Multiusos Zapater, especie en extinción

El capitán aragonés completó ante el Córdoba un partido sobresaliente, como interior izquierdo, brindando soluciones y siendo el mejor llegador del equipo.

Zapater intenta un remate en el área del Córdoba ante la oposición del exzaragocista Fernández.
Zapater intenta un remate en el área del Córdoba ante la oposición del exzaragocista Fernández.
José Miguel Marco

Alberto Zapater, junto con portero Cristian Álvarez, compartió este viernes ante el Córdoba el cajón más alto del podio del rendimiento positivo de todos los futbolistas del Real Zaragoza en esa importante victoria. En términos globales, para lo que acabó siendo el sostén del equipo en los momentos cruciales del choque ante los andaluces, su aportación estuvo un punto por encima de la de Pombo, autor de nuevo de un gol ganador, o de la del reanimado y activo Febas.

Zapater es incombustible. Si no pudo con él su espalda, su pubis, su zona inguinal, las secuelas durísimas de todas estas afecciones que lo apartaron de la circulación en Rusia durante tres años, hace unas horas demostró a la luz de la luna zaragozana que tampoco podrán sacarlo del carril los palos en las ruedas que puedan salirle al paso desde la maleza que puebla las cunetas del fútbol profesional. Tras su resurrección como futbolista (Ubieto mediante, y gracias al presente del Real Zaragoza), al ejeano no cabe someterlo a juicios sumarísimos en términos cualitativos.

Fue un milagro, literal, que el año pasado jugase los 42 partidos de liga y se acabase convirtiendo en el flotador principal del espíritu zaragocista en los días de máximo riesgo de electrocución del equipo, ahí al borde de lo peor. Y, teniendo siempre en cuenta que el estatus actual del Real Zaragoza es la Segunda División, un presupuesto modesto y un plan de reconstrucción que parte desde cotas marcadas por las restricciones económicas que derivan de la tóxica herencia del pasado agapitista -ni de lejos, esto es la Primera División en la que el '21' se hizo mayor como zaragocista-, su figura sigue siendo un icono a respetar por tanto como da, ofrece, ayuda y sustenta desde su posición de jugador diferente dentro del actual vestuario.

El partido de Zapater frente al Córdoba fue enormemente meritorio. Porque lo cuajó en una noche donde el todo no fue demasiado brillante. Donde al equipo le costó imprimir una iniciativa propia y terminó, como dijo Natxo González, sumido en la ruleta del azar, de la moneda al aire, sufriendo enormemente por no haber matado el marcador con mucha antelación. En ese escenario, Zapater acabó por ser el centrocampista más activo y atinado, de principio a fin. Atrás, delante, en medio... 

Y lo hizo partiendo de la posición de interior izquierdo, en el rombo que ha vuelto a utilizar Natxo en las últimas semanas y que, curiosamente, se lo había llevado por delante tras la Navidad. Zapater está ahí, cubriendo la baja por la incidencia que dejó fuera a Raúl Guti en la antesala del duelo de Granada la pasada semana. Y Zapater, en su prospecto de fábrica, sabido es, a sus 33 años, que no es interior ni es zurdo. Pero al de Ejea de los Caballeros eso le da igual.

Como le dio en su día, hace una década, que, para abrirle hueco a fichajes 'oportunidad de mercado' como, por ejemplo, Luccin, los mentores deportivos de aquel momento dijeran de él que lo suyo era ser defensa lateral derecho. Ahí que jugó, ahí que rindió y ahí que dio soluciones al equipo en la élite, contra los más grandes. Y, como ya le tocó lidiar con Natxo hace un mes en Valladolid, por aquel entonces alguien ya pensó que también podía ejercer de defensa central con salida de balón, al estilo de los viejos líberos... y también lo acató y desempeñó sin abrir la boca y hablando con aplicación y actitud sobre el césped, como mandan los cánones del profesionalismo.

Durante sus años de juventud, a Zapater no le dejaron jamás tirar un golpe franco. Siempre había estrellas, de a 3 o 4 millones por barba, que tenían ese privilegio cuasi por contrato, pese a que el canterano acreditaba en sus años de Ciudad Deportiva unos números importantes de efectividad. Subrayaba por entonces Carlos Rojo, viejo maestro de la cantera blanquilla, que cada año Zapater podía colocar dentro entre 5 y 7 faltas directas en infantiles, cadetes y juveniles. En el primer equipo, no pudo estrenarse hasta que no bajó el Zaragoza a Segunda y, un día ante el Hércules, le robó un lanzamiento a Ponzio para anotar por encima de la barrera. Luego, en Genoa, su estreno goleador en el Calcio vino asimismo en una falta magistral desde 30 metros. Y este año, es el único blanquillo que ha aportado goles mediante esa fórmula, en Oviedo (donde lanzó otra a la escuadra) y Huesca. Ante el Córdoba, rozó la tercera con éxito.

Zapater es un multiusos. Un futbolista de los que empiezan a no quedar. Una especie en peligro (o trance) de extinción. En un fútbol cada vez más mecanizado, donde los muchachos quieren y exigen jugar en 'su puesto' y gruñen cuando los entrenadores, los equipos, les solicitan el sacrificio de ocupar otros menesteres por el bien general, la figura de Zapater es una joya en sí misma. Este viernes, frente a los cordobeses, fue asistente magnífico de Pombo en el gol ganador. Lanzó golpes francos. Cortó de cabeza en el área propia. Y, en ataque, fue el mejor llegador al área. No es un zote ni un trotón. Tampoco Maradona, aunque éste lo pusiese en un pedestal el día en que la albiceleste, en el Mundial juvenil de 2005, se cargó en cuartos de final a España, remontando hasta el 3-1 el gol de Zapater, con tantos de Zabaleta, Oberman... y un tal Messi.

No cabe perder el oremus respecto de la figura de Alberto Zapater, aunque, como todo, es un ejercicio libre que, por otra parte, define talantes. En condiciones normales, que el ejeano estuviera jugando ahora en Segunda en el Real Zaragoza sería un lujo impagable. Y en condiciones anormales, como las que concurren y a nadie escapan, tal vez el análisis más cabal sea pensar que se sigue aproximando más a un lujo que a una rémora. Lo que habló con su fútbol Zapater frente al Córdoba, rematando a puerta con la zurda porque ahí es donde le ordenaron jugar, es un paradigma para guardar en la mesilla de cabecera.

En la vida, todo debe ir en consonancia, en su justa medida, desarrollarse en su debido contexto. A un catedrático difícilmente lo examinará y calificará un novato o un don nadie. A Zapater tampoco.

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