El Real Zaragoza agrava su crisis al caer 1-0 en Soria en un horrendo partido

Un penalti marcado por Viguera a falta de 4 minutos sentencia una preocupante derrota que mete a los de Idiakez en una espiral peligrosa en la clasificación.

Partido Numancia - Real Zaragoza
Partido Numancia - Real Zaragoza
Daniel Marzo

El Real Zaragoza volvió a perder, lejos de ganar, que era la única medicina útil en la noche sabatina en Soria. El Numancia lo superó por 1-0, con un gol postrero de penalti anotado por Viguera, en un duelo de pésimo fútbol por parte de los dos contrincantes que, por ende, quien acabó llevándoselo fue el menos malo. Los de Idiakez se introducen así en una peligrosa espiral de resultados, que ya dura 5 semanas, y que se va a ver reflejada en la clasificación de manera preocupante al término de esta 9ª jornada.

Espantoso. Horrendo. Infumable. El primer tiempo de ambos equipos fue impropio de un partido profesional. Así de crudo. Sin aderezos ni colorantes. Y, visto desde el prisma del Zaragoza, de un equipo que llevaba 4 partidos sin ganar, que necesitaba vencer en Soria para diluir la sensación creciente de crisis, tal circunstancia fue un mal análisis, una impresión visual terriblemente preocupante. Porque, pisando el área rival solo una vez durante los 47 minutos iniciales, el fútbol hace daño a los ojos. Por pura lógica. Sin observar la actuación del equipo con ningunas gafas. A pupilas limpias.

El 0-0 del descanso fue esta vez la evidencia de un castigo mayúsculo, el que ofrecieron numantinos y zaragocistas a los aficionados que se dieron cita en Los Pajaritos y a los que, si tuvieron aguante y ganas, vieron semejante ofensa al balompié a través de la televisión. Los de casa, incapaces de romper el estático planteamiento de los blanquillos porque a los de Soria les faltó velocidad, rapidez de pensamiento cuando tenían el balón por la zona medular, que fue la mayor parte del tiempo. Y los forasteros, el raquítico Zaragoza que en esta noche de octubre dirigió Idiakez, porque pareció salir al césped solo a defender su marco, a evitar que volviera a recibir un par de goles Cristian Álvarez, como en los últimos desplazamientos.

Ante la baja de Gual por lesión, tocaba ver por dónde modificaba su sistema el técnico vasco. Y sorprendió. De lo lindo. En el once inicial había cuatro centrocampistas puros: Eguaras, Ros, Zapater e Igbekeme. Todos juntos. Fue el africano, el reaparecido James, el que se mimetizó como mediapunta, como presunta cabeza de rombo por detrás de los dos puntas, Pombo y Álvaro Vázquez. Este dúo no vio pelota en todo el tiempo. Aislados del mundo. Pero es que Igbekeme, en su nuevo rol, también fue un jugador ausente. Pasaron, todos, minutos y minutos sin oler de qué iba la película. Y como por detrás, ni Eguaras (que está lento y sin sintonía), ni Ros ni Zapater fueron capaces de engendrar una sola jugada potable, el desastre ofensivo fue in crescendo hasta un límite de rubor.

La única vez que el balón anduvo cerca del marco del portero soriano fue en el minuto 6, cuando Zapater lanzó una falta lejana y Verdasca peinó mal, fuera, a un metro del palo, sin peligro no obstante. Y pare usted de contar. Así, obviamente, es imposible aspirar a nada más que un feo 0-0. En frente, un paupérrimo Numancia, con muchas ganas pero escasas ideas, iba de lado a lado, de banda a banda en la zona de tres cuartos, con centros del exzaragocista Oyarzun y de Nacho (sustituto enseguida del lesionado Medina), que nunca encontraron rematador porque Higinio, el ‘9’ castellano, no tenía su día. El menos malo fue otro exblanquillo, el verdugo del año pasado en la Promoción, Pape Diamanka, que intentó penetrar y llevar pelotas al área sin éxito, como en un disparo suyo en el 38 que se le marchó desviado desde la corona. Antes, solo un cabezazo del oscense Dani Calvo a la salida de uno de los numerosos córners que botó en Numancia, acabó con un remate, de cabeza, fuera del marco. Nada más dejaron unos y otros al silbido de Arcediano Monescillo para que tuviera lugar el intermedio. Una pesadilla.

Idiakez tenía que mover ficha porque así era un imposible sacar los 3 puntos de Los Pajaritos. Dejó en la ducha al etéreo Eguaras y metió en danza a Aguirre, en busca de efervescencia hacia arriba. Ros se metió de pivote e Igbekeme se retrasó 20 metros para ocupar su lugar de volante. La cosa fue un claro 4-3-3, con Aguirre de interior zurdo, Pombo por la derecha y Vázquez de ariete. En el arranque del segundo tiempo, con todo el mundo en las gradas alucinando del pestiño que se estaba viendo hasta entonces, pareció destilar mayores ganas en los zaragocistas por irse al ataque. Un par de ataques en el área local, una falta lateral fatalmente botada por Aguirre, un disparo lejano de Verdasca que paró Juan Carlos… viniendo de tanta escasez, aquello sonaba a distinto.

