"Volveremos a Primera..."

Más de 500 seguidores zaragocistas dieron sentido al partido y ovacionaron al equipo al final.

Los zaragocistas desplazados no dejaron de animar al equipo.
Los zaragocistas desplazados no dejaron de animar al equipo.
Albert Salamé

"Volveremos, volveremos, volveremos otra vez... volveremos a Primera, volveremos otra vez", fue la cantinela, el ‘hit’ de la noche barcelonesa, que cantaron al unísono los más de 500 seguidores zaragocistas que se dieron cita en las semidesiertas gradas del Mini Estadi del Barcelona. Una pequeña fiesta particular para ellos, erigidos en embajadores de otros muchos miles que estaban en casa, en el bar, solo o con la familia y los amigos, viendo el choque por la televisión.

El zaragocismo estuvo muy bien representado anoche en la Ciudad Condal por decenas de peñistas, de particulares llegados a pasar un buen fin de semana a la segunda ciudad española y, también por infinidad de aragoneses que viven en Cataluña y que jamás fallan cuando su equipo del alma se acerca a jugarse los cuartos por este rincón de la piel de toro.

El final del partido, con todos los jugadores zaragocistas abrazándose en la celebración de su tercer puesto final en la liga y compartiendo la felicidad delante del fondo donde se ubicaban los hinchas blanquillos (que, por otra parte, estaban repartidos de manera numerosa por el resto de las gradas ocupadas del Mini), fue emocionante. Una miniatura de lo que viene ocurriendo en La Romareda hace un par de meses y medio cuando se tumba, uno tras otro, a los rivales de enjundia que han claudicado en el coliseo zaragozano.

El "Sí, se puede" que puso de moda la afición aragonesa en las permanencias en Primera de hace siete y ocho años ya, volvió a sonar. Pero anoche se prefirió cantar a todo volumen el "Volveremos a Primera, volveremos otra vez". Parecía mucho más contundente, con más mensaje, en una noche casi de verano que huele a promoción, a días de adrenalina a tope, de lágrimas (de alegría) a flor de piel.

A los jugadores se les despidió del césped como héroes. La segunda vuelta que han consumado bien lo merece. Imponente, soberbia en números y formas. Y luego, hasta más de media hora después, los más de 500 aficionados zaragocistas aguardaron en los aledaños del Mini Estadi para despedir al autobús igual que lo habían recibido hora y media antes del duelo ante el Barça B. Entre vítores y loas. Fue un círculo perfecto que unió las 6.45 de la tarde, con el sol en todo lo alto, con las 23.30 de una noche con aroma de canícula con el Tibidabo de fondo.

La gente está loca por sentir, por tener activada la ilusión del fútbol, eso que siempre hizo de Zaragoza algo diferente a otras muchas plazas españolas en la Primera División. Buscan al futbolista, al dirigente, al técnico, al periodista para pulsar su parecer, sus impresiones ante el sueño del ascenso. Quieren oír el sí, desean que este calvario en Segunda acabe en su quinta estación.

Enfrente, justo al lado del Mini Estadi, se alza el majestuoso Camp Nou, que anoche miraba de reojo al Real Zaragoza pelear con el equipo B del Barça en un lugar impropio de su historia y palmarés, de su grandeza como club y de la de sus gentes como afición en colectivo superlativo. En algún momento, el Camp Nou le hizo un guiño al zaragocismo. Seguro que, en su oscuridad y silencio, alguien lo vio. Quizá alguien lo captó con su móvil. El Camp Nou quiere volver a ver al Real Zaragoza en su escenario de cinco estrellas. Lo de ayer en este Mini Estadi que va a ser historia en breve tiempo quizá sea una metáfora del futuro que aguarda al Zaragoza en la acera de al lado. Su lugar. Su sitio. Donde tantas tardes de gloria firmó. Por méritos y fe no va a quedar.

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