Luces en la niebla

El Real Zaragoza no termina de ser regular y sufre falta de gol pero su dinámica ofrece algunos claros: es competitivo fuera de casa y sus datos defensivos han mejorado.

Alberto Benito regresó a la titularidad en el partido frente alAlbacete.
Alberto Benito regresó a la titularidad en el partido frente alAlbacete.
Josema Moreno

La realidad es un material complicado de despegar del cuerpo. Está ahí, a la vista de cualquier mirada y de cualquier interpretación, en un sentido u otro, pero es la que es. La situación del Zaragoza también es la que es. La clasificación, en este sentido, no engaña. En esta Segunda División tan imprevisible y democrática en la que en un mes todo pasa del negro al blanco o del blanco al negro –Cádiz y Oviedo son un vivo ejemplo de ello en una dirección y Osasuna en la contraria–, el Zaragoza está lejos de la cabeza, no tan lejos del vagón de la promoción y expuesto a las posiciones bajas. En un proyecto en construcción, con su condicionante limitación presupuestaria, el estado del Zaragoza cabría ubicarse dentro de lo razonable si no fuera precisamente el Real Zaragoza. Sus obligaciones históricas, presión social, urgencias económicas y demás asuntos y exigencias relacionados con la marca y el escudo del club son un componente indisoluble de esa realidad.

El fútbol, de momento, transcurrida media liga, no ha confirmado al Zaragoza como un aspirante a cotas mayores. Ha sido un equipo irregular, de tonos grises, agitado por fases de dudas de su entrenador en el momento más inoportuno, cuando estuvo hace mes y medio en el umbral entre estancarse o estirar el crecimiento que describió en la arrancada liguera. Al equipo lo envuelve una densa niebla desde hace unas seis semanas y las visiones pesimistas tienen suficientes datos y material objetivo para enriquecer la tesis. Pero el Zaragoza también ofrece argumentos a quienes opten por lecturas más relajadas y aun así también válidas.

Del mismo modo que el conjunto de Natxo González fue superior a su rival en Albacete, cabe adivinar en su rendimiento reciente varios factores que le restan gravedad a cualquier visión en ese sentido. El Zaragoza solo ha marcado un gol en los últimos cinco partidos, pero también, en ese periodo, ha venido apuntalando su sistema defensivo: jugando con 11 futbolistas, ningún rival le ha hecho gol en las últimas cuatro jornadas.

Ni Reus, ni Sporting ni Albacete rompieron su blindaje, tampoco lo hizo el Cádiz mientras el Zaragoza tuvo 11 jugadores en el campo: solo encajó con diez tras la expulsión de Verdasca y con nueve tras la roja a Cristian Álvarez. Esta ha sido la obsesión de Natxo. Su objetivo en estos meses de competición se ha focalizado en presentar una fuerte estructura defensiva. Cualquier reacción del Zaragoza debe apoyarse más en este aspecto que en recuperarse de sus pobres números ofensivos del último mes.

El otro punto de mejora es su papel en La Romareda. El desigual e inconsistente rendimiento del equipo de Natxo González está influido por el mal papel del Zaragoza como local. Esta mala dinámica en casa contrasta con su solvencia como visitante. Sus números fuera evidencian, al menos, un conjunto difícil de ganar, competitivo, con respuestas. Las manchas de Huesca y Almería oscurece un tanto su trayectoria, pero la realidad ubica al Zaragoza, con 12 puntos (más que en La Romareda), como el tercer mejor visitante de la categoría, solo mejorado por el Cádiz (16) y el Lugo (14). Son datos de equipo de cabeza. Su problema es su paso como local. Su escasa fiabilidad. No ha estado muy lejos de los puntos que estabilizarían su rendimiento y le elevarían en la tabla (partidos contra Granada, Nástic o Reus), pero es incontestable que no los sumó. Por eso, el otoño está siendo crudo en el Zaragoza, aunque en esa espesura siempre cabe encontrar alguna luz...

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