Real Zaragoza, condenados por la ineficacia

Los problemas en el remate se han revelado decisivos para reducir las aspiraciones del Zaragoza a la zona alta de la tabla. La promoción de ascenso queda ya a una distancia remota: 13 puntos

Víctor Fernández, en un entrenamiento en la Ciudad Deportiva.
Víctor Fernández da estabilidad al once titular
Guillermo Mestre

Quedan quince jornadas (catorce, excluyendo el partido ya ganado contra el descalificado Reus) y las posiciones de la promoción ya se elevan como una montaña de 13 puntos de desventaja por encima de la cabeza del Real Zaragoza. Ese objetivo, que hace dos semanas aún entraba dentro de unos cálculos lógicos, se ha convertido ya en un asunto de fe, en una cábala incierta más que en un reto con posibilidades matemáticas. Meterse entre los seis primeros desde la posición actual dejaría pequeña la formidable remontada inspirada la pasada campaña por Natxo González. Quien quiera creer puede hacerlo, pero las circunstancias de base son bien distintas: aquel Zaragoza se propulsó a base de victorias consecutivas en una franja del calendario tal como la que está atravesando ahora el equipo aragonés. Esta vez, hay fútbol, hay materia, pero no hay triunfos.

La derrota contra Osasuna, y el empate contra el Albacete, le han descubierto al Zaragoza su techo. Estos dos últimos resultados, ante los dos primeros clasificados, dos conjuntos en un estado de forma pletórico, han puesto en el sitio al equipo de Víctor Fernández. En estas dos jornadas se adivinaba una frontera clave que al Zaragoza se le ha enredado en los pies. No por juego, impronta o personalidad, sino por resultados. Al final, el conjunto reanimado por Víctor se ha atascado en los llamados ‘grandes’ de la temporada: Málaga, Albacete, Osasuna… Le ganó al Oviedo, otra escuadra en un punto álgido, pero, definitivamente, al Zaragoza le ha faltado un salto más cuando la exigencia se ha endurecido.

La realidad es que el equipo de Víctor no ha estado muy lejos de esos rivales de prestigio. Su fútbol ha estado, cuanto menos, a la altura de Osasuna, superó al Málaga y miró a los ojos del Albacete con un vendaval de ocasiones. Por juego, el Zaragoza da una buena talla ante cualquiera. Le puede ganar a cualquier adversario. Sin embargo, le ha condenado la falta de eficacia. El acierto ha sido la gran diferencia entre unos y el Zaragoza. Lo que ha separado al equipo de Víctor de pegar un empujón serio, sostenido y regular hacia las posiciones de cabeza. Sus problemas en el remate le han impedido declararse aspirante.

El Zaragoza es el conjunto de la liga que más dispara, pero es el cuarto con peor índice de eficacia. Necesita más de 12 tiros para marcar un gol. Esto es lo que ha evitado, desde la llegada de Víctor, que se fraguara una dinámica verdaderamente triunfal, sumando de tres en tres, que corrigiera la brecha que dejó abierta especialmente el paso de Lucas Alcaraz. Con Víctor, el Zaragoza solo ha perdido dos encuentros, ha crecido en todo y se ha liberado de la tenaza de la parte baja de la clasificación, pero, en las últimas siete jornadas -con un calendario duro, por rivales y por salidas- lo cierto es que solo ha ganado dos partidos, al Oviedo y al Lugo.

Ahora, el calendario se le relaja en cierto modo al conjunto aragonés. Observando las distancias por arriba , el Zaragoza afronta lo que queda bajo la posible amenaza de un futuro sin objetivos. Una cuestión peligrosa, delicada de gestionar a nivel emocional con tantas jornadas aún por delante. Mantener viva la llama de su fútbol, tomarse cada partido como una meta parcial, se antoja crucial para que la desmotivación no resucite fantasmas y traiga de vuelta complicaciones clasificatorias.

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