La defensa se hace más segura

El conjunto aragonés vuelve a dejar su puerta a cero seis jornadas después. Con la llegada de Víctor se ha minimizado la concesión de remates al equipo rival.

El Zaragoza en posición defensiva contra el Oviedo.
La defensa se hace más segura
José Miguel Marco

Son muchos los argumentos que sostienen la impronta mejoría del Real Zaragoza. La victoria ante el Oviedo, donde se dejó la cuarta portería a cero del curso, da relieve a uno: el crecimiento defensivo. Porque la llegada de Víctor Fernández ha cerrado el grifo de los remates recibidos, algo que, por ende, reduce las posibilidades del gol rival. Exceptuando el encuentro ante el Sporting, que disparó en 15 ocasiones, subiendo la media en la nueva era a 6,8 por encuentro, la defensa zaragocista viene concediendo muy poco a su oponente. En el estreno del técnico zaragozano en La Romareda, el Extremadura chutó cinco veces, dos jornadas después, el Málaga sólo remató tres, el Rayo Majadahonda seis y, en la jornada pasada, los de Anquela sumaron cinco tiros.

Estos datos positivos, sin embargo, son discordantes a los goles recibidos (6) en los últimos cinco partidos, pero no es casualidad que el equipo ha vuelto al camino por donde reconstruir la identidad perdida en las dos etapas anteriores. El nuevo Zaragoza, todavía con capacidad de mejora a la hora de defender en el área, ha aliviado esa sensación de debilidad atrás que ni Idiakez ni Alcaraz pudieron revertir. Con el vasco y el andaluz, la media de remates recibidos rondaba la decena por partido –9,8 y 9,6, respectivamente–. Un déficit regular que alimentó el guarismo de goles encajados, llevando al Zaragoza a la antepenúltima posición de la tabla con 24 goles en contra, la quinta peor marca de la categoría –algo que todavía se mantiene con 30–.

El proceso introspectivo realizado por Víctor, sumado a la jerarquía y fiabilidad que supuso el fichaje de Alberto Guitián a principios de diciembre, dan una explicación verosímil al antídoto que por fin hizo efecto el fin de semana pasado. Con la puerta a cero, solo había tres precedentes este curso: dos en la etapa de Idiakez –en Reus y Oviedo– y una en la de Alcaraz –contra un débil Córdoba–. Ese precario registro de cuatro imbatibilidades tan solo es compartido por equipos como el Extremadura, el Córdoba y el Nástic de Tarragona.

Asimismo, es obligatorio tener en cuenta la actuación de Cristian Álvarez, que salvó al equipo en tres escenarios distintos: un disparo de Bárcenas al palo corto, un cabezazo de Mossa a bocajarro y un penalti lanzado por Alanís que descifró abajo a la izquierda. El portero también ha ganado en seguridad, un halo de protección fomentado por el orden defensivo.

En este aspecto, el modelo de juego del Zaragoza, aunque se asume un riesgo mayor en la salida de balón, reduce la cantidad de ocasiones de peligro generadas por el adversario. Porque ahora el equipo defiende atacando, frena al rival en su campo y actúa con más solidez en las zonas de peligro. Todo suma: la posesión del balón, la transición defensiva cimentada en la rápida recuperación tras pérdida, el grado de anticipación de la zaga o la velocidad en los repliegues. Características que imprimen de seguridad a la primera línea. Rasgos de juego individual y automatismos colectivos que corresponden a la realidad del diseño de la plantilla. Más allá de referencias tácticas o aptitudes de los futbolistas, el Zaragoza también es más seguro porque confía en sí mismo. A este bien tan preciado han acudido los jugadores y el entrenador para explicar la recuperación. El factor confianza como la clave de toda mejoría.

Ahora, la inminente llegada de Chechu Dorado, tras la salida de Bruno Perone, refuerza una parcela defensiva que cuenta con cantidad y calidad, mucha más de la que los números dictan hasta el momento.

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