Duro despertar zaragocista tras una increíble eliminación

Los aragoneses, tras un mal primer tiempo, perdonaron una goleada tras el descanso y pagaron caros sus continuos errores ante el gol.

Real Zaragoza - Numancia
Real Zaragoza - Numancia
Toni Galán / Oliver Duch

Inexplicable con palabras. Difícil de asumir. El Real Zaragoza cayó eliminado ante el Numancia y no jugará la final por el ascenso a Primera División. Perdió 1-2 ante los sorianos en un partido donde debió ganar por goleada tras una concatenación de oportunidades cristalinas de gol falladas ante el marco castellano. Para que todo fuera más doloroso aún, el tanto decisivo de los visitantes llegó en el último minuto, cuando la prórroga estaba ya asumida por todos. Y lo marcó un exzaragocista, Diamanka. Fue una tarde horrible para el zaragocismo.

La primera parte fue un claro paradigma de lo que es el fútbol de promoción. Nervios, tensión de 360 voltios sobre el césped. Real Zaragoza y Numancia atenazados por la responsabilidad, por saber que uno de los dos se iba de vacaciones al término de la tarde. Los sorianos, con el timón del balón desde el inicio, pues el 1-1 de la ida en Los Pajaritos les obligaba a marcar en La Romareda para tener opciones de pasar a la final. Los aragoneses, con el escudo protector del gol de Zapater en campo castellano, sabedores de que el 0-0 corría a su favor. Fue un periodo denso, sin fútbol combinativo por parte zaragocista y con mayor iniciativa del Numancia, que tocó más y mejor la pelota en la línea de tres cuartos.

El resumen de este feo tramo, repleto de contactos, de faltas, de presión en las marcas por parte soriana sobre la salida de atrás del Zaragoza, es corto. Nacho, extremo visitante que tuvo que sustituir nada más empezar el partido a Medina (minuto 7) por lesión, disparó al poste en el minuto 30 y puso el nudo en la garganta de la febril afición blanquilla, que llenó el estadio como hacía tres años que no sucedía. En el 42, Higinio cabeceó en el área pequeña un centro de Markel Etxebarría y el balón se marchó fuera rozando la escuadra con Cristian Álvarez ya vencido. Fueron las dos oportunidades rojillas que pudieron voltear el sentido de la eliminatoria. En el otro área, lo más venenoso que generó el Zaragoza llegó en el 45, ya cuando el descanso estaba próximo. Zapater cabeceó en carrera un centro de Toquero pero, con todo a favor, el remate se le fue al centro de la portería, a las manos de Aitor Fernández, que detuvo bien.

Entremedias, escarceos de unos y otros. Amagos de llegadas, acciones inconclusas. Una penetración de Borja Iglesias en el minuto 19, tras un pase de Papunashvili, que el gallego prefirió continuar con otro pase a Toquero en vez de rematar él, cosa que pedía la jugada ya en el área. Carlos Gutiérrez se interpuso casi bajo palos para desviar a córner y evitar el 1-0. O una falta lejana, desde 30 metros, que Grippo lanzó con potencia pero demasiado alto. Nada más. Escasa producción ofensiva para lo que se ha visto en La Romareda en la segunda vuelta de la liga. Y es que los ‘play off’ son otro mundo. El de la histeria. El de la personalidad transformada de futbolistas generalmente desacostumbrados a tanta exigencia.

El Zaragoza jugó con el marcador y con el reloj. Una apuesta legítima, ganada en Soria 72 horas antes, pero que tenía sus riesgos serios. Un gol numantino podía derivar en un mal mayor. Por su parte, el Numancia afrontó el partido con el rol del no favorito, del que tiene su año bien cumplido y busca el premio gordo en la lotería. Nada que perder tenían los de Arrasate en La Romareda y se mostraron descarados, con la lección bien aprendida. Eguaras no vio el balón nunca en condiciones. Los puntas, Iglesias y Toquero, apenas participaron del juego. Febas y Papunashvili fueron marcados a fuego, sobre todo por el aguerrido Escassi, que tuvo que ser amonestado al final para frenar sus ímpetus.

Los laterales, esta vez Benito y Lasure, subían poco la banda y sin suministro potable hacia sus ubicaciones. El Zaragoza fue un equipo tenso, atrapado por la electricidad de un día de tal pelaje. Y el Numancia apostó por generar dudas en los locales, por estar bien posicionado en lo suyo, por llegar al final del duelo con posibilidades de dar la campanada. El descanso marcó una frontera que requería de órdenes claras y novedosas en ambos vestuarios, sobre todo en el que comanda Natxo González.

En la primera jugada del segundo tiempo, bajo el aguacero, Zapater (de nuevo) tuvo el 1-0 en sus botas. Borja Iglesias filtró un balón de oro y lo dejó solo ante el portero. El ejeano pensó, disparó cruzado, pero el remate se le fue por centímetros fuera, rozando el palo derecho. Una pena. Era un momento clave para haber marcado el camino del éxito desde el mismo inicio de la reanudación. Al menos, pareció que algo había cambiado y que el Zaragoza ya no estaba tan atado mentalmente en este partido a cara o cruz. En el 52, en plena efervescencia, Toquero no llegó por milímetros a remachar un centro raso de Borja Iglesias a bocajarro. Otro gol que se fue al limbo por un pequeño matiz.

