real zaragoza

Una goleada de pico y pala

Un Zaragoza esforzado, solidario, intenso y físico arrolla al Extremadura en el momento justo y ya acaricia la tranquilidad.

Las constantes y diversas lesiones han representado en esta trémula temporada del Real Zaragoza un factor limitante de primer orden, erosionando de modo indiscutible las posibilidades del equipo, su verdadero alcance y potencial. Sirva el caso, como ejemplo, de Raúl Guti, un chico que amaneció la temporada pasada como un futbolista de rasgos totales, capaz de mucho, tanto en cantidad como en calidad, capaz de ocupar las cuatro posiciones del centro del campo y de adaptarse a todo tipo de modelos: a jugar tocando, a jugar buscando espacios, a jugar presionando, replegando... Un chico que, digamos, se ha perdido esta temporada por sus problemas de pubis y otros derivados de ello. Su aparición en el once en Extremadura, dadas sus características, avisaba del Zaragoza que venía: sacrificado en lo físico, inteligente en el campo, intenso en las disputas, y con la suficiente claridad, intención y finura en los usos y combinaciones de la pelota como para desbordar al Extremadura.

Guti encarnó, de este modo, como nadie, al Zaragoza que ganó en Almendralejo, hasta que se le agotó el combustible, se fue al banquillo y los observadores sacaron la conclusión de la buena noticia que sería tenerlo al año que viene en plenas facultades. Al igual que Guti, Javi Ros. Y al igual que Javi Ros, James. Y Pep Biel. Entre los cuatro centrocampista cocinaron una victoria inapelable, fraguada en el desgaste, en el mono de faena, en el pico y la pala en la mina. El Zaragoza corrió pero también tocó, principalmente hacia los lugares donde el Extremadura presentaba nítidas debilidades, explotando los espacios a la espalda de los laterales locales, ganando, palmo a palmo, cada metro de campo con tesón, esfuerzo y pierna dura, imponiéndose en la presión y, algo inusual este año, también en las segunda jugadas: Guti, Ros, Igbekeme y Biel lo barrieron todo antes de catapultar los ataques de Marc Gual o Álvaro Vázquez.

Decía Víctor Fernández en la víspera del encuentro que temía por la superioridad física del Extremadura, subrayando, según su opinión, la debilidad de su equipo en esta concreta calidad. Sin embargo, el Zaragoza ayer exhibió muchas más piernas y pulmones que el rival. Guti y James (aún mermados), Javi Ros, Delmás, y un Álvaro Vázquez más estajanovista que matador trabajando en la banda izquierda... El equipo se multiplicó. Llenó todos los espacios del terreno de juego. Corrió hacia abajo, pero sobre todo hacia arriba. Y le dio al partido y al rival lo que en cada momento precisaba. Advertía también Víctor en la previa que había que saberle jugar a este Extremadura de cinco victorias consecutivas, imparable y devastador en el último mes y medio, con una explosión emocional fuera del alcance de este alicaído Zaragoza… Y el equipo aragonés bordó la interpretación del choque. Lo hizo, además de con acierto táctico, con oficio, otro de los temores previos a este cita que venía envenenada y se convirtió, al final, en un respiro de vida.

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