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¿Qué le pasa al Real Zaragoza?

El desplome del fútbol del equipo de Víctor Fernández responde a un conjunto conectado de factores y razones, y desvela problemas en su juego.

Víctor Fernández, con un gesto de enfado y cierta desesperación durante la recta final del partido del Real Zaragoza en Ponferrada este domingo.
Víctor Fernández, con un gesto de enfado y cierta desesperación durante la recta final del partido del Real Zaragoza en Ponferrada este domingo.
Carlos Castro/LOF

Es tiempo de preocupación y dudas en torno al Real Zaragoza. Su estado clasificatorio es bueno, pero su dinámica de resultados recientes (una victoria en las últimas siete jornadas) le ha introducido en un laberinto sinuoso que amaga con descabalgarlo más pronto que tarde de las posiciones altas de la tabla: en Segunda División, como ya se sabe, se pasa del norte al sur con un par de malos resultados. El problema del equipo aragonés no está tanto en los escasos seis puntos que ha sumado en las últimas siete jornadas como en el declive de su fútbol. Lo que hace cuatro semanas, tras empatar contra Oviedo y Málaga, se intuía un frenazo en la evolución de su juego de las primeras jornadas se ha convertido en una recesión: el Zaragoza no solo está estancado sino que ha caído en depresión futbolística. ¿Cómo se ha desencadenado este proceso? ¿Por qué en un equipo, por momentos, avasallador en las primeras jornadas, fresco, fluido, intencionado, se han borrado todas sus prometedoras huellas? El abanico de factores y razones es múltiple y está conectado, pero, fundamentalmente, se concentra en problemas de nivel táctico y técnico: los rivales contrarrestan, desactivan y superan al Zaragoza en la pizarra desde hace varios partidos.

1. La indefinición táctica

El Real Zaragoza ya no sabe cómo vestirse. En las últimas jornadas, Víctor Fernández ha agitado al equipo en busca de una formación que corrija las diferentes debilidades presentadas. El dibujo en 4-4-2 con un rombo en el centro del campo con el que se lució a gran nivel en las primeras jornadas ha dejado de funcionar como esquema de cabecera, y el entrenador ha explorado diversas vías que la plantilla no ha digerido ni asimilado: el 4-2-3-1 o el 4-3-3. Los sistemas tácticos siempre fueron secundarios en el manual de Víctor Fernández, siempre más propenso a diseñar su plan de juego mediante las funciones de sus jugadores, poniendo el énfasis en un tipo de futbolista concreto: creativo, de buen pie, técnico, ofensivo... Sin embargo, este método tampoco está resultando.

2. Una crisis de identidad

El Zaragoza estaba enfocado a jugar con dos delanteros, pero Víctor ha renunciado a ello tras la baja de Dwamena. Eso ha agrietado todo el andamiaje del equipo: el Zaragoza quiere jugar a lo mismo, sin los mismos. Esto ha provocado diferentes fases de desorientación en su fútbol en las últimas jornadas: contra el Cádiz, en la primera mitad contra el Numancia, en medio partido contra el Fuenlabrada, hasta el descanso en la cita frente al Mirandés… En esas fases, el Zaragoza ni supo ni pudo ser el Zaragoza. Con Víctor, la identidad siempre ha estado clara. Defiende un estilo y una filosofía, pero ese modelo de juego con la pelota como eje de referencia se ha diluido en diferentes momentos de sus partidos más recientes, donde ni gobierna, ni impone el control, ni marca los tiempos, ni acosa la portería de enfrente. 

3. Los rivales toman la delantera

Conforme el paso de las jornadas ha reforzado la construcción de la mayoría de los equipos, el Zaragoza ha ido perdido ventajas en su cara a cara con los rivales. En los primeros partidos, el equipo de Víctor se mostró como un conjunto con una madurez prematura. Iba un paso por delante. También, porque, a esas alturas aún tempranas de la temporada, con los colectivos aún tiernos, la diferenciación individual resulta más determinante. Y el Zaragoza, en este aspecto, exhibió calidad y contundencia en sus jugadores ofensivos. Con el paso de las semanas, los rivales han evolucionado en su puesta a punto, mientras que el Zaragoza no ha ido pasando nuevas páginas en su manual. Así, los rivales le han cogido el rastro. En un primer momento, los adversarios comenzaron a plantearle repliegues intensos y orden por detrás de la pelota, anulando los espacios en los que entraron en combustión Kagawa, Luis Suárez o Dwamena. Al Zaragoza se le empezó a atragantar un perfil de equipo. Sin embargo, ahora el Zaragoza pierde la batalla incluso cuando se la proponen con las mismas armas. Ya no es un equipo que nunca se manifiesta inferior al rival, sino que en pocos ratos se muestra superior. Los entrenadores de enfrente encuentran facilidades para desactiva y comprometer los planes de Víctor Fernández.

4. El desorden ofensivo y la inestabilidad defensiva

El Zaragoza encajó solo dos goles en sus primeros seis partidos, pero ha recibido diez en los siguientes seis. El desequilibrio es abismal. Denuncia una fragilidad defensiva que es tal, pero que no solo tiene que ver con una debilidad en su zona de retaguardia o en las jugadas de estrategia del rival. Le han marcado y generado dudas en centros rasos laterales y en saques de esquina o falta. También su sistema de presión de ha alborotado y desajustado. Pero no es solo un problema defensivo, sino también una consecuencia directa de sus problemas ofensivos. El Zaragoza no tiene orden en ataque. Ya en sus mejores momentos del curso apuntó tenerlos, pero esa falta de organización e ideas en sus posiciones y funciones ofensivas se ha agravado, hasta el punto de que ha devastado su seguridad defensivas. El Zaragoza se ha vuelto previsible, sufre en la salida de balón, no progresa el juego porque sus centrocampistas no escalonan sus alturas, los laterales no dan amplitud suficiente ni profundidad ni desborde ni precisión, las piezas no mantienen una sincronización y armonía, no hay posiciones de referencia… Todo ello contribuye a errores de precisión en el pase y al caos, es decir, si ataca mal, defiende mal: hay distancias entres sus jugadores y el repliegue es un filón para el rival. La inconsistencia se apodera del equipo. 

5. Las crisis individuales

El fútbol, más en Segunda, es cuestión de entrenadores, pero también de jugadores, y el Zaragoza acumula demasiados futbolistas alejados de su mejor nivel, un nivel potencial o ya demostrado. Son los casos de piezas relevantes como Kagawa, James, Papunashvili, Atienza… U otros de menor rango, también en un estado futbolístico alarmante, como los laterales Delmás o Nieto. Es muchos de estos casos han incurrido problemas físicos de diferente origen y naturaleza, pero también futbolísticos. Y aquí la rueda que mueve el molino es el entrenador. Muchos de esos jugadores no están teniendo las herramientas tácticas adecuadas para su mejor rendimiento. Caso aparte son las bajas de dos jugadores de un alto valor estratégico en los planes de Víctor Fernández. No eran figuran capitales, pero Vigaray y Dwamena eran piezas que mejoraban el ecosistema colectivo. Vigaray fortalecía a Atienza, Eguaras y Guti. Todo el sector derecho del equipo crecía con él. Y Dwamena, aún con sus posibles limitaciones, desempeñaba una labor clave en ataque: arrastraba y fijaba defensas, desahogaba al Zaragoza en largo y limpiaba, en el cuerpo a cuerpo, el frente ofensivo para que el fútbol de Luis Suárez prendiera o Kagawa y Eguaras encontraran los espacios intermedios en los que estirar al equipo.

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