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La primera final de la temporada

Un triunfo del Zaragoza sobre el Nástic se advierte fundamental para mantener a raya el descenso.

Aficionados y jugadores celebran la victoria sobre el Real Oviedo en La Romareda.
Aficionados y jugadores celebran la victoria sobre el Real Oviedo en La Romareda.
José Miguel Marco

Con tres cuartas partes del calendario blanquillo disputado, del que restan diez jornadas para su conclusión, sin contar el triunfo virtual contra el desaparecido Reus, el campeonato de Segunda División ya tiene definidos los objetivos de unos y otros equipos. Bajo el respaldo de los méritos, cada participante maneja una posición y una aspiración. Y en el caso que atañe al Real Zaragoza, todo pasa por mantener la categoría, generar un colchón de puntos suficiente, cuanto antes, para no llegar al linde del curso en aprietos y sintiendo el aliento del descenso. Por esta razón, el encuentro del próximo lunes en La Romareda camufla tintes de final. Se le presupone el calificativo en vistas de la situación, el rival y el escenario. Ganar al Nástic de Tarragona es una obligación.

Si en la pasada cita en La Romareda, donde el gol de Linares fraguó el triunfo contra el Elche, Víctor Fernández asumió que su importancia se asemejaba a la de su estreno ante el Extremadura, en la que también salió victorioso con el retrovisor virado hacia atrás, la jornada que viene se estructura sobre la misma sintaxis. Situado en la decimoséptima posición de la tabla, con cuatro puntos de paraguas sobre la ácida lluvia, el Zaragoza recibe al Nástic, un equipo que podría dejar sentenciado su oscuro destino el lunes. El triunfo local, aparte de tumbar sobre la lona a uno de sus perseguidores de manera casi definitiva, abriría las puertas de la tranquilidad al conjunto blanquillo. Teniendo en cuenta, además, que el Lugo (18ª con 32 puntos) –quien marca la permanencia– visita al Alcorcón y el Extremadura (19º con 30 puntos) viajará a Pamplona para encarar al líder, el Osasuna. Una jornada de especial dificultad para los adversarios más directos del equipo aragonés.

El contexto, pues, parece ideal para que el Zaragoza dé un salto hacia el norte clasificatorio. Más bien, para que abra brecha con el peligroso calor del sur. En este concurso, la afición, a la que el vestuario, en voz de Alberto Guitián, pidió perdón tras el naufragio en la isla mallorquina, volverá a ser un actor indispensable en la función. Sin ella, no hay obra, más aún en estas circunstancias. El zaragocismo siempre ha sido el clavo ardiendo al que se ha agarrado el equipo en las duras, y, recordando su espectacular puesta en escena y empuje en los minutos de dudas el pasado 16 de marzo, no cambiará su misión en esta ocasión.

En Tarragona, afónicos en su voz de alerta y con el entrenador, Enrique Martín, al borde de la destitución, los futbolistas del cuadro grana se han comprometido a subvencionar el viaje de sus aficionados a Zaragoza. La plantilla del Nástic ha pagado los autobuses a todos aquellos hinchas que hayan comprado la entrada para el encuentro de La Romareda. El detalle refleja un estado límite –todavía a ocho puntos de la salvación–, un todo o nada. En definitiva, se trata de otra particular final para los intereses del club catalán, abocado, salvo milagro, a bajar a Segunda División B si no saca los tres puntos en la capital aragonesa.

El Zaragoza, que guarda jornada de descanso este miércoles, regresará este jueves al trabajo (11.00, Ciudad Deportiva) con cuatro entrenamientos programados por delante antes del día del partido, que se jugará otra vez en lunes. Una fecha que podría mermar la asistencia del zaragocismo al estadio por motivos obvios en un día laborable. La semana por delante es larga, y su dedicación irá encaminada, entre otras cosas, a recuperar al equipo en el aspecto mental. Porque aunque Víctor aseguró que la contundencia de la derrota en Son Moix (3-0) y la forma en que se produjo no afectaría a sus jugadores, parece inevitable el golpe moral. Otra de las taras a resolver, incesante durante el presente curso, serán los lastres físicos. Chechu Dorado fue el último en caer y, con Carlos Nieto suspendido, el Zaragoza afronta otro encuentro con la defensa en cuadro.

Jugando con todos estos factores de diferente índole y naturaleza, al Zaragoza se le presenta la primera gran final del curso. El partido que, en caso de victoria, rebajaría tensiones maleantes y acercaría a gran escala el objetivo.

Cinco partidos vitales en La Romareda

El Nástic será el primero de los cinco oponentes que el Zaragoza recibirá en La Romareda en lo que resta de temporada. Hubieran sido seis, pero el equipo de Víctor cuenta con el aliciente de sumar de manera automática en la jornada 35 los tres puntos del Reus, expulsado de la competición. Tras la visita del equipo dirigido por Enrique Martín, el siguiente en pasar por el estadio blanquillo será el Alcorcón, un rival en pleno bajón tras su inmaculado inicio de campaña. Dos partidos propicios que, si los aragoneses consiguen la victoria, allanarían el camino de cara a lograr la salvación antes de entrar en la recta final de la temporada.

Ya en la jornada 37, tendrá lugar el partido del morbo. El regreso de Natxo González con el Deportivo de La Coruña. Un partido que ya albergó La Romareda a principios del curso, en Copa del Rey, y que ganó el Zaragoza por 2-1. Los dos últimos equipos en jugar en La Romareda serán el siempre duro Sporting de Gijón (jornada 39) y, en la penúltima cita de la temporada, un Numancia de ingrato recuerdo.

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