien una tras otra. Esta es la vida del portero», asumió sin exagerar un ápice su análisis del partido.

Incluso se le hizo sonreir al final de su comparecencia en la zona de vestuarios. Algo inusual por su pose siempre seria y de pies de plomo cuando habla con los periodistas. «Siempre me gustó perder algo el tiempo al final, cuango gano, aunque los árbitros me tiren de las orejas», dijo entre risas cuando se ponderó su veteranía en el ‘otro fútbol’ mostrado al final del choque ante el Rayo.

«¿Y no te acordaste de Oviedo?», se le replicó, rememorando su extraña expulsión por demorar dos saques de puerta, según el caprichoso criterio del árbitro Figueroa Vázquez hace tres ligas. «No, no... yo no me he acordado de aquello, eso es pasado ya», respondió con chanza y picardía, de nuevo con la sonrisa en su rostro.

Ratón, que al margen de su especial estatus en la plantilla, vive meses agrios en lo personal por un asunto judicial –al margen del fútbol– que aún está por resolverse, se marchó a casa feliz y con el ánimo inflado con aires positivos. Buena cosa para él, en lo particular, y sobre todo para el equipo. Una gran noticia en Vallecas. 

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