Derrota de un atrancado Real Zaragoza ante el Alcorcón invicto e imbatido

Un gol de Peña al final del primer tiempo decantó el triunfo de los madrileños por 0-1. Los de Natxo González no supieron jamás cómo romper la defensa visitante.

Javi Ros disputa un balón aéreo en el centro del campo.
Javi Ros disputa un balón aéreo en el centro del campo.
Toni Galán

El Alcorcón llegaba invicto e imbatido a La Romareda y así se marchó. El Real Zaragoza no supo cómo meterle mano a los madrileños y cayó derrotado como consecuencia de un error defensivo en la recta final del primer periodo. Sin capacidad de reacción posterior, la tarde dominical supuso un enorme chasco para la ilusionada afición zaragocista. El 0-1 final refleja la solvencia defensiva de los visitantes y la nula visión atacante, en esta ocasión, de los de Natxo González, atrapados en la tela de araña alcorconera durante todo el partido.

Áspero, duro, antipático resultó ya el primer tiempo por el rocoso planteamiento táctico de este nuevo Alcorcón de Julio Velázquez. El técnico amarillo ha querido clonar el exitoso dibujo de Machín en el Girona del último cuatrienio y, a decir verdad, lo está logrando a pasos agigantados. Cinco defensas, con tres centrales. Tres centrocampistas de mucha brega y dos puntas que presionan desde lo más alto. Y al Real Zaragoza, este plan se le atragantó desde el principio. Solo Febas, con su verticalidad y desborde, fue capaz de abrir brechas en las proximidades del área de Casto, pero lo más que logró fue provocar tres golpes francos con opciones de gol que ni Oyarzun ni Eguaras lanzaron bien. El resto de llegadas al área madrileña fueron escasas y poco nítidas hasta el descanso.

En el otro sentido, el Alcorcón salió poco de la cueva, pero siempre lo hizo con sentido. Bien dirigidos por Borja Domínguez y Peña, la media docena de contragolpes que armaron al toque siempre llevaron desasosiego ante Ratón. El punta Nono, muy ágil toda la tarde, amagó el primer tanto al aprovechar un error garrafal en la salida de la pelota de Grippo en el minuto 19. Se fue solo y, en el mano a mano ante Ratón, disparó raso a la base del palo y el balón se marchó fuera. Era el aviso de lo que aguardaba.

El Real Zaragoza tenía el dominio del juego, circulaba bien la pelota de lado a lado, pero le faltó siempre profundidad, clarividencia en los últimos pases y osadía en los encares cuando era posible intentar el uno contra uno. Ni los laterales, Benito y Ángel Martínez, ni los hombres de banda, Toquero y Oyarzun, tuvieron una sola iniciativa al respecto, demasiado taponados por la buena disposición sobre el campo de los alcorconeros. Solo Febas era el guía, con Borja Iglesias moviéndose de lado a lado en busca de un balón potable que nunca le llegó.

Así, en un atasco perenne, discurrieron los minutos hasta que el Alcorcón halló petróleo en una penetración de Álvaro Giménez desde la línea de tres cuartos. Dejó la pelota a Nono en la frontal, Verdasca salió de zona sin contundencia y se comió el pase, con lo que Peña, que estaba también en la zona, encaró a Ratón con todo a favor. Con un toque sutil, raso y al palo izquierdo, dejó clavado al guardameta zaragocista que encajó el 0-1 con resignación franciscana. Era el 0-1 en el minuto 37 y todo se torcía de mala manera para el atrancado Real Zaragoza. El Alcorcón, sin sufrir en demasía, con su cerrojo bien montado atrás, sacó provecho a uno de sus ataques y tomó una ventaja que, en esos momentos, se antojaba muy importante dada la ceguera ofensiva de los blanquillos en el primer tramo del duelo.

En el intermedio, solo se podía contabilizar una jugada con verdadero olor a gol del Real Zaragoza, una falta directa sacada desde el lateral del área por Oyarzun que Casto, en el minuto 5, había echado a córner con apuros junto al larguero. Nada más. Escaso bagaje para un partido de Segunda División. Mucho toque, mucha intención, pero poca eficacia. Todo lo contrario que el rival del sur de Madrid, que hizo honor a su condición de equipo imbatido en las primeras tres jornadas ligueras. Así, es normal que a los adversarios de los de Velázquez les cueste sudor y lágrimas marcarles un tanto. Son un bloque de hormigón.

Natxo González, que había confiado en Oyarzun como titular en vez del tocado Buff (además de seguir dándole la portería a Ratón), tenía que buscar soluciones urgentes en la caseta. De entrada, las planificó con los mismos once, sin mover el banquillo. Velázquez, por supuesto, siguió a lo suyo. La cosa le iba rodada en el ecuador del encuentro. No podía pedir más.

