Con ustedes... Papunashvili

El atacante georgiano sacó su zurda juguetona para liderar la victoria del Zaragoza y su clasificación. Marcó un golazo y desplegó un arsenal de grandes detalles técnicos

Giorgi Papunashvili, con Sergio Gil de fondo, en un partido del Zaragoza-Lugo.
Giorgi Papunashvili, con Sergio Gil de fondo, en el Zaragoza-Lugo de este jueves.
Toni Galán

Hace ya más de cuatro años, en un torneo de selecciones nacionales de categorías inferiores, se produjo un flechazo: José Mari Barba, actual secretario técnico del Real Zaragoza y mano derecha de Lalo Arantegui en los asuntos de despacho, descubrió a un menudo georgiano, descarado, vibrante, con un juego apasionado y dúctil en la mediapunta, tan vistoso y emocionante que Barba cayó cautivado. Ese chico era Giorgi Papunashvili y tenía 17 años.

Su nombre se fue para siempre con el ahora técnico zaragocista: guardado en el disco duro de su almacén de partidos y jugadores. Nunca lo olvidó. Por eso, en cuanto un mercado lo permitió, lo condujo a su lado: al Real Zaragoza. Lalo Arantegui se puso al corriente del chico, viajaron a Georgia, hablaron con él y le sedujeron. ‘Papu’, tres meses después de aclimatación humana y futbolística, se presentó en sociedad en la Copa del Rey, liderando la victoria contra el Lugo y dejando el campo plagado de detalles técnicos de futbolista superior. Abanderó las mejores acciones de ataque, esculpió últimos pases y marcó.

Pero, ante todo, Papunashvili rescató las viejas esencias de los regateadores de La Romareda: su cintura diabólica y su zurda juguetona recordaron a los requiebros y fintas ingrávidos de Savio Bortolini. Desborde, regates, verticalidad, cambios de ritmo... su catálogo rebosó recursos, resucitando la memoria de la escuela georgiana, durante muchos años, en los 70 y 80, llamados los brasileños de la Unión Soviética por su juego exquisito y luminoso: Kipiani, Shengelia o Sulakvelidze, campeones de la Recopa de 1981 con el Dinamo Tbilisi.

Desde el extremo derecho, a pie cambiado, Papu representó la figura más emergente del nuevo Real Zaragoza. No solo en ataque se implicó, también en recuperaciones y obligaciones defensivas: por ahí está su punto de mejora, adaptarse a las exigencias tácticas del fútbol español y a sus funciones colectivas. Esa es la línea que le separa de posicionarse como una de las grandes noticias de este Real Zaragoza.

Su gol significó anoche una clasificación. Abrió una puerta y también varios corazones. La jugada le define: un engaño en una baldosa y un chutazo por el ojo de una aguja. Así las gasta Papu, la víbora de Tbilisi.

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