Linares y Dorado, el regreso al Zaragoza

Salidos de la Ciudad Deportiva, les llega la oportunidad en el Real Zaragoza más de 13 años después

Linares, en su año en el filial del Zaragoza (2004-2005), en un partido contra el Castellón.
Linares y Dorado, el regreso al Zaragoza
Heraldo

En el fútbol, como en la vida, nunca es tarde para nada, y Miguel Linares y Chechu Dorado -su fichaje se prevé anunciar hoy- lo ponen de relieve dibujando un círculo vital con el que describen una carrera deportiva de la que se extrae una poderosa lección: nunca bajes los brazos. A los 36 años, cruzarán la línea que no pudieron con 22, convirtiéndose, ya como veteranos en una categoría en la que se han ganado respeto y jerarquía, en futbolistas del Real Zaragoza. Cuando, quizá, menos lo esperaban. Cuando en sus biografías se redactaban las últimas páginas de fútbol. El esfuerzo, la perseverancia y la profesionalidad han conducido a Linares y Dorado al vestuario en el que un día soñaron, siendo jóvenes, entrar; pero también sus casos esconden algunas otras líneas de guión: desde las trabas que en sus tiempos sufrió el producto crecido en la Ciudad Deportiva; a la propia devaluación del Real Zaragoza en la última década.

Ambos futbolistas, de la generación del 82, comparten trayectorias, de rasgos y ciclos similares, y ahora confluyen en idéntico punto: el primer equipo del Real Zaragoza. Aunque por solo unos meses no coincidieron en el vestuario del filial, los dos dieron forma a su fútbol en la última incubadora de la Ciudad Deportiva. Sin embargo, la última puerta nunca se abrió. Dorado, cordobés, había llegado en edad cadete, y fue quemando etapas a toda velocidad: con 18 años ya era uno de los centrales titulares del Real Zaragoza B. Estuvo cuatro años, prometedores todos, con Manolo Villanova y Chucho Solana de técnicos. Le faltó que Paco Flores o Víctor Muñoz apostarán por su elegancia defensiva y su zurda fina y delicada: Capi y César Jiménez fueron los centrales que promocionaron. A Dorado le ofrecieron la cesión al Lleida y ya nunca volvió. De eso, han pasado 14 años. Cuando él se fue, aterrizó en el ‘B’ un chico que devoraba porterías en el fútbol regional. Miguel Linares había empezado a jugar al fútbol en Fuentes de Ebro, su pueblo, y fue en el Utebo donde el gol le puso en el centro del foco en Aragón. El Zaragoza lo fichó para el filial, y allí estuvo la temporada en la que el Castilla de Diego López, Arbeloa, De la Red, Paredes, Borja Valero, Soldado, Barral o Jurado dejó al Zaragoza B sin ascenso a Segunda en la primera eliminatoria de la promoción. Era el filial de Toño Longás, Lafita, Chus Herrero, Ripa, Luso Delgado y los goleadores Philippe Toledo y Piti, dos delanteros que dejaron a Linares como actor secundario. Al terminar esa temporada, se fue al Huesca y nunca volvió. Hasta ahora. Han pasado 13 años.

Hubo un momento en la carrera de Linares en el que el profesionalismo pareció esfumarse, después de jugar en el Barbastro, pero el Alcoyano de Pepe Bordalás lo puso en la órbita nacional. Le fichó el Salamanca y debutó en Segunda con 10 goles. Empezaba así a forjarse un nombre como un clásico de la categoría: Elche, Recreativo de Huelva… Solo un histórico, el Real Oviedo, fue capaz de devolverlo a Segunda B en una temporada, con ascenso, en la que marcó 28 goles. En el Tartiere se hizo un ídolo: volvió a Segunda, anotando 6, 8 y 10 tantos, pero, sobre todo, año tras año, mejorando su perfil como delantero, no solo sus números (en medio año, en Reus, ya llevaba 4 aun con todas las dificultades). Su caso es de esos en los que la edad le ha hecho un futbolista más completo y rico en recursos: una muestra del sentido profesional de Linares, de su voracidad competitiva, pero también de la inteligencia que siempre ha caracterizado su juego.

De Chechu Dorado se pueden detallar valores similares, haciendo de la Segunda División un lugar en el que se ha construido un nombre, un nombre, además, con alto rango: hasta tres ascensos a Primera acumula en su dossier personal, con Betis, Villarreal y Rayo Vallecano, en las tres plazas, como figura relevante en la defensa. Al salir del Zaragoza B, se fue a Segunda con el Lleida, y, después de tres años allí, se erigió en el líder del Huesca del histórico ascenso a Segunda. Dos años en la categoría le bastaron para firmar por el Betis. Ascendió. En Primera, estuvo año y medio, hasta que el Villarreal de Marcelino García Toral le incorporó en invierno. Su impacto en la defensa del equipo fue notable, y solo una lesión grave en el cuádriceps le apartó de los partidos finales del curso, en los que se culminó la remontada hacia el ascenso. Tras dos años en Primera en la plantilla del Villarreal, lo firmó el Rayo Vallecano. Bajó, y fue en Segunda donde ganó peso en el equipo: dos años jugando casi todo, incluida la temporada pasada, con billete de vuelta a Primera. Su tercer ascenso.

Ahora, junto a Linares, inyectará experiencia en un joven vestuario. El jueves, en principio, serán sus presentaciones: no harán falta largas frases ni grandes propósitos. Saben dónde vienen, sabemos qué sienten.

Chema R. Bravo

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