Del "Natxo vete ya" al "sí, se puede" en 22 días

El Real Zaragoza vive días de metamorfosis ambiental: el 3 de febrero en Alcorcón, parte de la afición pidió el cese del entrenador. El día 25, ante el Oviedo, se volvió a creer en el ascenso.

La grada de La Romareda, el pasado domingo durante el Real Zaragoza-Oviedo.
Del "Natxo vete ya" al "sí, se puede" en 22 días
Oliver Duch

El 3 de febrero, en el pequeño campo de Santo Domingo, el retrogusto agrio que había dejado entre la afición zaragocista el partido del Real Zaragoza en Alcorcón derivó en la reacción más airada vista en lo que va de temporada contra el entrenador y los jugadores blanquillos. No hubo derrota, porque en aquella fría noche de sábado el marcador señaló un 1-1 final, pero las hechuras del equipo aragonés fueron tan deslavazadas, tan carentes de valores futbolísticos, que hicieron explotar oralmente a la mayoría de los casi 700 aficionados blanquillos que se desplazaron hasta el sur de Madrid aquel día. Por primera -y única- vez en los seis meses de temporada transcurrida, se espetó desde la grada el cántico "Natxo vete ya", que por reiteración en los últimos tiempos, tan común es en estos lares con el único cambio del sujeto protagonista de la secuencia. Los futbolistas no quedaron inmunes a la crítica feroz de la hinchada. "Esa camiseta no la merecéis", entre otras consignas, les llovieron a los jugadores cuando se acercaron a saludar a los aficionados antes de irse a la ducha (hecho que sorprendió y no gustó a varios, que se metieron en el vestuario cariacontecidos como nunca).

El 25 de febrero, en La Romareda, el dulzor del triunfo logrado por 2-1 ante el Oviedo, añadido a las dos anteriores victorias en Tarragona (0-2) y contra el Lugo 15 días antes (por 2-0), desembocó en el grito de "sí, se puede" en un amplio sector de los asistente al estadio municipal, que poco antes había hecho la 'ola' en pleno fulgor e incandescencia por la victoria que se avecinaba, que era la tercera consecutiva.

Apenas 22 días separan una fecha de otra. Solo tres semanas. Nada, en el fondo, dentro de una competición de 10 meses de longitud de calendario. ¿Cómo es posible irse de lado a lado en el parecer de las cosas en tan poco tiempo habiendo pasado tan escasos acontecimientos en esa estrecha franja temporal? La respuesta solo se sostendrá si quien necesita explicaciones se somete al idioma del fútbol y, por ello, renuncia a criterios más cabales, más lógicos, más ordinarios en los demás órdenes de la vida. Porque el fútbol es único, tiene sus códigos particulares, se mueve en coordenadas alejadas a la razón general. Los resortes, tanto individuales como grupales, son de otro tipo y condición a cualquier otro ámbito de lo mundano.

Así, por esa singularidad del balompié y sus reflejos en la sociedad que lo envuelve, se concibe esta oscilación de péndulo, extrema en su arco de desplazamiento, que ha tenido el zaragocismo en su reacción pública en tan solo 22 fechas.

En Alcorcón, tras casi 6 meses sin disfrutar de un buen fútbol, tras un partido feo y obtuso -pese a que no se sufriera una derrota- y viendo que, como al final sucedió, la posición en la tabla clasificatoria podía ser peligrosa en grado serio (esa jornada, el Real Zaragoza se quedó a solo 2 puntos de la 19ª posición, la primera de descenso a Segunda B), el corcho que sujetaba y tapaba las manifestaciones de enfado en la hinchada blanquilla saltó por presión interna y se oyó lo que se oyó. Actos reflejos que el fútbol provoca sin control posible.

En Zaragoza, 22 días después, al observar cómo el equipo de Natxo era capaz de hilvanar tres triunfos seguidos y tumbaba por 2-1 al Oviedo, hecho que mezclaba bien con los tropiezos últimos de rivales como el Osasuna, Numancia, Sporting de Gijón, Valladolid o Lugo, la misma afición coligió que las circunstancias estaban cambiando súbita y radicalmente para propiciar una reacción inesperada y agradable, de gran magnitud, en la marcha de su equipo. De repente, con ese 9 de 9 obrado tras el disgusto de Alcorcón, con el pleno de puntos en las alforjas y los fiascos de los que caminan por delante, la promoción de ascenso se quedaba a solo 4 puntos de distancia, cuando tres semanas antes estaba a unos lejanos 11 que sonaban a quimera.

Y aquí está la razón de este volteo de sentimientos. En el fútbol, algo común. Un mundillo, éste, voluble como nada más, volátil a más no poder. Que no distingue bien entre héroes y villanos, entre diablos y ángeles, entre indios y el Séptimo de Caballería. ¿Qué es lo que vendrá a partir de ahora? En el planeta futbolístico, mejor no apostar la hacienda de uno. Se corre el riesgo de caer en ruina total. Nada es lo que parece, nada puede asegurarse, nada suele caminar por donde el libro de ruta programado señalaba en un principio. El fútbol es como el jazz: se toca sin partitura.

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