Víctor Fernández ataca con todo

El Zaragoza recupera la alegría con un cambio radical sostenido sobre su ambición ofensiva

Los jugadores del Real Zaragoza celebran el primer gol ante el Extremadura.
Los jugadores del Real Zaragoza celebran el primer gol ante el Extremadura.
Toni Galán

Solo fue un partido, pero algo ha cambiado. Bueno, algo... El adverbio indefinido algo no se ajusta al viraje radical que experimentó el Real Zaragoza en solo 90 minutos. Porque fue mucho más que algo. Incluso mucho más que los tres convencionales puntos que premian cada victoria. Sí, se generaron tres vitales puntos con los que escapar después de un mes en las brasas del descenso. Pero además hubo fútbol, ambición, la certeza de que el Zaragoza no agoniza. La esperanza. Por fin, la esperanza.

No es este el momento de hablar de que Idiakez era (y es) un buen chico, del currículo irrebatible de Lucas Alcaraz; pero el regreso de Víctor Fernández al Zaragoza ha producido una inmediata reacción. Cierto es que el enfermo estaba deportivamente tan malito que cualquier mejora se recibe como una felicidad extraordinaria. Son las cosas que pasan cuando la vida corre peligro... Tan cierto como que esta efusividad en la recepción de las buenas noticias vino acompañada de algo más del imprescindible marcador. Sí, vino acompañada de fútbol. Por fin, fútbol.

Se vio ante el Extremadura a un Zaragoza distinto. Más alegre. O sea, por fin alegre. Regresó el tridente, luego desarrollado en el mismo partido con enriquecedoras variables ofensivas (Papu) y defensivas (el repliegue de Álvaro). Solo llevaba Víctor Fernández tres días en el banquillo, pero el partido a fe que estaba preparado. Mucho y bien preparado. Jugó con defensa de cuatro, con la novedad de Zapater como lateral derecho, con Guitián y Álex Muñoz de centrales, con Lasure en el lateral izquierdo. En el medio, Guti, Javi Ros e Igbequeme. Este último, Igbekeme, quizá merecería otro apartado, pero hoy queremos hablar sobre todo del nuevo poderío ofensivo.

El tridente, igual este que los anteriores que se han esgrimido durante este curso, nace de Pombo, de su capacidad para elaborar y también finalizar. Pombo como factor vertebrador del ataque y como factor desestabilizador. En la combustión zaragocista, la chispa siempre es Pombo. Ardió el fútbol del Zaragoza, siempre encendido por Pombo. Álvaro Vázquez y Marc Gual fueron y serán dos elementos imprescindibles. Entre otras razones, porque a fecha de hoy no hay más.

Sí podría haber más con Papu, que regresó el sábado desprovisto de la retórica barata que él cree que le engrandece cuando en verdad no deja de ser materia grasa de un proyecto con fibra de futbolista. Cuando simplifica su fútbol, cuando encara, cuando finaliza, Papu suma. Por sumar, sumó hasta un golazo. Antes, había igualado Pombo, que además de chispa, también tiene pólvora. Un verdadero pepino, con pe de Pombo.

Si Papu abanderó una rica variante ofensiva, Álvaro tapó el flanco izquierdo cuando la pelota la gobernaba el rival. Se esforzó Álvaro ¡en defensa! Es mucho más jugador de lo que hemos visto en Zaragoza.

Hay más. A la nueva concepción de este Real Zaragoza que ataca con todo, también hay que subrayar la energía emanada de la grada. La Romareda fue un sumando más en esta adición que ojalá derive en adicción. Todos ayudaron para devolver al Zaragoza a su gloria pretérita. Los jugadores dieron lo mejor. También dio lo mejor de sí Víctor. Y el público, que prefirió olvidar sus decepciones anteriores para arropar a su equipo fuera ganando o perdiendo, que también lo fue. El nuevo Zaragoza que se vio el sábado, el que no perdió ni el sitio ni la fe pese a ir por detrás en el marcador, el que supo remontar, el que ganó con todas de la ley, el que después de tanto tiempo volvió a enganchar, es el Zaragoza que todos queremos. El que atacó con todo para volver a ganar.

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