El desafío de Natxo

La ineficiencia defensiva del Real Zaragoza en estas cinco primeras jornadas contrasta con el sello de invulnerabilidad que el técnico impuso en el Reus

Natxo González y su ayudante Bernardo Tapia, en la Ciudad Deportiva del Real Zaragoza.
El desafío de Natxo
ARÁNZAZU NAVARRO

Fiabilidad, fiabilidad, fiabilidad… La palabra se adueñó hace tres meses de la sala de prensa del Real Zaragoza, mientras Natxo González se presentaba como nuevo entrenador, declaraba sus intenciones y anunciaba los vértices fundamentales de su fútbol. "Tengo muy claro que lo prioritario es lo colectivo. Para lograr objetivos tienes que ser un buen bloque, por encima de las individualidades. Tenemos que conseguir que seamos un colectivo fuerte y fiable", dijo entonces. "¿Qué fútbol vamos a hacer? No vengo a vender humo. Tenemos que ser un equipo fiable para ser regulares", insistió. "Habrá momentos que tendremos que hacer un juego más posicional, otros en los que tengamos que contraatacar y otros en los que deberemos de defender el resultado. Lo importante es dar respuesta a todo eso y tener la fiabilidad", prosiguió el entrenador en su puesta de largo.

Natxo González aterrizaba avalado por su impecable trabajo de artesano colectivo en el Reus. Un equipo humilde que se elevó sobre su cuerpo y sus posibilidades para declararse revelación del campeonato pasado en Segunda División gracias a su presencia defensiva: con 29 goles en 42 jornadas fue el conjunto menos goleado de la categoría.

Hizo de su blindaje un dogma: mantuvo su portería imbatida en 17 partidos de los 42 de la temporada, es decir, aproximadamente, el Reus de Natxo González no encajaba en un partido de cada tres disputados. Y si la portería no se quedaba a cero, rara vez sufría más de un gol. Solo tres veces en toda la temporada su rival marcó dos tantos. Nunca más. Esta eficacia en su área equilibraba sus problemas en la contraria, pero le otorgó un poderoso discurso competitivo.

Al Real Zaragoza, de momento, Natxo González no logra trasladarle esa impronta defensiva. Es un equipo con notable caudal ofensivo, con las ideas claras y reconocible cuando asienta la posesión y con una apreciable producción combinativa, pero el molde se rompe atrás.

Si en Reus, Natxo lució 17 partidos con la portería a cero, dos de ellos en las cinco primeras jornadas, en el Real Zaragoza ese sigue constituyendo su principal desafío: cinco partidos, cinco citas con goles en contra. Le marcó el Tenerife (1), el Granada (1), el Córdoba (1), el Alcorcón (1) y el Lugo (2). Los gallegos son el cuarto equipo que le hace más de un gol a un conjunto de Natxo González en 47 encuentros. Su Reus tardó 12 jornadas en encajar dos goles en un mismo choque. En Zaragoza, han bastado cinco.

Esta inconsistencia defensiva ocupa los esfuerzos principales del técnico, ciertamente obsesionado con que su equipo permanezca imbatido, como se apreció en Lugo cuando el Zaragoza se adelantó. Natxo ordenó retrasar todo el bloque varios metros, aflojar la presión y concederle metros y balón al rival, con el objetivo de comprimir líneas, poblar sus últimos metros y ensuciar las vías de acceso hacia la portería de Cristian Álvarez.

Ante todo, aun en mínima ventaja, buscó que el Lugo no marcara. No pudo. La debilidad del doble pivote conformado por Zapater y Javi Ros fue una de las explicaciones. Las bandas (Toquero) no se cerraron. Y esas medidas conservadoras siempre están expuestas a la fatalidad del fútbol: ni siquiera es necesario que el rival empuje; un gol cae de cualquier lado cuando menos se le espera. Así empató el Lugo, en una jugada de desgracias y desventuras. Ningún sistema está a salvo de eso con solo un gol de ventaja.

Natxo persigue un fútbol en el que obtener la máxima rentabilidad del funcionamiento defensivo. La fiabilidad. La palabra clave de su discurso. Es evidente dónde se encuentra la frontera que separa un Zaragoza de buenas sensaciones de uno de buenos resultados.

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