Verdasca, año II

El joven central portugués, tras un irregular y dispar aterrizaje en el Zaragoza el curso pasado, vive una abrupta pretemporada que ante el Leganés enrevesó en una tarde negra.

Momento en el que Idiakez sacó del campo de inmediato a Verdasca, en el minuto 59 del choque ante el Leganés (izda.). A la dcha., dos capturas de televisión en las jugadas donde el portugués perdió el norte al inicio de la segunda parte.
Momento en el que Idiakez sacó del campo de inmediato a Verdasca, en el minuto 59 del choque ante el Leganés (izda.). A la dcha., dos capturas de televisión en las jugadas donde el portugués perdió el norte al inicio de la segunda parte.
Daniel Marzo/RZ TV

Diogo Verdasca, defensa central del Real Zaragoza, fue, de todas las cuestiones que generaron preocupación en el partido de este sábado ante el Leganés (derrota 5-2 en Calatayud), la más aparatosa cuestión a analizar. Y sin demora. Por la singularidad del futbolista y por los antecedentes que ya tiene después de un año en el club zaragozano. Lo ocurrido con Verdasca en el campo de San Íñigo es más serio de lo que pueda parecer a muchos ojos benévolos en un periodo de pretemporada como el que ahora se está viviendo, los mismos ojos que siempre tendieron a esa postura benéfica para con el luso porque siempre pareció que así venía recomendado en el prospecto que traía cuando Lalo Arantegui y José Mari Barba lo trajeron hace 13 meses del Oporto B.

Por un lado, Verdasca cometió un error grave en defensa que costó un gol al equipo. Un error grosero en un control mal orientado y administrado en una zona letal para el colectivo. Fue el 1-3 al poco de iniciarse la segunda parte. Un tanto que reventó cualquier opción de repunte del Zaragoza, que venía de acortar distancias (2-1) justo antes del intermedio en pos de arreglar el 2-0 en contra de los primeros minutos.

Por otra parte, Verdasca, afectado por semejante yerro mayúsculo a título individual, perdió el oremus instantes después al llevar a cabo una entrada brutal sobre un rival (Ojeda), en medio campo (incluso en campo contrario todavía), impropia de un amistoso e impropia de cualquier partido de fútbol... por innecesaria y excesiva. El árbitro, el aragonés Aranda Anquela, recién ascendido a Segunda B, estuvo condescendiente y solo le mostró la tarjeta amarilla, cuando la roja a nadie hubiese extrañado porque era lo suyo. Incluso desde los graderíos, muchos seguidores aún enojados por el fallo reciente de Verdasca que había costado el 3-1 adverso, pidieron voz en grito al juez del partido que lo expulsara. Era el minuto 55 y hubiera dejado al equipo en mortal inferioridad numérica prácticamente medio partido.

Todo esto, agitado a toda velocidad y mezclado en la coctelera del cerebro de Imanol Idiakez en el banquillo zaragocista, hizo que el entrenador lo sustituyera de inmediato. Lo llamó a la banda y metió a Torras en juego. Se cargó así la prueba de los tres centrales, de la defensa de 5 con los laterales largos que había decidido ensayar a partir del descanso por primera vez en lo que va de temporada. Pero Idiakez prefirió eso que arriesgarse a tener un jugador fuera de sí en el campo que estaba pidiendo a gritos el relevo por el bien general.

Después de lo visto y conocido de Verdasca durante la larga temporada pasada, este episodio negro de Calatayud ante el Leganés seguramente no sorprendió a un alto porcentaje de zaragocistas. Todo lo que pasó en campo bilbilitano ya sucedió el año pasado en los partidos oficiales de Segunda División en una o varias ocasiones con Verdasca como sujeto protagonista. La expulsión absurda y fuera del tiesto (ante el Cádiz), las pifias irreparables en zonas defensivas que costaron goles y puntos (Oviedo, Alcorcón...). Por eso, apreciar de nuevo al jugador de Guimaraes metido en reiteraciones de este tenor causa respeto, cuando menos. Es como si no hubiera avanzado nada en el tiempo. Como si los 12 meses anteriores de enseñanzas, experiencias y aprendizajes los hubiera extraviado durante las vacaciones.

Verdasca no lleva una buena precampaña, como unos cuantos más de los jugadores ya conocidos. Mitad por él, mitad porque el nuevo entrenador, Idiakez, en su búsqueda de soluciones ante la baja indefinida del medio centro Eguaras, está utilizando al luso en esa atípica posición de distribuidor de juego en la línea medular durante minutos y minutos, partidos y partidos. Y al portugués no le están saliendo bien las cosas en líneas generales, lo que no le ayuda a centrarse en su rol habitual de central, que casi no ha desempeñado.

Al joven zaguero de 21 años le aguarda un año de máxima exigencia. Su controvertido arranque del año pasado como zaragocista (siempre generó filias y fobias, debates inacabables), que halló a su favor el subterfugio del debutante, del aún inadaptado al medio ambiente, del chico nuevo que necesita tiempo y calma alrededor para cuajar -escudos protectores que salieron desde la propia área deportiva y sus círculos concéntricos por ser una apuesta muy particular-, es complicado que tenga vigencia por dos años.

Verdasca tendrá que rendir desde el principio con arreglo a las expectativas que hay depositadas en su figura. Como todos los novatos del año anterior que, por ende, ya no lo son ahora. El portugués tendrá que alcanzar una solvencia de crucero a la altura de sus mejores momentos en la segunda vuelta de la pasada liga, cuando pareció pisar tierra durante un tramo del torneo y emitió señales de mejoría tras sus primeros meses de preocupar.

Por esto, lo sucedido hace pocas horas en Calatayud ante el Leganés no juega a favor de Verdasca en estos primeros pasos de la temporada 2018-19. Y por eso origina preocupación. No es para menos. Por más que diga el prospecto en el epígrafe 'recomendaciones de uso', el fútbol habla por sí solo. Como este sábado en el campo de San Íñigo.

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