Ahora es el tiempo del qué, ya no importa el cómo

Ante el Almería sumó los 3 puntos, cuestión capital en todos los partidos que restan, ya solo seis. Tras 8 meses de liga, son días que exigen solvencia por encima del método.

Zapater, ante la mirada de Pombo y Benito (más atrás), se lleva el balón en pugna con los almerienses Alcaraz y Estupiñán.
Real Zaragoza: ahora es el tiempo del qué, ya no importa el cómo
Guillermo Mestre

Los análisis de los partidos del Real Zaragoza de aquí al 3 de junio, fecha en la que concluirá la liga regular, hay que hacerlos desde el pitido final hacia atrás, retrocediendo hasta el momento del arranque del duelo. Es decir, justo al revés de lo convencional durante el resto del año. Porque, cuando la competición vive ya su tramo de desenlace irreversible, todos los equipos que se juegan cuestiones capitales convierten el resultado definitivo de cada choque en el asunto mollar.

¿Cuál ha sido el tanteador final? ¿Se ha ganado, o no? Por ahí comienzan las valoraciones. El resto de aspectos del juego, los detalles tácticos, los matices de índole técnica, todo lo que tiene que ver con lo físico, con el manejo de las sustituciones, con la elección de las piezas, con el talante del equipo en el ámbito colectivo ante cada rival de turno, pasan automáticamente al segundo plano de la evaluación. Algo que, durante los siete u ocho primeros meses de liga, es siempre a la inversa. Las sensaciones (¿recuerdan?) están ya caducadas. Solo sirve la realidad.

A finales de abril no es tiempo de aprender cosas nuevas (ahí patinó Natxo González en Vallecas hace una semana, cuando insinuó que la derrota ante el Rayo «servía de aprendizaje»). Lo que no está ya en el coco del alumnado a 40 noches de los exámenes finales, difícilmente se asimila en los días de máxima tensión, responsabilidad y exigencia. Por esto, lo que este sábado llevó a cabo el Real Zaragoza a lo largo de los 94 minutos de juego ante el Almería tiene una nota alta en la calificación.

Debía ganar el bloque aragonés y lo hizo bien. Para volver así a los puestos de promoción de los que se cayó hace siete días al perder en Madrid. Sabiendo sufrir cuando el ritmo del fútbol era cadencioso, en el largo periodo en el que la trama fue espesa y la plasticidad escasa. Vencieron los zaragocistas siendo persistentes en su empeño, sin caer en ningún cepo de nervios, en ningún colapso derivado de la impaciencia.

Le costó al Zaragoza casi una hora abrir el marcador. Llegó a los estertores del encuentro con la sensación de riesgo que siempre cuelga en la chepa a quien gana solo 1-0 y se ve acosado a la desesperada por el que anda por debajo, por muy mal que éste haya jugado ese día. Y fue capaz, sin alardes de ningún tipo, de hallar un resquicio extra para conseguir incluso el 2-0 a falta de 5 minutos. Unos grandes réditos en la suerte mayor, la del gol, la de apuntillar el marcador a favor cuando surgen curvas durante muchos ratos previos o la visibilidad del triunfo pasa por fases de nebulosa porque el rival se enroca atrás y la lucidez ofensiva propia no es la mejor.

La liga, ya con 36 jornadas de las 42 totales transitadas, te susurra al oído que es el tiempo del qué. Te repite constantemente que no importa ya el cómo. En los últimos partidos de liga, por más juego bonito que un equipo pueda ofrecer a su gente, nunca será suficiente para llenar el depósito de las necesidades si no viene bien mezclado con la victoria final. Leído en pasiva y en primera persona, si el Zaragoza gana de aquí a junio todos sus partidos con un fútbol trufado de tropezones, como aquel de Pamplona, o el de León, o, en menor medida, el dificultoso examen que sacó adelante ayer ante el Almería, nadie va a reparar ya en otras cuestiones que, en septiembre, octubre, Navidad o febrero se le podía reclamar al equipo y al técnico dentro del abono, de la entrada o de la pasión blanquilla pero que, ahora, son totalmente secundarias. Solo cuenta ganar.

Por esta involución en el mecanismo de análisis de los partidos del epílogo liguero, lo más sabroso del éxito ante el Almería fue observar cómo el Zaragoza, esta vez, sí supo mejorar sus prestaciones tras el descanso. Hubo capacidad de mejora sobre la marcha. Un buen síntoma para lo que viene.

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