Todo arrancó igual. No hubo síntomas de cambios en el Real Zaragoza, que prosiguió con sus intentos vanos de entrar en el área. A Febas, el más descarado de los zaragocistas, lo empezaron a coser a patadas en sus penetraciones, ante el consentimiento del árbitro, Pérez Pallas. Nadie le echaba una mano al joven mediapunta zaragocista. Solo una entrada en el área de Borja Iglesias, en el 51, con un pase atrás que no alcanzó a rematar el citado Febas, hizo albergar alguna esperanza de que los de Natxo comenzasen a asediar con continuidad a Casto. El Alcorcón adormecía el juego con faltas y parsimonia con la pelota en su poder. Hacía falta un revulsivo, en forma de sustitución o en forma de ocasión clara de gol en el área madrileña. Se consumió el primer cuarto de hora de la reanudación envueltos en incertidumbres y sin el deseado despertar del equipo aragonés.

Natxo metió en danza a Buff por el apagado Oyarzun. Era la primera intentona de reactivar al grupo. El Alcorcón empezó a jugar al ‘otro fútbol’. Parones constantes, lesiones con atención del masajista, el inicio de los cambios (entró el exzaragocista Dorca en medio de una pitada)… El minutero era otro enemigo para el desintonizado Zaragoza de este día. No tenían argumentos los blanquillos para poner en apuros a la defensa visitante. Y, además, el balón estaba más parado que rodando. Siempre un mal síntoma para el que va perdiendo. A los de Velázquez les importaba poco visitar a Ratón, no aspiraban a eso. Lo suyo era aguantar como fuera el 0-1 favorable, pura especulación con un marcador de oro para un equipo que ha iniciado el torneo con tanta solvencia defensiva.

El Real Zaragoza se metió en los últimos 20 minutos sin dar señales de vida. Ciánotico en su creatividad, sin ideas en la media, sin soltura alguna en la segunda línea de mediapuntas. Así, se mascaba la tragedia, el chasco en una jornada que podía catapultar al equipo a la cabeza. Papunashvili por Ros fue el segundo paso de Natxo para revivir el ataque a falta de un cuarto de hora. Todo sonaba a desesperada. A encontrar la aguja en el pajar. No había manera de hilvanar una sola jugada de cierto rango. El partido se hizo grumoso, espeso, feo de ver. Todo quedaba dispuesto para un último arreón con más corazón que cabeza.

Papunashvili, nada más salir, intentó un chut desde fuera del área que se le fue a la Feria de Muestras. Buff, también desde 30 metros, disparó poco después muy flojo, a las manos de Casto. No quedaba otra que probar y probar fortuna como fuese. El tercer cambio de Natxo no fue valiente. Retiró del campo a Toquero y metió a Pombo. Lo suyo era quitar un defensa y cerrar con tres, ya con todo perdido y con el Alcorcón encerrado descaradamente ante su portería. Así se acometió el final del duelo. Sin éxito, como se veía venir hacía muchos minutos. Todo fue alborotado, sin rigor. El equipo zaragocista no tuvo luces en un día donde el rival se encargó de oscurecer en cada lance el brillo del fútbol. Solo Buff, en otra falta en el pico del área forzada por Febas, rozó el larguero en el minuto 80 como única opción real de empatar.

Venció la fealdad eficaz, que en esto del fútbol moderno rinde muchos réditos si un equipo sabe a lo que juega y lo hace bien. Tan nuevo y remodelado es el actual Alcorcón (que el año pasado también las pasó canutas para salvar la categoría) como el Real Zaragoza. Pero, por lo visto en La Romareda, a Velázquez le ha cundido más el verano que a Natxo. Cuestión de tiempos.

De este modo, el Real Zaragoza se queda clavado en la zona baja de la tabla, con 4 puntos de 12, y sigue vigente el estado de paciencia y fe entre el zaragocismo. Rige el clásico adagio de “nadie dijo que esto fuese a ser fácil”. La pena es que el equipo no está sabiendo hacerse fuerte en La Romareda, el feudo donde deben fraguarse la mayoría de los puntos en una temporada y lugar de tantos disgustos en años precedentes. Ahora toca recuperar el pulso en Lugo, el próximo viernes, como ya hizo el cuadro zaragocista en Córdoba la semana pasada. El año va a ser largo y el proceso (sustantivo de cabecera de Natxo González) advierte de un ritmo lento en la cohesión y la asunción de una personalidad definida en el reconstruido Real Zaragoza. Se rompe la mini racha de los últimos 15 días y toca volver a resetear.

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Ratón; Benito, Verdasca, Grippo, Ángel Martínez; Eguaras, Javi Ros (Papunashvili, 74); Toquero (Pombo, 81), Febas, Oyarzun (Buff, 59); y Borja Iglesias.

AD Alcorcón: Casto; Laure, David Navarro, Esteban Burgos, David Fernández, Bellvís; Errasti, Borja Domínguez (Dorca, 65), Peña (Toribio, 81); Álvaro Giménez y Nono (Jonathan Pereira, 74).

Árbitro: Pérez Pallas (Comité Gallego). Amonestó a Esteban Burgos (23), David Navarro (28), Toquero (30), Borja Domínguez (50), Errasti (53), Buff (60), Verdasca (66) y Álvaro Giménez (94),

Goles: 0-1, min. 37: Peña.

Incidencias: Tarde soleada en Zaragoza, con temperatura fresca, 22 grados, y viento racheado, a veces molesto. El césped de La Romareda presentó un aspecto irregular, con varias calvas en determinadas zonas. En las gradas, alrededor de 20.000 espectadores, una buena entrada.

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