¿Es un problema de percepción, de nivel de exigencia, de vivir en sintonías distintas?

El Real Zaragoza no juega bien, no tiene buenos resultados, no gusta a su gente. Pero en el ámbito deportivo del club se analiza el caso con un positivismo singular.

Natxo, pensativo en la banda del campo de Albacete, camina ante la atención del cuarto árbitro en la noche de este sábado.
¿Es un problema de percepción, de nivel de exigencia, de vivir en sintonías distintas?
Josema Moreno

La resaca del 0-0 obtenido por el Real Zaragoza en la gélida noche sabatina de Albacete deja patente, de manera cristalina, que el grado de evaluación de las cosas en lo referente al equipo blanquillo este año sufre una tremenda disfunción según provenga de dentro del área deportiva del club o se haga desde fuera. No es una cuestión puntual, ni anecdótica, ni secundaria, pues afecta a la forma de observar el día a día del equipo y a su respuesta constante ante los objetivos del proyecto, el quinto consecutivo en Segunda División, que tiene puesto en juego por lo tanto el futuro de la entidad como SAD, como grupo empresarial que pretendió desde su llegada a las ruinas del agapitismo, en julio de 2014, que el Real Zaragoza no desapareciera como marca histórica y referencial del fútbol español y de la vida de Aragón en los últimos 85 años. Y en ello continúa.

Tal es la envergadura del caso. Nada más y nada menos. Porque, aunque en este quinto año en la categoría de plata se pusiera freno desde el verano a declarar públicamente que "el objetivo del Real Zaragoza es el ascenso a Primera", a nadie escapa que ése es justamente el único fin válido para esta historia de penurias fuera de la élite. En el seno del viejo club, en todos los despachos, en la caseta, en cualquier alrededor zaragocista, se sabe y se advierte que la única salida de este atolladero pasa por reengancharse al dinero que mana de la televisión en Primera. En el actual statu quo, el Real Zaragoza es inviable, como dejó claro el consejero Fernando Rodrigo hace mes y medio en el acto del Caixafórum junto al director general de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Gómez.

Y, en estas, asumiendo que en los años precedentes no ha habido acierto ni en la selección de directores deportivos (Ángel Martín González, Narciso Juliá), ni en la administración futbolístico-afectivo-laboral de la dispar cadena de entrenadores que pasaron por el banquillo (Víctor Muñoz, Ranko Popovic, Lluís Carreras, Luis Milla, Raúl Agné o César Láinez, cada uno con su singularidad en el momento que les tocó vivir), se ha llegado a un punto diferente. Con el aterrizaje de Lalo Arantegui al estrato de responsabilidad deportiva y, con él, de Natxo González al cargo de entrenador, se quiso rodear al equipo de un aura de paciencia, de calma, de ausencia de presión, de un paso menos acelerado, de propuesta para más de un año si era preciso (siempre basándose en un rendimiento ilusionante y una clasificación estimulante semana a semana).

Todo ha funcionado bajo esas premisas desde julio. Pasando por agosto y el arranque liguero. Septiembre. Octubre... ahí, la mala dinámica del equipo, la falta de argumentos estimulantes en la tabla clasificatoria, la ausencia de éxitos en La Romareda (donde solo han surgido dos victorias en nueve partidos), hizo caducar  por pura decantación la postura expectante de la inmensa mayoría del zaragocismo. Empezó a cundir la decepción, los primeros nervios, cierta desazón. Todo razonable y razonado. Sin estridencias ni exageraciones del tenor del pasado reciente. Todo muy normal, sin nada que reprochar cabalmente a quienes, legítimamente, tienen sus resquemores con este plan en vigor y ejercen posturas críticas. Habla el fútbol. Y cuando el fútbol habla, los demás han de callar y observar.

El caso de Albacete

Y en este proceso de maduración del queso, el calendario trajo este fin de semana al Real Zaragoza hasta Albacete. Un rival tosco, que viene de lo más bajo en la tabla (decidió despedir a su primer entrenador en octubre, José Manuel Aira, con el que ascendio de Segunda B el pasado junio) y que debía quedar al alcance de la mano de un triunfo zaragocista para empezar a emerger los blanquillos de la parte problemática de la clasificacion, donde se halla hace varias semanas con escasos síntomas de huir de ahí, desaprovechados los triunfos ante Rayo y Sporting enmedio de muchos marcadores negativos.

El Real Zaragoza empató 0-0 en campo albaceteño. Natxo decidió revolucionar el equipo inicial, con siete novedades en los 11 puestos de la alineación. Un síntoma de metamorfosis un tanto desesperada para buscar un revulsivo en la nebulosa que envuelve el juego zaragocista hace semanas. Y, a ojos de la mayor parte de los observadores, propios y ajenos, se trató de un partido feo, espeso, sin ocasiones abundantes, lleno de errores y falta de ritmo en ambos equipos, frío en lo ambiental y en la disputa del duelo sobre el césped. El equipo aragonés necesitaba ganar (le falta ese alimento todo el curso) y no lo logró ante un rival que tuvo hechuras menores.

Sin embargo, la lectura de Natxo, dentro del ámbito deportivo del Real Zaragoza, destila un aire positivista que parece subrayar que todo marcha por el mejor de los caminos. Faltan dos partidos para la conclusión de la primera vuelta, el equipo jamás ha subido de la 11ª posición en la tabla, camina por el borde del precipicio, requiere tratamientos de choque medicinal como el visto en Albacete en su alineación... pero el foco del análisis interno es de cierto tono eufórico, remarcando los efectos placebo y obviando las muchas algias que se perciben en el cuerpo zaragocista día a día.

De la rueda de prensa de Natxo en Albacete se extraen estas evaluaciones : “El plan que teníamos establecido ha salido bien. Estoy muy, muy satisfecho con los jugadores que han estado en el campo”, dijo de entrada, con el añadido de que “la pena es que no se haya visto traducido en el resultado”.

“El partido ha salido según queríamos”, reiteró el entrenador poco después, dentro de un contexto donde puntualizaba que “ha faltado la puntilla, pero todo lo demás, en lo defensivo y ofensivo, ha ido bien”.

“Hay muchas cosas positivas. Lo que estaba establecido, ha salido bastante bien. Un entrenador, cuando prepara un partido y, más o menos, sale como tiene previsto, está orgulloso y yo lo estoy”, abundó nada más concluir el choque en el Carlos Belmonte.

Estas son las cuestiones que hacen chirriar muchos fines de semana a buena parte del zaragocismo. El 0-0 de Albacete, desde luego, no dio de sí para tanta loa. Parece desmesurada tanta ponderación favorable. Por eso, como no es la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que este tipo de mensajes llegan desde los adentros del ámbito deportivo del actual Real Zaragoza por diferentes vías, quizá es momento de preguntarse: ¿Es este un problema de percepción, de nivel de exigencia, de vivir en sintonías distintas?

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