El equipo aragonés había salido lanzado. Había hecho buen efecto la conversación en la caseta. Y Papunashvili, en el 55, volvió a fallar lo infallable en una eliminatoria de este calibre. Se quedó solo, mano a mano, ante Aitor Fernández. Borja Iglesias le había dejado otro balón de oro, a placer. Pero el georgiano eligió mal y su culminación rasa la sacó a córner el guardamenta soriano con la punta del pie. Demasiados fallos claros, nítidos de gol, que dejaban vivo al Numancia de manera demasiado fácil. Ahí se debió apuntillar esta semifinal. Eran los instantes decisivos que el Zaragoza estaba dejando pasar peligrosamente. Se cruzaban los dedos bajo las butacas de La Romareda.

Y es que no se quedó la serie ahí. En el 60 hubo doble marro ante el portal numantino. Primero, Borja Iglesias, mano a mano otra vez ante Aitor, remató sobre su cuerpo. La pelota le llegó a Papunashvili que, a placer, chutó fuera cuando el gol se cantaba en las gradas. Y en el 62, cuando aún se pellizcaba todo el mundo por semejante cadena de pifias ante el arquero numantino, de nuevo Borja Iglesias desaprovechó otro gol hecho. Regateó en el pico del área al portero y, algo escorado, disparó a puerta desguarnecida… pero fuera, lamiendo de nuevo el poste derecho. Era una barbaridad lo que había fallado el Real Zaragoza en este breve espacio de tiempo. Una goleada tiró a la basura.

Y, claro, el fútbol es un arma que carga el diablo. Un deporte canalla con los que no saben sacar provecho de sus virtudes. El Numancia llegó por primera vez en el 63 con cierto criterio al área zaragozana e Íñigo Pérez, desde la corona, sacó un disparo colocado que entró en la red de Cristian Álvarez a media altura cerca del poste izquierdo. El varapalo estaba servido. Parecía mentira. Era una pesadilla de imposible explicación cabal. El Numancia, a 27 minutos para el final, estaba clasificado y el torbellino zaragocista, por ende, eliminado. Tocaba apelar a la épica. Las cosas de la promoción.

El partido se volvió loco. Borja Iglesias falló un remate de cabeza claro en el minuto 70 a centro de Lasure. No dobló el cuello como era menester. El Numancia replicó con otro testarazo, de Guillermo, que paró en la raya Cristian Álvarez con muchos apuros. En la siguiente acción, Pombo, que había relevado a Toquero, lanzó en el área un derechazo que rechazó Aitor para que la pelota le cayera a Papunashvili, que no logró enlazar otro remate a escasos tres metros del gol. La grada animaba incesante. Había que salvar el mal como fuera. El equipo tiro de casta más que de cabeza. No se podía hacer más en tales circunstancias. Y el reloj corría a toda velocidad.

A falta de 11 minutos, en el 79, llegó el flotador a manos zaragocistas. Mikel González, el defensa central, empató y logró el 1-1 para disolver el peligro de muerte inminente. Borja Iglesias voleó en el área un centro largo, el balón superó por arriba a Aitor Fernández, que aún intentó evitar el tanto en la misma línea… pero Mikel la empujó dentro para desatar la alegría entre la congoja. La prórroga estaba servida salvo que alguno de los dos equipos marcase en los estertores del duelo.

El calvario zaragocista no se había acabado. Los duendes del fútbol querían que los aragoneses no tuvieran opciones de subir a Primera. Y en el 90, cuando ya no había capacidad de reacción, el exzaragocista Diamanka mató a su antiguo equipo. El senegalés cabeceó un centro al área, picado, y batió a Cristian Álvarez irremediablemente. La catástrofe había tomado cuerpo en La Romareda. Se consumó una eliminación increíble. Terrible. Dolorosa al máximo visto el devenir del segundo tiempo. Un sofocón repleto de lágrimas. El Numancia se lo ganó a pulso. Tuvo fortuna y acierto a partes iguales. El Real Zaragoza jugó mal la primera mitad pero, en la segunda, se hizo acreedor a una goleada a su favor. Un chandrío para la historia. Habrá una sexta temporada en Segunda División. El equipo aragonés se ha quedado en la orilla. Se acabó la temporada.

La Romareda canta a capella el himno del Real Zaragoza

La afición zaragocista animó al equipo durante todo el partido en las gradas de La Romareda

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Benito, Grippo, Mikel González, Lasure; Eguaras, Zapater, Febas (Buff, 83), Papunashvili; Toquero (Pombo, 62) y Borja Iglesias.

CD Numancia: Aitor Fernández; Markel Etxebarría, Elguezábal, Carlos Gutiérrez, Saúl; Escassi, Íñigo Pérez, Diamanka; Medina (Nacho, 7), Marc Mateu (Pere Milla, 81); e Higinio (Guillermo, 60).

Árbitro: Cordero Vega (Comité Cántabro). Amonestó a Escassi (37), Elguezábal (40), Mikel González (72), Zapater (82) y Grippo (91).

Goles: 0-1, min. 63: Íñigo Pérez. 1-1, min. 79: Mikel González. 1-2, min. 90: Diamanka.

Incidencias: Tarde nublada en Zaragoza, con amenaza de tormenta, y 24 grados. Llovió desde el descanso. El césped de La Romareda presentó un buen aspecto. En los graderíos, lleno absoluto, más de 34.500 espectadores.

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