Mikel González, ese defensa con galones que faltó todo el verano, acoraza al equipo

El central vasco, como se deseaba al acelerar su fichaje a finales de agosto tras una pretemporada de dudas, ha elevado el nivel en el eje de la zaga de modo evidente.

Mikel González, en la zona de aparcamiento de la Ciudad Deportiva al regreso de viaje con el equipo.
Mikel González, ese defensa con galones que faltó todo el verano, acoraza al equipo
Toni Galán

Mikel González cuajó en Lorca en la noche del miércoles un partido impecable en sus decisiones defensivas. Igual en las salidas al corte, que en las coberturas a Verdasca o los laterales. Igual en el juego aéreo que en los balones sueltos, divididos, peligrosamente vivos en el área zaragocista, que el guipuzcoano restó con leves toques in extremis, justo en el lugar preciso, exactamente en el momento oportuno.

Es ese arte, que en el caso de un defensa central suele provenir de la veteranía y la larga experiencia, por el que un futbolista siempre aparece cuando el equipo más lo necesita en su función concreta (goles en los delanteros, paradas inverosímiles en los porteros). Mikel González metió la puntera, se interpuso con el cuerpo o 'cuerpeó' con todo en el área zaragocista al menos una docena de veces en pelotas que, de haber sobrepasado su posición, se hubieran convertido en acciones susceptibles de ser gol. Todas ellas.

El de Mondragón fue un ángel custodio para el equipo, el ángel de la guarda para Cristian Álvarez y, de paso, para su joven acompañante de línea, el portugués Verdasca. El luso está creciendo paulatinamente en las tareas propias de su rol de central gracias, en buena medida, a la compañía de Mikel González. Porque el ex de la Real Sociedad es de los que ayuda a elevar el tono de los que lo rodean. La suya es una función que, bien hecha, expande beneficios en círculos concéntricos alrededor de su posicionamiento en el campo. Como ondas.

A estas alturas de temporada, tras 9 jornadas de liga jugadas en los primeros 2 meses de competición, la figura de Mikel González empieza a asomar, tal vez, como la de mayor peso específico en la evolución positiva del equipo. No es una barbaridad colegir tal evaluación. Ni deja mal a los otros buenos fichajes que han ido creciendo con el transcurso de los minutos en la revolución zaragocista del pasado verano que encabezó, desde su puesto de mando, el director deportivo Lalo Arantegui. Borja Iglesias, Benito, Toquero, Buff, Eguaras, Ángel Martínez, Cristian Álvarez... cada uno lleva su márchamo. Como el resto de nuevos y, asimismo, el escaso elenco de veteranos.

Pero la aportación de Mikel González, por lo que supone en el presente y lo que significó enseguida cuando debutó en relación a lo ocurrido en la pretemporada, tiene un punto más de importancia que la de los demás. El excapitán de la Real Sociedad vino al Real Zaragoza a última hora, cuando el mercado ya bajaba las persianas al final de agosto (el 30 firmó, el 31 se presentó). El interés zaragocista por él venía desde principios del estío, pero Mikel dijo querer esperar a que surgiera una oferta de Primera División. Hubo escarceos desde los despachos nobles en julio y un poco más adelante. Pero el vasco no tenía prisa y dio calabazas.

Mientras tanto, Lalo había optado por un chaval portugués de 20 años, Verdasca, para empezar la pretemporada en Boltaña junto a Grippo, Jesús Valentín y el canterano Zalaya. Fue una larga cambiada en la edad, en el perfil de central. Se pasó del interés por Mikel González, de 32 años, con una docena de temporadas de alto nivel en un equipo puntero como la Real Sociedad, a traer a un desconocido con porte de juvenil cuya cota máxima era el Oporto B en la Segunda División de Portugal, liga menor. Y durante varias semanas, el zaragocismo se llevó tragado que estos eran los cuatro centrales definitivos para el equipo de este año. Arantegui así lo subrayó en varias comparecencias públicas mientras buscaba rematar la plantilla con un punta, otro extremo y, sobre todo, un portero. Los centrales, ya estaban.

Lo de "otro central" que completara el grupo Grippo/Jesús Valentín/Verdasca/Zalaya acabó no contemplándose durante muchos días de agosto porque primaban otras necesidades y el dinero en caja era el que era. Si lo de Mikel González acaba saliendo bien históricamente, habrá que agradecerlo en buena medida a la mala dinámica defensiva que mostró el equipo en los partidos preparatorios del verano. Al susto que se instaló dentro y fuera del equipo. En la grada, en los dirigentes. Cuestión esta fundamental. Tras los últimos bolos de agosto (Eibar en La Romareda, antes Tarragona) y los primeros partidos de verdad frente a Tenerife y Granada, el fichaje del central veterano que diera a ese puesto lo que no tenía se convirtió en un mandato prioritario para Lalo.

La cuestión daba vértigos. Miedo. Había que sacar de donde fuera al central que se deseó durante el verano y que nunca llegó. Y, por cosas del destino, Mikel González aún estaba libre. No se había decidido y había apurado hasta el último momento en busca de una oferta sin rostro que nunca le llegó desde cotas superiores. En el último y desesperado guiño del Real Zaragoza al central ex realista... la respuesta fue afirmativa. No tuvo que buscar Lalo por ventanillas dispares y diferentes. Por suerte, una de las primeras opciones, acabó convirtiéndose en la definitiva en una posición que durante semanas no se pensó apuntalar en el caso de que el cuarteto Grippo/Jesús Valentín/Verdasca/Zalaya hubiese dado síntomas de solvencia.

Mikel González, sin equipo desde mayo y sin trabajo de pretemporada, tuvo que hacer un plan acelerado de readaptación física y técnica. No debutaría hasta Lugo, en la 5ª jornada. Lo hizo a la fuerza, por la lesión de Grippo, al que sustituyó en el descanso del Anxo Carro. A pasos agigantados, Mikel ha tomado los galones en lo más retrasado de la defensa. Es el jefe. Manda. Habla. Ordena. Tira la línea del fuera de juego, tanto en el juego parado como en el corrido. Gesticula. Bracea. Se comunica permanentemente con su portero, otro experto, Cristian Álvarez.

Y, como en Lorca hace pocas horas, hace fácil lo complicado. Ejecuta con naturalidad lo que a otros les supone un tremendo esfuerzo de concentración. Juega de central de oído, de memoria, no necesita pensar las cosas antes de hacerlas. Se sabe su oficio por instinto, por kilómetros y minutos de experiencia en sus piernas y su cerebro. Actúa de manera refleja en los posicionamientos, en la colocación de sus compañeros de defensa. Y, cuando ha de ir a los balones, como hizo en una docena de ocasiones en el Artés Carrasco lorquino, suele llegar a menudo una décima de segundo antes que el delantero rival. Es un central sobrio, de esos que siempre está ahí aunque no haga gestos ni acciones estridentes. Una hormiga de la labor defensiva. Un futbolista de presencia constante en el juego, tanto con el balón como, sobre todo, sin él.

En sus primeros partidos como zaragocista, Mikel González ha caído de pie. Le están saliendo bien las cosas en lo particular y, si además, ahora eso redunda en que el equipo se venga arriba también, su papel en el grupo se revaloriza exponencialmente. Lorca supuso para él un salto evidente en poderío y seguridad que los demás agradecen sobremanera. ¿Se acuerdan de cuando todos los centrales que jugaban junto a Gaby Milito mejoraban notablemente respecto de cuando lo hacían sin el argentino al lado? Pues eso. ¡Ah!, y si además marca goles como aquel de Oviedo...

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