Jugar un partido de liga un lunes por la noche, hasta hace muy poco tiempo, era algo impensable. Algo inconcebible en los viejos (y caducados, LFP mediante) usos y costumbres del fútbol español. Ahora, una vez asumido que al fútbol-espectáculo se puede jugar a cualquier hora y en cualquier jornada de la semana, los protagonistas de la película analizan los aleatorios repartos de las franjas horarias desde otros prismas más subjetivos. Es el caso del Real Zaragoza y su cita en lunes en el campo del Cádiz, dentro de cuatro días.

El equipo aragonés, sumido en la pugna por alcanzar un puesto en la promoción de ascenso a Primera División, con una disputa coral entre una decena de equipos girando alrededor de los objetivos mayores, sabe que jugar a cola del calendario, con el conocimiento concreto de todos los demás marcadores, puede generar un grado de presión extra que, en caso contrario (jugar al principio de la jornada) no existe. Así lo reconoció este jueves Jorge Pombo, el portavoz de la caseta: “Yo prefiero jugar los viernes antes que los lunes. Los viernes juegas y no piensas en más resultados. Pero nos toca en lunes y hay que afrontarlo. Con tranquilidad”, dijo con resignación el aragonés. Esta es una sensación que siente la mayoría del equipo.

Esta percepción no tiene el mismo efecto cuando la liga discurre por fechas iniciales, o por esos tramos indefinidos dentro de la enorme longitud del torneo. Pero ahora, cuando ya todo es definitivo, cuando ha llegado la hora de la verdad y hay en juego todo un año, sí que tiene valores añadidos jugar antes o después. Solo las dos últimas jornadas se disputarán en horarios unificados, todos a la vez. Pero en Cádiz, el Real Zaragoza prevé que el hecho de jugar en lunes puede traer algún ruido inevitable a su alrededor en virtud de lo que puedan hacer los demás adversarios en la zona noble. Son los pros y los contras de este método de funcionamiento de la LFP.