Pombo, el año del despegue

El joven canterano se perfila como una pieza fundamental en el actual equipo. Frente al Rayo Majadahonda mostró que va tomando el tono de quien extiende la influencia.

Jorge Pombo junto a Guti y Lasure, en el entrenamiento del pasado lunes.
Jorge Pombo junto a Guti y Lasure, en el entrenamiento del pasado lunes.
Raquel Labodía

Cuando Jorge Pombo mostró sus extraordinarias cualidades para el fútbol en un campo con fuego real, en partido de competición con el primer equipo del Real Zaragoza, Luis Carlos Cuartero, director general, le abrió todos los horizontes: estaba en sus manos llegar a donde quisiera, a donde se propusiese. Algo similar pensó acerca del canterano Natxo González, entrenador del conjunto aragonés la pasada campaña. En los albores de su segunda campaña completa con la primera plantilla, Jorge Pombo parece haber entendido y asumido el mensaje. Al menos esas impresiones dejaron los noventa minutos que firmó frente al Rayo Majadahonda.

Ya no es aquel joven e ilusionado canterano al que se le adivinan posibilidades, talentos sobrados, cuyas apariciones eran fugaces, por momentos brillantes. Tampoco se trata de que sea un buen complemento para el hombre de vanguardia y referencia ofensiva última. Frente al bloque madrileño empleó otros registros. Se le vio más maduro y hecho. Estuvo sereno y firme a lo largo del encuentro entero, sabiendo cómo emplearse exactamente en cada lance. Unas veces pugnó con los defensores, según era y mandaba el momento. En otras, corrió el hueco. En las más, protegió el balón. Cuando era el momento de esperar, lo hizo con templanza. Si tocaba romper, por fuera o por dentro, no dudó. Quiso para sí y tampoco perdió de vista a Marc Gual, al que trató de servir varios balones de gol y con quien empezó a dibujar una probable sociedad de vanguardia. Nunca desapareció del partido. Por supuesto, no cae en el olvido que fue él quien abrió la senda del primer triunfo zaragocista de la temporada, tanto de olfato y oportunidad, de saber estar: en el lugar adecuado en el momento oportuno.

Dotado de un físico poderoso y contundente y de unas condiciones técnicas muy notables, éste puede ser el año de la confirmación de Jorge Pombo, que renovó contrato con el Real Zaragoza en abril de 2017, relación contractual con el club del escudo del león que se extiende hasta 2020. Dicho contrato revela, entre otras cosas, la esperanza puesta por la dirección deportiva del Real Zaragoza en la evolución del futbolista, que si sigue en esta adecuada progresión dentro de un bloque aseado se convertirá, sin duda, en un extraordinario activo, deportivo y también económico.

Si ya fue la temporada pasada una pieza con peso específico propio junto a Borja Iglesias, hoy se presume fundamental en los engranajes ofensivos. Con Marc Gual todavía tierno y en fase de adaptación al equipo, a la ciudad y a la cultura propia de esta tierra, Pombo asumió el pasado domingo galones y responsabilidades, pesos, en definitiva, de orden colectivo. Cuando al calor de la refriega el rival le quiso buscar el flanco de su temperamento, no lo encontró. Respondió con la madurez de quien está por completo centrado en aquello que es esencial y que trasciende la suerte individual.

Junto a Javi Ros fue el otro nombre propio que ayuda a dar explicación de fondo a la primera victoria del Real Zaragoza en la presente campaña, más allá de los tantos que anotaron uno y otro. El peso de Jorge Pombo en el equipo comienza a desbordar los límites de su estricto papel, para extender la influencia de su fútbol a ámbitos que más tienen que ver con valores colectivos que con oros individuales.

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