La íntima proporcionalidad entre la paciencia y la fiabilidad

El Real Zaragoza cubre su primer mes de liga envuelto y protegido por la calma tácita de su entorno, pero la falta de resultados circula en el sentido contrario.

Zapater, Mikel, Ángel y Verdasca en el partido del viernes frente al Lugo.
Zapater, Mikel, Ángel y Verdasca en el partido del viernes frente al Lugo.
Alberto López Rodríguez/La Voz de Galicia

Paciencia y fiabilidad son los dos sustantivos del verano zaragocista de 2017 desde el inicio de la pretemporada. Los dos conceptos sobre los que gravitan todas las tesis del nuevo proyecto del Real Zaragoza, tutelado por el director general, Luis Carlos Cuartero, dirigido en el cuadro de mandos por el director deportivo, Lalo Arantegui, y manejado en el trabajo de campo por el entrenador Natxo González. La paciencia, pedida por directivos, técnicos y jugadores en diferentes momentos del proceso de gestación del equipo. La fiabilidad, buscada y pretendida por técnicos y futbolistas como obligado mecanismo (y único) que sustente el crecimiento del grupo, partiendo casi desde cero por la metamorfosis casi completa del plantel.

Desde julio, se vive el estado de paciencia general alrededor del equipo. Todo el mundo entendió desde el principio que, después de quedar al borde del descenso a Segunda B el curso pasado, la única solución era amainar el grado de crítica, de exigencia per sé, que siempre abraza al Real Zaragoza en su caminar por la Segunda División, desde mitad de 2013. Ese acuerdo tácito viene sintiéndose en todos los sectores del zaragocismo en el último trimestre.

Simultáneamente, Natxo y los jugadores intentan crecer paso a paso, amistoso tras amistoso, partido oficial tras partido oficial desde mitad de agosto, en su condición de ser fiables. Querían llegar al primer partido oficial en Tenerife en condiciones de competir con un mínimo de garantías, de empezar puntuando y sumando con una cadencia suficiente para no caer descolgados en un comienzo de liga exigente para un bloque tan renovado y dispar. Lo de la pretemporada, los malos resultados y los patinazos puntuales ante rivales menores, se daban por descontados y tenían el comodín de la paciencia de antemano.

Pero, desde que los puntos asomaron como recompensa en cada envite, se puso en marcha la inseparable proporcionalidad de los dos parámetros: la paciencia y la fiabilidad. Los protagonistas que actúan sobre la hierba, el alma máter de la película, saben que sin resultados positivos, sin una clasificación que defienda sus avances progresivos como equipo, es díficil, primero, e imposible, más adelante, seguir solicitando calma y comprensión a su alrededor. Por más predisposición que exista entre la marea de observantes que sueña con un año, por fin, satisfactorio y de felicidad con su equipo del alma, si la liga avanza sin lograr los cimientos necesarios para edificar la ilusión, la esperanza y el optimismo, la fórmula no saldrá.

Con paciencia, debería haber fiabilidad en aumento día a día. Así se pensó desde el principio: con un equipo cada vez más fiable, más pura, sincera y fuerte será la actitud paciente de la gente que lo quiere. Todo va en proporción. Una cosa favorece la otra.

La paciencia es una virtud que ha de surgir de cada ser. Es una actitud. Una voluntad individual. Una manera de sentir.

Por el otro lado, la fiabilidad no es un sentimiento. Es una condición positiva de una persona o grupo que emana de su trabajo, de su solvencia, de su calidad, de su aplicación, de sus resultados, de su eficacia, de su valoración general dentro del ámbito correspondiente. La fiabilidad no se siente, se aprecia. Depende de una puesta en escena y de que esta sea del gusto del receptor o evaluador.

Tras las primeras 5 jornadas, Natxo, Lalo, los jugadores, el club, saben que no hay suficiente fiabilidad que ofrecer: 4 puntos de 15 disputados es escaso bagaje. Números de cola de clasificación. Todo lo contrario de lo que el plan establecido en julio aconsejaba. Los detalles, algunas individualidades, las maniobras ilusionantes en el juego del equipo, no están desembocando en triunfos y rentas notables. Tres de los cinco partidos han sido derrotas. Un cuarto, empate. La paciencia, por ahora, no ha fallado. Pero, en el otro extremo, la fiabilidad no está llegando al mínimo común múltiplo que pide la liga al Real Zaragoza a estas alturas. 

Así que la ecuación necesita de números y componentes que equilibren lo uno y lo otro. Lo antes posible. Si no, existe el riesgo de que la proporcionalidad se rompa por el puro discurrir de los acontecimientos. Como en toda ecuación, la cifra resultante en ambos extremos del 'igual' ha de ser la misma. O sea, paciencia y fiabilidad han de ser similares. Si una de las dos declina, la otra tiende a lo mismo. En fútbol, la clasificación no suele admitir debates y el tiempo no es infinito en ninguna de sus pautas de competición.

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