El Numancia espabiló e Higinio dio señales de vida en el minuto 53, al disparar cruzado en el área tras ganar la posición a Grippo y obligar a Cristian Álvarez, inédito hasta entonces, a rechazar con algún apuro bajo palos. El tiempo de la especulación, del ritmo cansino, parecía tocar a su fin. Por orgullo y amor propio, se presuponía, de todos los protagonistas que había sobre la hierba de Los Pajaritos. Continuar con el mismo talante del primer tiempo iba a dejar para los restos un partido infame que debían restañar mínimamente.

En estas, otro tiro en el pie para el Real Zaragoza. Se lesionó Álvaro Vázquez, que pidió el cambio de súbito. Era el minuto 60 e Idiakez lo sustituyó por Soro. De repente, el cuadro blanquillo se dispuso a afrontar el final del duelo sin delanteros natos. Ni Pombo ni el joven cincovillés lo son. El Numancia, con el tercer ex del Zaragoza, Mateu, relevando a Yeboah, metió una velocidad más y rápidamente generó la ocasión más clara hasta ese momento, en el minuto 63, cuando Diamanka se fue de Grippo, entró mano a mano en el área, y su disparo duro lo sacó a córner Cristian Álvarez con el cuerpo. El argentino adoptó de nuevo el modo salvador. Mesías, diríase.

El Zaragoza logró hilvanar una contra, por fin, en el minuto 66. La llevó arriba Aguirre, cuyo centró lo dejó atrás Benito para que Pombo, desde la corona y a placer, voleara fatal, alto, casi fuera del estadio. Al menos se apreció alguna intención en esta jugada. El referido Benito pareció venir a la vida por unos momentos y sus galopadas por la derecha dieron oxígeno al equipo. El Numancia tampoco era capaz de mantener un ritmo ofensivo con cierta constancia. El segundo tiempo era ligeramente menos dañino a la vista de cualquier espectador, pero seguía sin llegar a los mínimos para ser considerado digno de la Segunda División española. Y con la lesión de Oyarzun y la entrada de Viguera en la punta soriana se alcanzó el último cuarto de hora. Ahí se iba a cocer todo lo que pudiera venir, si es que eso era posible, si es que alguno de los dos equipos tenía guardado en la chistera algún conejo de la suerte.

En el minuto 80, otro contragolpe de Aguirre (que dejó destellos un día más para sopesar mayor participación en el equipo) acabó con un centro cerrado de Lasure que no halló rematador a bocajarro. Ni Pombo ni Soro estaban en el sitio. Faltaba un ‘9’ en toda regla para acabar en gol este modelo de jugada. Cuestión de sentido común. No es una exigencia exagerada ni capciosa. Al hilo de esta ocasión, Idiakez mandó prepararse al colombiano Jeison Medina, singular su caso. Pero no le dio tiempo a salir con la cosa abierta porque Grippo, en pugna con Mateu, tocó el balón con la mano y Arcediano pitó penalti. Solo faltaban 4 minutos para el final. Y Viguera, recién salido, lo transformó en el 1-0, batiendo por primera vez a Cristian Álvarez desde los once metros. Esta vez el argentino no pudo hacer nada.

El partido ya se moría. No quedaba tiempo apenas. Aún así, en un coletazo de muerte, Grippo, que había protestado pena máxima por un agarrón tras un balón volcado al área local, cabeceó un córner y la pelota se marchó fuera cerca del palo izquierdo. Ahí pudo haber arreglado el Zaragoza el chandrío de noche que firmó en Soria. Hubiera sido rizar el rizo. El choque entró en los minutos de aumento con el público castellano eufórico, sin llegar a creerse cómo los suyos iban a llevarse 3 puntos vitales para huir de la zona baja de la tabla. La respuesta estaba en frente, en la triste, penosa imagen que dejó su rival, el abollado Real Zaragoza que se despeña en la clasificación y, ya sí, confirma que su crisis es de caballo, monumental, de órdago a la grande.

Cinco jornadas sin ganar para los de Idiakez. Solo 2 puntos sumados de los últimos 15. Un fútbol que se extravió en Almería y que ya no ha vuelto a verse ni por asomo. De repente, al Real Zaragoza se le aparecen sus peores fantasmas de los últimos años. En el campo, en el vestuario, en los despachos. En el equipo, en el cuerpo técnico, en el área deportiva y en toda la burbuja que tiene que ver con la estructura del actual plantel blanquillo. Palabras mayores. Hablan los resultados y la estética del equipo. Y cuando eso sucede, dice la vieja máxima que el resto ven y callan.

Ficha Técnica

CD Numancia: Juan Carlos; Medina (Nacho, 15), Dani Calvo, Atienza, Luis Valcarce; Escassi, Diamanka; Yeboah (M. Mateu, 62), Villalba, Oyarzun (Viguera, 72); e Higinio.

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Benito, Grippo, Verdasca, Lasure; Eguaras (Aguirre, 46), Javi Ros, Zapater (Medina, 86), Igbekeme; Pombo y Álvaro Vázquez (Soro, 60).

Árbitro: Arcediano Monescillo (Comité Castellano-Manchego). Amonestó a Zapater (41), Escassi (49), López Garai, entrenador numantino (58), Grippo (84) y Diamanka (87).

Goles: 1-0, min. 86: Viguera, de penalti.

Incidencias: Noche magnífica en Soria, con 20 grados tras un día soleado. En las gradas, sobre un aforo de 9.000 butacas, la entrada rondó los 4.500 espectadores, con casi 1.000 zaragocistas entre ellos. Se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la riada en Mallorca y del delegado del Nástic de Tarragona, José María Grau.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión