Una primera vuelta insuficiente

El Real Zaragoza alcanza el ecuador de la liga en trayectoria decreciente y escaso de puntuación.

Natxo González da indicaciones en el partido contra el Barcelona B del pasado sábado.
Una primera vuelta insuficiente
José Miguel Marco

Alcanzada la intersección media de la temporada, el primer resumen del Real Zaragoza, 21 jornadas después, es que no le salen las cuentas. Nunca le han salido, en realidad. Ni siquiera cuando al equipo los resultados se le resbalaban entre partidos de buena expresión futbolística y prometedoras maneras. De aquello poco queda. Y este es precisamente el punto de partida de cualquier observación que pueda hacerse sobre el rendimiento del equipo aragonés: ha sido más por lo que ha aparentado y podía ser que por lo que ha demostrado finalmente. Es decir, su rumbo se ha perdido.

El club, en la mayoría de sus voces, ha insistido en que estamos ante un proyecto en construcción, de medio y largo plazo, cuestión lógica tras un verano de cambios profundos, con más de un decena de fichajes, apuestas canteranas y jugadores de proyección, con poco bagaje en estos escenarios competitivos. Este contexto es el que ha enmarcado los debates sobre el entrenador Natxo González, cuyo crédito se ha estirado más que nunca en un club de pulso rápido e instintivo en los últimos tiempos a la hora de decidir sobre el futuro de los técnicos.

Los números de Natxo son grises. Su Zaragoza cierra la primera vuelta con solo 24 puntos, únicamente dos victorias en casa y una realidad clasificatoria que le instala en la zona media inferior de la categoría, alejado de las posiciones nobles. Natxo González ya advirtió tras el empate con el Barcelona B que al primero que no le salen las cuentas es a él. Su previsión, tomando en consideración que manejaba un proyecto en construcción, es que la primera vuelta sería difícil. Que al equipo le costaría andar. Y así fue.

Le costó, pero su fútbol era decoroso, competitivo y esperanzador. Anunció en sus dos primeros meses una línea creciente de juego. Pero hubo un momento en que se paró: ahí le saltaron las bisagras al trabajo de Natxo González. Su estimación era de 30 puntos en la primera vuelta, para con la inercia de un grupo ya asentado y en progresión aspirar en la segunda vuelta a una suma entre 36 y 40 puntos. Con eso, el equipo aspiraría, al menos, a las posiciones de promoción de ascenso hasta final de temporada. Pero ese cálculo no se ha cumplido.

Ahora, el Zaragoza arrastra el lastre de su insuficiencia de resultados cuando su juego se elevaba sobre los frutos. Partidos como contra Granada, Oviedo, Cultural, Reus o Nástic dejaron por el camino puntos que se merecieron. Era una época en el que las valoraciones generales, desde todos los sectores de crítica y opinión, sobre el equipo eran positivas. También se remarcaba la capacidad y versatilidad de la plantilla. Los juicios eran unánimes: había futbolistas, como Alberto Benito, Ángel, Mikel González, Toquero, Febas o Borja –sobre todos ellos se redactaron y relataron elogios y reconocimientos– con tallaje para, al menos, competir de igual a igual con el grueso de la categoría y aspirar a estar entre los seis primeros.

También Natxo consiguió lo más complicado: definir un estilo, unos modos de juego reconocibles y solventes. Faltaban resultados, pero había una idea que se defendía y que se entendía. Un camino hacia algún buen puerto. Sin embargo todo esto se vino abajo en un momento muy concreto del año.

En la sucesión de visitas y duras derrotas a Huesca y Almería, con una apurada victoria en La Romareda contra el Rayo Vallecano intercalada. Desde ese día, las dudas del entrenador han ido empequeñeciendo las fortalezas de la plantilla.

Desde entonces han sido frecuentes los volantazos a las alineaciones, los cambios de sistema y la ausencia del patrón y los mecanismos –en la salida del balón, el uso de los laterales, los engranajes ofensivos– que habían definido el juego del equipo.

Natxo hizo lo más complicado, disparándose al pie: derruir los cimientos trabajados desde que a principios de julio la dirección deportiva le cerró prácticamente la plantilla. El Zaragoza ya nunca ha retomado esa figura, el modelo que mejores versiones de juego ha dejado durante la temporada. Cuesta ahora distinguir algo parecido a un equipo reconocible. Los futbolistas entran y salen de las formaciones con imprevista facilidad.

No se trata de matices o aspectos puntuales, sino cambios de cuatro o cinco jugadores por partido. También desplazando a varios de sus posiciones ideales, casos en alguna ocasión de Guti o Ros, pero sobre todo de Aleix Febas o Buff. Esta gestión se le ha indigestado al colectivo, más aún en un equipo en cimentación, necesitado de continuidad y asimilación de conceptos por repetición. El resultado es la desorientación actual de los futbolistas y el juego del Real Zaragoza y, en consecuencia, la carencia de victorias y puntos de esta primera vuelta.

La desembocadura de todo este decrecimiento del equipo es la delicada situación de Natxo González. Respaldado recientemente por el Consejo, pero acorralado por la ausencia de resultados. Y en el crédito de un entrenador no hay más juez que ese.

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