¿Regreso al pasado de Lalo, con Juliá y Culio en febrero de 2016 a cuenta de Guitián?

Las singulares negociaciones del Real Zaragoza para volver a fichar en el mercado invernal al central Guitián, ahora en Valladolid, retrotraen las cosas a tiempos ásperos aún recientes.

Se viene expandiendo por Zaragoza con cierto énfasis en las últimas horas el hondo interés del Real Zaragoza por volver a fichar, menos de dos años después de su abrupta salida, al central Alberto Guitián. En Valladolid, su actual lugar de radicación (en la noche del miércoles jugó unos minutos con el Real Valladolid en Copa ante el Mallorca), la profundidad del asunto no tiene la misma medida. El globo sonda, que tiene doble efecto desde el emisor zaragocista, pues permite en una semana incandescente por los malos pasos del equipo hablar de un fichaje que venga a sustituir con la celeridad que marca la normativa al lesionado y operado Grippo y, de paso, pulsar la reacción de la afición ante la posibilidad de repescar a un jugador estigmatizado tras la vergüenza histórica de Palamós, aquel 6-2 ante el descendido Llagostera que arruinó la temporada 2015-16 y provocó una catarsis deportiva y moral en el equipo por fuerza.

En cualquier caso, si el Real Zaragoza acabase entrando hasta el final en esta operación, se llevaría a cabo un singular regreso al pasado reciente que, analizado ya a modo de hipótesis, provoca extrañeza, efectos secundarios anómalos en un club que no está para añadir serrín a los cojinetes de sus piezas de rodamiento sino, al contrario, para buscar soluciones más engrasadas, más naturales, más comprensibles para la generalidad de su numerosa masa de seguidores. La posible contratación de Guitián a estas alturas de la vida es, en su simple planteamiento, un 'flashback' que rasca el cerebro de muchos blanquillos. Una analepsis que se tendría que justificar con mucha precisión para que pudiera tener una digestión medianamente agradable.

Guitián, de culminarse este tanteo publicitado en las últimas horas, llegaría al Real Zaragoza por segunda vez en un mercado de invierno para remodelar una plantilla a la desesperada. Y traería a primer plano del escenario visual su anterior aterrizaje en Zaragoza, en febrero de 2016 (hace menos de tres años naturales, por lo tanto), de la mano del director deportivo, Narciso Juliá, y acompañado el día de su presentación del centrocampista Culio. Uno de los fichajes más contra natura que ha hecho el Zaragoza a lo largo de su historia y que, por ello, generó una puesta de largo sin precedentes, en la que el argentino, que venía de Las Palmas tras insultar a la afición zaragocista poco antes a cuenta del ascenso que lograron los canarios a costa del Real Zaragoza en la Promoción, fue recibido de uñas y tuvo que tomar la palabra sobre el césped de La Romareda para limar asperezas, besar el escudo y escenificar una penitencia ante los asistentes a aquel evento de modo que su entrada en el zaragocismo no fuese tan incendiaria como las circunstancias advertían. Aquel capítulo estrambótico amainó de entrada la acritud de la gente, pero el tal Culio acabaría saliendo del Zaragoza por la puerta de atrás y con un aura que no mejoró (era complicadísimo, claro) las sensaciones contraproducentes con las que vino.

Pues bien, en aquella mañana de febrero de 2016, los que acapararon el 99,99 por ciento del tiempo, de las fotografías, de las imágenes de televisión y de las líneas de periódico del día después fueron Culio y Juliá. El tercero en discordia, que pintó en aquella presentación coral como Pichorras en Pastriz, fue Guitián. Tenía que estar, porque fue el último fichaje justo al cierre del mercado, que se había estirado hasta el 1 de febrero extraordinariamente, pero fue un accesorio de principio a fin, entre otras cosas porque era un gran desconocido para la inmensa mayoría de los presentes y ausentes. Guitián llegó al estadio en segunda fila. Apenas habló en el estrado en la rueda de prensa, donde todos los tiros fueron a Juliá y Culio. Y, sobre la hierba del campo, su papel fue secundarísimo, mucho más cuando Culio se fue a hablar con la afición y eclipsó todo lo demás con su monólogo de contrición.

Este traslado rápido que el cerebro zaragocista hace a ese día cuando se le nombra la posible vuelta de Guitián al Real Zaragoza sugiere sorpresa y una curiosa figura casual: si entonces fueron Narciso Juliá, el director deportivo con el que se trajo a Guitián al Real Zaragoza, y el argentino Culio, su compañero de bautismo, quienes debieron suplicar perdones, rectificaciones, bajadas del pedestal y demás edulcorantes a un pasado reciente de conflicto, quien en ese momento fue convidado de piedra y asistió durante una hora con cara de despistado a aquello que no iba con él pero que debía tragarse como una ración de aceite de ricino a palo seco - es decir, Guitián-, tal vez ahora tendría que pasar por un proceso semejante. Esto sería así porque, como en Zaragoza no se olvida, su marcha al Valladolid, renunciando a la oferta de renovación que le hizo el equipo aragonés tras el oprobio de Palamós y describiendo en su presentación en Zorrilla un panorama poco amable en Zaragoza en aquel presente y el futuro que venía.

Sería curioso que Lalo Arantegui comenzara la revolución de invierno en el apurado Real Zaragoza de 2018 con la última pieza con la que la remató Narciso Juliá, su predecesor, en 2016. 

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