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Pasito a pasito hacia la derrota

La derrota frente al Cádiz introduce al Real Zaragoza en el primer bajón apreciable del curso, un primer periodo de dudas sobre su fútbol y su rendimiento

Real Zaragoza-Cádiz en La Romareda.
Luis Suárez, en el Real Zaragoza-Cádiz jugador en La Romareda.
TONI GALAN

El Real Zaragoza se ha frenado. No lo ha hecho en seco, de repente, por mucho que hasta ayer, frente al Cádiz, aún no le hubiera tocado tener que digerir una derrota. Su bajón de rendimiento y funcionamiento viene de algunas semanas atrás, desde, podría decirse, la imponente puesta en escena de Alcorcón.

Desde entonces, el equipo aragonés se ha ido acercando peligrosamente hacia la derrota, lanzando avisos y advertencias de que, por mucho que los empates, los puntos y la clasificación maquillaran ciertos asuntos, este día podía llegar en cuanto el nivel de exigencia se endureciera.

Y la pizarra del Cádiz constituye ahora mismo el examen más complicado de superar de toda la categoría. A la vista estuvo de todos en La Romareda: un equipo que tiene soluciones para casi todo, despojado de adornos o singularidades estéticas, pero con las ideas claras y definidas. Es su fútbol y lo juega muy bien.

Puede decirse que el Cádiz no enamora por los ojos, pero gana… y no hay modo de enamorar más contundente que ese. El Real Zaragoza empequeñeció en ese contraste con el líder de Segunda y confirmó se ha separado de lo que sería una línea de evolución en su proceso de construcción.

Las señales de estancamiento en el juego han estado ahí desde hace unas semanas. Incluso los futbolistas del equipo, poniendo bajo dominio público sus lecturas y análisis, han ido dejando por el camino algunos consejos preventivos.

Por ejemplo, Shinji Kagawa sugirió que había cosas que mejorar cuando el Zaragoza vivía sus días más pletóricos de la temporada. O, por ejemplo, Cristian Álvarez, a principios de la semana, indicó en una rueda de prensa que había que evitar estancarse… Algo que, dentro del vestuario, se temía, porque se intuía y se intuía porque se ejercía la autocrítica.

La primera derrota de la temporada establece un punto de referencia a una grisácea dinámica de resultados. En las últimas cuatro jornadas, el Real Zaragoza ha sumado solo tres puntos de 12 posibles. Después de un comienzo de temporada relativamente amable en el calendario, una cuestión más relevante de lo que pudo parecer, el tamaño de los rivales ha ido creciendo, un factor que no debe desligarse de los análisis del equipo.

La derrota contra el Cádiz en La Romareda, en este sentido, cabe ubicarse en un contexto, no tomarlo como un hecho aislado y sin coyuntura alguna. En cierto modo, el Real Zaragoza ha perdido su primer partido contra el primer rival que verdaderamente se ha mostrado superior. Sin embargo, en las últimas semanas, ya caminó demasiadas veces por la cornisa de la derrota.

Fijemos los antecedente más próximos. Frente al Extremadura, el Zaragoza ganó 3-1, pero ganó en un arreón final, de inspiraciones individuales, después de sufrir durante el resto del partido en varias fases. Al Zaragoza le costó lo suyo esa victoria.

Una semana después, contra el Lugo (0-0), el equipo no encontró soluciones al específico plan defensivo de los gallegos. Cedió así sus primeros puntos en La Romareda. Fue, entonces, el turno de la visita al Oviedo (2-2), colista de la categoría. Un partido que el Real Zaragoza tampoco acertó a interpretar, frente a un rival que manifestó debilidades claras.

Contra el Málaga (2-2), el pasado jueves, el conjunto de Víctor Fernández ya vio de frente la figura de la derrota. La rozó, del mismo modo que pudo haber ganado. Pero el partido ya advirtió de que varios de los puntos fuertes del equipo se estaban desvaneciendo y que los débiles no terminaban de arreglarse. Y, así, pasito a pasito, el Real Zaragoza ha ido acercándose al momento sufrido contra el Cádiz: la primera derrota, al primer periodo de dudas y reflexión.

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