El curso natural de las cosas

El Real Zaragoza le pone un eslabón más a su reacción con una victoria en Tarragona que añade un punto de madurez a su paciente evolución como equipo.

Aleix Febas cae ante la presión de Xavi Molina.
El curso natural de las cosas
José Carlos León Ercilla

Al Zaragoza aún le duele el lomo de los palos recibidos después de una primera mitad de temporada gris y escasa de resultados. Un periodo, en cambio, en el que, por debajo de la piel del equipo, se iban encajando ideas y experimentando conceptos. Fue un riesgo que Natxo González corrió y casi le sale caro en un club poco dado en la última década a las concesiones temporales y las decisiones templadas. Natxo sabe dónde estuvo el error –empezando por él mismo–, pero también dónde se guardaba la virtud.

La victoria en Tarragona agrega un punto más de madurez a la evolución del equipo y lanza al Zaragoza a una línea de progresión de 13 puntos de 18 en la segunda vuelta. Del mismo modo que los números no lo eran todo hace dos meses, tampoco lo son ahora: al Zaragoza, quizá esto sea lo mejor, aún le quedan muchos rincones que barrer. Aún tiene techo en su juego y en su forma. Cuestiones a mejorar.

De momento, el conjunto de Natxo vuelve a asentarse sobre una idea reconocible con el balón como guía, un sistema táctico que optimiza sus mejores individualidades y una estabilidad de nombres y posiciones que han facilitado su crecimiento colectivo. Sus últimas cinco victorias se levantaron sobre la portería a cero: un signo de músculo competitivo y una prueba más de que el entrenador va acercando al equipo a los índices de fiabilidad que definieron su fútbol en el Reus.

Hasta llegar aquí, mientras el equipo se ha venido cocinando a fuego lento –y ya se sabe que los mejores platos del menú son esos, los que hierven entre el poso y la serenidad–, el Zaragoza ha pasado un tobogán de experiencias que han marcado su evolución. La dureza del camino le ha fortalecido.

Sus buenas sensaciones de inicio de temporada se apoyaron principalmente sobre los cimientos de un verano con la plantilla definida desde bien temprano y tiempo para el trabajo. Sin embargo, faltaron cosas: determinación, acierto defensivo, resultados… Natxo González arrinconó todo aquello hasta que su caída se paró al borde del precipicio, mientras el equipo perdía imagen, perdía pulso, perdía juego y perdía partidos. El técnico casi agota su crédito y la defensa y confianza de Lalo Arantegui significaron tu madero en la deriva.

El discurso de ambos, entrenador y director deportivo, se asociaba al tiempo, a la mesura, al proyecto. Había muchas variables en una ecuación compleja que apenas se consideraban a la hora de observar al Zaragoza. Ambos sabían que el brusco vaivén a la plantilla no era el único peaje a cobrar. También la naturaleza de esos nuevos jugadores: con poca experiencia en la categoría, con varios fichajes del ámbito internacional, con un puñado de canteranos que se han despojado de un papel secundario para acabar reclamando protagonismo… Tampoco se incluyó la baja de Benito, una herramienta táctica vital para Natxo, por muchas prestaciones que ofreciera su relevo Delmás, o las dificultades, por lesiones principalmente, para consolidar una pareja de centrales. Ni el momento depresivo del fútbol de Borja.

Además, se descuidó el contexto en el que se compite: una Segunda División igualada y sin diferencias de clases que representa una selva tan impredecible que concede mil y una oportunidades. La prueba es el mismo Zaragoza: de estar espantando fantasmas hace 15 días a frotarse los ojos y entusiasmarse con el calendario y las distancias de la cabeza. Hoy puede cerrar la jornada con un colchón de ocho puntos sobre el descenso y una desventaja de solo seis con la promoción, a falta aún de 15 jornadas.

De Tarragona, ayer, el Zaragoza salió más maduro. Como un conjunto cada vez más complicado de sobrepasar y más difícil de prever. Va sumando partidos cada vez más cuajados y eso siempre es buen síntoma. Su camino hasta aquí está siendo espinoso. Pero el tiempo va haciendo su trabajo y el trabajo va recompensando al tiempo.

Ahora, el Zaragoza no tiene que tocar nada. Solo seguir así, en fase expansiva, creciendo, curtiéndose, descubriéndose y mejorando. Sin confianzas. Continuando el curso natural de las cosas.

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