La transfiguración del Real Zaragoza: de 4 victorias en 365 días a 4 victorias en 55 días

El equipo ya ha igualado entre enero y febrero la cota de triunfos en La Romareda que alcanzó en todo 2017. Aquí radica el núcleo de su perentoria reacción futura.

Los jugadores del Real Zaragoza celebran uno de sus goles ganadores el pasado domingo frente al Oviedo en La Romareda.
La transfiguración del Real Zaragoza: de 4 victorias en 365 días a 4 victorias en 55 días
Duch/Galán

2018 viene con mejores intenciones que 2017 para el Real Zaragoza. Y, a fecha de hoy, ya no solo es un deseo de esos que se dicen en los albores de la nueva anualidad, en fechas festivas de Navidad y Nochevieja, sino que se ha convertido en un hecho comprobado, real, palpable, con el discurrir de los primeros días del renovado calendario gregoriano.

El equipo zaragocista ha sido capaz, en los primeros 55 días de 2018, de hacer el mismo trabajo exitoso en La Romareda que fue el bagaje global de todo 2017, en sus 365 días con sus 365 noches.

A saber: los de Natxo González han consumado como locales 4 victorias en menos de dos meses del nuevo año, las mismas que llegaron, con cuentagotas y dentro de un calvario invivible, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año pasado. Un dato significativo de que lo que está en marcha es un cambio serio, una metamorfosis en camino, tal vez la transfiguración ansiada del equipo blanquillo para que los buenos tiempos regresen al zaragocismo tras mucho tiempo de penurias.

En 2017, bajo la tutela en el banquillo de Raúl Agné, César Láinez y Natxo González, el tránsito por la liga de Segunda División del equipo blanquillo dejó los peores números de la historia del Real Zaragoza en 85 años de trayectoria vital. En los dos tramos ligueros que abarcan un año natural, en este caso el final de la 2016-17 y el inicio de la 2017-18, en La Romareda solo perdieron 4 de sus múltiples visitantes en liga, que fueron 21. Una cifra escasísima, pírrica, que denunció en su evolución y consumación final los graves problemas de plantillas, banquillos y tutela deportiva que mostró el equipo en cada una de sus fases competitivas. En ese tramo de la vida el Zaragoza solo supo o pudo superar al Numancia (curiosamente dos veces, ambas por 3-0, una en cada liga), al Mallorca (1-0) en el torneo precedente) y al Rayo Vallecano (3-2) en el actual.

El aficionado zaragocista fue un héroe. Un mártir, en el horríbilis 2017. En el estadio municipal vio como se llevaban los puntos, de 3 en 3, los Girona, Levante, Nástic de Tarragona, Sevilla Atlético, Getafe, Tenerife, Alcorcón o Cádiz. Y de uno en uno, el Lugo, Valladolid, Cádiz (en el torneo pasado), Rayo Vallecano, Granada, Nástic de Tarragona (en su segunda visita del curso nuevo), Osasuna, Leonesa y Reus. La Romareda fue jauja para los húespedes en el 81 por ciento de los casos. Una barbaridad que, vista fríamente, es un milagro que no tuviera efectos más perniciosos de los sufridos para el cuadro zaragozano.

Ahora, cuando el segundo mes de 2018 aún está por concluir, esa cota de victorias del año precedente ya está igualada. Y quedan 10 meses por delante para engordar el récord positivo. De los 5 partidos disputados en La Romareda, el Real Zaragoza ha ganado 4, los últimos. Solo se escapó el empate de la noche de Reyes ante el Barcelona B (1-1), cuando la mutación del equipo aún no se había activado de facto. Después, en el estadio han claudicado el Tenerife (1-0), el Córdoba (1-0), el Lugo (2-0) y el Oviedo (2-1) en una serie positiva que es mucho más llamativa por venir de los antecedentes citados como punto de partida. En realidad, entre el primer triunfo ante los canarios, obrado el 13 de enero, y el cuarto de la serie, este pasado domingo -25 de febrero- ante los ovetenses, solo transcurrieron 45 días. 

Al redimido Real Zaragoza actual le ha bastado el 12 por ciento del tiempo para igualar lo que hizo el equipo en el cien por cien del año anterior en La Romareda. Sabido es, desde siempre, que la fortaleza de una plantilla en campo propio gana ligas, obtiene títulos, consuma ascensos. Lo de 2017 fue catastrófico por definición. Lo de 2018, con todo lo que queda aún por delante (el 88 por ciento de sus días están aún por vivirse), presenta indicios de que todo va a discurrir por caminos mucho mejores, más plácidos, más naturales para un equipo del perfil de este Real Zaragoza en Segunda.

Las primeras piedras, que son siempre las más costosas y las que menos brillo dan a una obra, ya están puestas. Ahora es cuestión de seguir adelante con los planos. El público, la afición, que nunca falló en tiempos de vacas flacas y miserias deportivas, ha dado muestras de que ahí va a estar, masivamente, en cuanto tome cuerpo el Real Zaragoza potente cada vez que comparezca en su entrañable estadio. Si la transfiguración prosigue en este rumbo, es fácil precedir mejores tiempos. Obviamente, visto lo ocurrido en 2017, peores eran prácticamente imposibles. Pero, observando lo rápido que se ha enjugado el récord deficitario en los primeros pasos de 2018, parece que la mejoría, cuando con el paso de los meses sea posible hacer un cotejo con mayor perspectiva, puede ser abrumadora a favor de los actuales protagonistas del Real Zaragoza contemporáneo. En La Romareda está el corazón, el motor del pretendido ascenso a Primera, llegue cuando llegue. 

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