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La lección de aquel 0-4 hace un año en Oviedo: "¡Ojo con la desmedida!"

El Real Zaragoza de Idiakez, hace 12 meses, era 4º en la tabla, invicto con 8 puntos. El técnico vasco avisó de que el aplastante triunfo en el Tartiere podía tener lecturas erróneas. Así fue. Víctor Fernández repite tesis.

Víctor Fernández, este domingo en la banda del campo de Alcorcón, en plena fase de indicaciones durante el partido.
Víctor Fernández, este domingo en la banda del campo de Alcorcón, en plena fase de indicaciones durante el partido.
Enrique Cidoncha

"Se equivocan quienes estén eufóricos. Si están eufóricos, que no estén eufóricos", dijo Víctor Fernández este domingo en la sala de prensa de Alcorcón, apenas 8 minutos después de acabar la contundente victoria del Real Zaragoza por 0-3 ante el rival madrileño. El entrenador aragonés lo espetó con una sonrisa en la boca propia de quien está lanzando, con amabilidad, un mensaje profundo que pretende torcer el morro a quienes puedan pensar de diferente manera a como ve él las cosas tras los primeros 4 partidos de liga, que tienen a su equipo 2º clasificado, invicto, con 10 de los 12 puntos disputados sumados en su haber, con un solo gol encajado y con unas pintas excelentes de cara al año que acaba de comenzar.

Era normal que, nada más concluir este duelo en Madrid, en un pequeño campo donde tradicionalmente el Zaragoza ha jugado mal y no ha ganado en su ya largo periplo por Segunda División, que dura desde 2013, la mayor parte de la afición y de los observadores del equipo estuvieran exultantes de alegría. No es habitual que el Real Zaragoza gane 0-3 fuera de casa en tiempos de vacas flacas como los que se viven por estos lares.

"A la gente le digo que estén contentos, como puedo estarlo yo en estos momentos; y como lo está el equipo. Pero la alegría no nos debe llevar a estados desmedidos, ni exagerados, que se alejen de cualquier raciocinio", continuó en su parte pedagógica de la comparecencia ante los medios de comunicación en el estadio de Santo Domingo, aún con el rotundo éxito zaragocista caliente en el ambiente del sur de Madrid. A Víctor, viejo zorro de los banquillos y conocedor del 'medio ambiente aragonés' al dedillo, no le va a coger el toro a estas alturas de su película profesional.

Fernández está contento con el trabajo hecho desde el verano. Le gusta la mayor parte del perfil de su plantilla, que también dejó claro antes del cierre del mercado que era mejorable y matizable. Emite ese punto de orgullo que deriva de ver al grupo en lo más alto de la clasificación en tan solo 4 jornadas. Pero sabe que la Segunda División es un campo de minas extenso y letal para quienes dejan de actuar con máxima tensión cada minuto de cada partido hasta junio. 

"Creo que tenemos que estar orgullosos porque nuestro equipo va a competir bien, va a pelear, a ser intenso. Va a tener momentos buenos de fútbol, brillantes. Pero hay que ir partido a partido, siendo humildes", añadió a sus consejos de páter familias. 

Curiosamente, la pose de Víctor Fernández no es novedosa en Zaragoza a estas alturas de septiembre, aún con tiempo de verano vigente. Ni siquiera es vieja. El antecedente tiene solo un año. Porque, hace 12 meses, el Real Zaragoza de Imanol Idiakez, el técnico que inició el fallido y casi catastrófico proyecto de la dirección deportiva del curso anterior, intentaba contar algo similar al zaragocismo en circunstancias similares por estas fechas. 

Idiakez, tras ganar el equipo blanquillo por 0-4 en la 4ª jornada de la liga pasada en Oviedo, en una exhibición de acierto ofensivo de un grupo que engañaba por entonces como nadie podía imaginarse, avisó del peligro de caer en la autocomplacencia tras el notable comienzo de liga de su Zaragoza y después del vendaval blanquillo en el Carlos Tartiere asturiano. Algo no veía claro.

Nadie, o casi nadie, le hizo demasiado caso al guipuzcoano. Su aura no era la de Víctor Fernández. Su carisma, dentro y fuera de la burbuja del club, no era ni el 1 por ciento del que tiene, por sí solo, el del barrio Oliver. Tampoco interesaba mucho a los arquitectos de aquella plantilla que desde el propio banquillo se echase agua a la hoguera de la ilusión de la hinchada aragonesa de aquellos días. 

El Real Zaragoza había ganado 2-1 al Majadahonda en el estreno liguero. Había empatado 0-0 en Reus y 1-1 ante Las Palmas en La Romareda. Y en esas llegó el 0-4 de Oviedo. A Idiakez no se le dio altavoces por entonces en su advertencia. 

Un mes y poco después, cuando fue destituido el de San Sebastián, se encargó de remarcar el "daño que hizo el 0-4 de Oviedo, porque no se supo administrar y se cayó en el espejismo". El equipo, aquella plantilla, tanto dentro de la caseta como en su administración periférica desde el área deportiva, tenía agujeros diversos, como un queso gruyere, que no tardaron en aparecer en el día a día. Y se llevaron a Idiakez por delante, como lo harían poco después con su sustituto, Lucas Alcaraz, otra mancha en la praxis del departamento de aparejadores de la entidad. 

Ahora, con un panorama parecido (un poco mejor incluso), con el Real Zaragoza igualmente invicto, 2º en la clasificación y tras venir de un 0-3 en Alcorcón, Víctor Fernández recita la lección de Idiakez de forma gemela. Pero al aragonés sí se le escucha. Y se le hace caso. Y se le entiende. Cosas del peso específico de las personas en sus roles vitales. Ese don que hay que ganarse y que, o se tiene, o no se tiene. No se puede comprar en ninguna tienda. Ni está tampoco en la venta por internet. 

Víctor dejó ahí sus cerezas. Y, de paso, redondeó la moraleja para asumir el papel de pararrayos en lo sucesivo. Sabedor de que, salvo que todo saliera de manera perfecta en los próximos 9 meses (cosa harto improbable en Segunda División) y no hubiera baches, curvas y algún momento de dudas, de la euforia se pasa a la decepción en lo que cuesta cantar a un gallo. Y más en Zaragoza.

"Mis jugadores no han de tener ninguna presión, ninguna responsabilidad. Solo deben hacer bien las cosas. La presión y la responsabilidad la tengo yo. Y nadie más", concluyó Fernández tras la exhibición de Alcorcón. 

Un documento, este, a guardar. No vaya a ser que a Idiakez, el ignorado, le pudiera salir un bis inesperado. De la experiencia es mejor aprender que renegar. 

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