Lucas no arranca

El cambio de entrenador aún no ha reanimado al Real Zaragoza: 4 puntos de 15 tras el relevo de técnico. Al equipo le sigue condenando su débil defensa, su indefinición táctica y su poca creación

Lucas Alcaraz, en un entrenamiento del Real Zaragoza
Alcaraz no arranca
José Miguel Marco

Cinco partidos y poco más de un mes después del relevo de entrenador, el Real Zaragoza sigue tan indefinido e inestable como en las últimas semanas de Imanol Idiakez al frente del equipo. No, no ha habido ‘efecto Lucas Alcaraz’ en los resultados. Ni siquiera un impacto efímero, aunque fuera una reacción gaseosa, en el rendimiento del conjunto aragonés, algo que, en otros episodios de las últimas cinco temporadas, quizá sí pudo observarse en situaciones similares, como cuando Popovic relevó a Víctor Muñoz, César Láinez a Raúl Agné o Carreras a Popovic, aunque al catalán le hicieron falta unos cuantos fichajes invernales para poderle meter la espuela definitiva a aquel Zaragoza que levantó el vuelo hasta la tormenta del Llagostera. Quizá, el caso de Lucas Alcaraz pueda asemejarse a éste, quien necesitó del paso de varias semanas durante enero y febrero, la llegada de refuerzos y la recuperación de bajas formas individuales antes de que el Zaragoza despegara de verdad.

Como hiciera hasta entonces Lluis Carreras, el actual técnico ha removido cimientos, alterado planes tácticos, modificado posiciones y futbolistas, probado soluciones… Al equipo se le aprecian otras maneras, algunos puntos de mejora, detalles de rearme colectivo… Pero sigue siendo insuficiente. Al Zaragoza le sigue faltando algo más que los esfuerzos de su entrenador para considerarse un conjunto fiable, con argumentos competitivos que le permitan estirarse en la clasificación.

En sus cinco jornadas como guía del Zaragoza, a Lucas Alcaraz apenas le respaldan los números. Las matemáticas condenaron a Idiakez y las matemáticas señalan al granadino. Ha sumado cuatro puntos de cinco posibles. Demasiado pocos: un ratio de 0,8 por partido, cuando Idiakez fue despedido con 1 punto sumado por jornada. Los datos goleadores tampoco se han reparado, ni en un sentido ni en otro. El Zaragoza de Lucas Alcaraz encaja 1,8 goles por partido, por los 1,1 que recibía con Idiakez. En ataque, tampoco se colorea el rendimiento: de los 1,2 goles por encuentro que se marcaban antes del relevo del entrenador, al gol por partido con Alcaraz. Así, la clasificación se explica por sí sola: Idiakez dejó al equipo 16º y ahora es 18º.

Como se ve, el giro en el banquillo no ha espoleado nuevas dinámicas ni ha corregido declives. Pero Lucas Alcaraz no se ha encontrado tampoco un contexto sencillo para que eso haya sido distinto. La herencia recibida de Idiakez le está pasando una alta tasa impositiva: bajas formas individuales, acumulación de lesionados, desorientación futbolística, pérdida de identidad y un estado emocional corroído por los malos resultados. Casi todos estos factores exigen cierto periodo de tiempo para su reordenamiento. De momento, Alcaraz ha multiplicado esfuerzos e intentos. Ha aparcado el 4-4-2 en rombo e instaurado otro esquema que se adapta a la realidad de la plantilla como el 5-3-2. Sin embargo, las carencias son similares: al Zaragoza le siguen penalizando los errores individuales, su debilidad defensiva va más allá de cuestiones tácticas, continúa sufriendo graves problemas en la creación y en el ataque posicional. No se le observan patrones claros para generar ocasiones. El cambio de sistema y sus subsiguientes medidas (probar diferentes defensas, carrileros o fórmulas en el centro del campo), tampoco han aclarado nada, de momento.

Al contrario, el Zaragoza de Idiakez acabó desnaturalizado y abrasando una idea de juego que se había perfeccionado con Natxo González, pero sus intenciones, hasta el final, siguieron un sentido. Ahora, el Zaragoza no se sabe si propone o si dispone. Si busca la posesión o la posición. Si pega o espera. Si quiere la pelota o si quiere los espacios. Sigue habiendo una profunda grieta de identidad en el fútbol del equipo.

A Alcaraz le está costando encontrarle la tecla a la plantilla en determinados aspectos del juego (ofensivos, principalmente), pero, no obstante, sí que ha dejado su sello en otros. Aunque siga encajando goles, el equipo ha mejorado su compostura defensiva. Está mejor ordenado, hay más ayudas y vigilancias, hay zonas del campo, como las bandas, que se han equilibrado, hay menor distancia entre líneas… Viejas pinceladas del conservador manual de Alcaraz. De momento, esta tímida progresión colectiva apenas le da al Zaragoza para competir contra ciertos rivales porque sigue estando demasiado expuesto al error. En sus cinco partidos con el equipo, se ha manifestado que el Zaragoza está muy lejos de la exigencia de conjuntos como Granada o Alcorcón, de la zona alta, aspirantes al ascenso. Sin embargo, con su estado actual, aún puede mantenerle la mirada a otras escuadras de menor estatura como el Elche (pese a aquella derrota) o el Nástic, de la sección baja de la tabla, o incluso al Mallorca, que ronda la promoción. Esa es ahora la realidad del Zaragoza.

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