Vidal Viñarás: "El zaragocismo de verdad es el que arropa en los momentos duros"

Vidal Viñarás de Blas (1963, Casarejos, Soria), escritor y extasiado zaragocista. Acaba de publicar ‘Casos y cosas del Real Zaragoza (1935-1954)’.

Vidal Viñarás, en una esquina de La Romareda.
Vidal Viñarás, en una esquina de La Romareda.
Toni Galán

Vidal Viñarás acaba de publicar ‘Casos y cosas del Real Zaragoza (1935-1954)’, un libro que reúne las primeras décadas del equipo aragonés. Ya ha agotado su primera edición. Habrá más ediciones y también se podrá adquirir en la tienda del club.

Con tanta gloria que contar, ¿por qué decidió estudiar ese periodo tan gris?

No eliges de qué equipo eres, es el equipo el que te elige a ti. Yo, afortunadamente para mí, soy del Zaragoza. Y he trabajado y vivido en Barcelona y Madrid; pero ni soy del Barça ni del Madrid. Cuando amas un equipo, lo quieres más si cabe en los momentos complicados, los años de que trata el libro. O los actuales. Ver La Romareda entregada empujando a un equipo en Segunda es maravilloso.

Hasta la llegada de Los Magníficos, en las oficinas del Real Zaragoza había más máquinas de escribir que trofeos...

Pero también fue un tiempo apasionante. El libro abarca desde el ascenso de Los Alifantes hasta 1954. Cuenta anécdotas, jugadores, incidencias, estadísticas, todas las alineaciones.

Un manual de supervivencia...

Ya lo creo, con crisis como las de las temporadas 46-47 y 47-48 en Tercera División, años con presupuestos de 7.000 pesetas de ingresos y 35.000 pesetas de gastos. Luego se construyó La Romareda y cambió todo. Pero para que ese tiempo maravilloso de Los Magníficos o Los Zaraguayos llegara, hubo zaragocistas que antes no abandonaron a su equipo.

Se puede decir más alto, pero no más claro.

Lo cuento desde la perspectiva de alguien que siente en lo más profundo de su ser el Real Zaragoza.

¿Desde cuándo?

Desde niño. Mi padre era almohadillero en La Romareda. Trabajaba de peón de albañil, pero tenía que trabajar en más ocupaciones para sacar la familia adelante. Éramos tres hermanos. Mi padre se llamaba Emeterio Viñarás Leonardo. Yo le acompañaba para repartirlas. Era principios de los años 70. Había que ir al campo dos horas antes. Después, me quedaba a ver el partido donde podía en la grada. Así me hice del Zaragoza.

Qué lujo en los 70, Los Zaraguayos, con Planas, Violeta, Arrúa...

Buenísimos. Pero mi favorito vino después: Pichi Alonso.

Pichi, que no Pichichi. Pichi Alonso fue el segundo máximo goleador de Segunda División en el ascenso del curso 77-78.

No lo sabía. ¿Quién fue el Pichichi de Segunda?

Castro, del Deportivo. Y detrás de ellos, Manolo Sarabia, entonces en el Baracaldo, y Poli Rincón, entonces en el Recreativo.

Ha pasado mucho tiempo desde que recogía almohadillas. Cuando el público se enfadaba y las tiraba al campo, también había que recogerlas. Me encantaba pisar el césped de La Romareda. Luego, mi padre me daba unas pesetas. Con eso dinerillo me iba merendar al bar Pedro XII, en la calle Pedro de Luna. Y con lo que me quedaba, me compraba cromos.

Es un gran coleccinista, cuentan...

Tengo más de 30.000 cromos. Solo del Real Zaragoza, tengo 4.000. También compraba los Dinámicos de Tomás Tocino e Hijos. Así me hacía todas las estadísticas. Todo hasta que aprobé una oposición y me marché fuera.

Pero no se olvidó del Zaragoza.

Claro que no. Estuve en Barcelona y en Madrid. En Madrid, al lado del Bernabéu, en la calle Padre Damián. Pero mi única camiseta blanca es la del Zaragoza.

La camiseta del león rampante.

Después volví a Zaragoza, me casé con una aficionada del Barça, Estrella. Tenemos una niña, Núria. Ellas y el Zaragoza son mis amores. Núria aprendió el abecedario ordenando cromos. Así he reunido todos los datos posibles, los 3.300 y pico partidos del Real Zaragoza. De este año quedan cinco partidos: el del Mini Estadi y los cuatro de la promoción. Subiremos, pero que nadie olvide que el zaragocismo de verdad es el que arropa al equipo en los momentos duros: en estos años en Segunda y en los años que trata el libro.

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