Quinto entrenador que se pone al frente del quinto proyecto en Segunda

Natxo González se estrena ante el Granada en La Romareda como jefe del vestuario en la liga 2017-18. Sus cuatro antecesores al frente de los anteriores proyectos no lograron repetir curso.

Natxo González, durante uno de los entrenamientos del Real Zaragoza en la Ciudad Deportiva.
Quinto entrenador que se pone al frente del quinto proyecto en Segunda
Aránzazu Navarro

Quinto año en Segunda División tras el último descenso, en junio de 2013. Y quinto inquilino en el banquillo para arrancar el nuevo proyecto del Real Zaragoza: Natxo González. Los cuatro predecesores del técnico vasco no lograron culminar con éxito las expectativas de sus respectivas encomiendas, por hache o por be. Y, por supuesto (de ahí la nula continuidad), ninguno acabó el año que con tanta ilusión nació, como ahora, en la canícula de agosto. El Real Zaragoza, por lo tanto, está ante un reto mayúsculo en este sentido: ser capaz de atinar con las personas, con la solvencia, con el grado de paciencia suficiente si cuesta arrancar, con la sintonía entre el equipo, el cuadro técnico, la grada y los alrededores de un equipo que siempre es foco de máxima atención por su relevancia en la tierra, por su caché en una división, la Segunda, que no es su hábitat natural y produce sarpullidos a nada que se tuercen los caminos.

En efecto, llama la atención que cada año en el último lustro el Real Zaragoza presente en el primer partido oficial en La Romareda, además de a más de una quincena de futbolistas, a un entrenador nuevo. El año pasado era Luis Milla. El anterior, Ranko Popovic. El inmediatamente anterior, Víctor Muñoz. Y el que lo precedió, el primero tras del descenso, la apuesta había sido Paco Herrera. Cinco veranos, cinco pretemporadas con cinco librillos distintos, con cinco propuestas dispares, con modos y maneras divergentes entre sí.

No quiere decir esto que en estos cinco años el Real Zaragoza haya tenido cinco entrenadores. No es eso. Han sido unos cuantos más. Porque, entremedias, a temporada en marcha, por aquí asomaron los Lluís Carreras, Raúl Agné y, como flotador de máxima emergencia, César Láinez, hombre de la casa que fue el encargado el año pasado de intentar -y lograr in extremis- evitar el descenso a Segunda B y, con él, la liquidación de la SAD. Son ocho técnicos en cuatro años naturales, dado que este quinto acaba de nacer. No hacen falta más explicaciones sobre los efectos que esto tiene sobre el día a día de cualquier equipo de fútbol.

A Paco Herrera lo contrató Luis Carlos Cuartero en el verano de 2013, cuando el hoy director general ejercía de director deportivo en el Real Zaragoza del anterior máximo accionista, Agapito Iglesias. Lo hizo días antes de que, con la Liga de Fútbol Profesional de por medio, aterrizara en la sede de La Romareda un director general externo y extraño, el valenciano Jesús García Pitarch, quien se encontró, a regañadientes, ya con el técnico contratado. Con el paso del tiempo, este factor acabaría siendo clave para la fractura interna que se dio en aquel caótico año, principalmente en términos societarios. Paco Herrera, en la singular pretemporada de Alcalá de la Selva (Teruel), ya empezó a sentir los pinchazos del vudú que desde los despachos le estaban haciendo y que acabarían con su prematuro adiós tiempo después, pese a un buen trabajo que tenía al equipo en lo alto de la clasificación en el cambio de enero a febrero de aquella campaña.

Víctor Muñoz inició el curso en 2014 contra natura. Había concluido el año anterior, tras el despido del citado Paco Herrera bajo la guillotina de Pitarch en la recta final de la liga. Fue el verano en el que Agapito se vio forzado a vender el club, ya acorralado y sin posibilidad alguna de seguir aferrándose a la ruina que él mismo, con su entramado empresarial-político-financiero-deportivo, generó durante 8 años de terrible gestión en todos los ámbitos. Aquel verano de la compraventa de sus acciones, de oscuros intereses en el reparto de protagonistas en la acción de compraventa de la SAD que trajo alrededor del viejo club a personajes singulares mientras la realidad hacía que el Real Zaragoza estuviera al borde de la liquidación. En los últimos días de julio, la Fundación Zaragoza 2032, actualmente al frente de la gestión del club, evitó la muerte cantada de la entidad y se vio en la tesitura de arrancar la tarea de reconstruir un vestuario vacío, sin ejecutivos ni un plan preestablecido... ¡ya con agosto empezado! Fue el momento en el que llegó a toda prisa Ángel Martín González para capitanear la dirección deportiva y, por sentido común y con el asentimiento del propio técnico, se decidió que Víctor Muñoz comenzase aquella aventura desde cero. Seguramente, no fue una buena decisión, visto lo visto al poco tiempo, pues Muñoz no acabó de entender todo lo que estaba ocurriendo en aquellos abruptos tiempos. No hubo pretemporada ad hoc, el técnico zaragozano trabajó siempre en la Ciudad Deportiva, al principio rodeado de juveniles y algún cadete. Todo fue extraño y extrañamente acabó en noviembre, tras un lío interno en Soria que no tuvo más desembocadura que su despido.

Ranko Popovic arrancó el plan de 2015 con el mismo formato que el año anterior Víctor Muñoz, es decir, después de haber rematado la campaña previa al frente del equipo. Eso sí, su caldo de cultivo era mucho más amable que el de Muñoz, pues venía de los mejores momentos vividos por el Real Zaragoza en este calvario de Segunda: la promoción de ascenso a Primera, que se perdió en los últimos 7 minutos de la final, con un gol postrero recibido en el partido de vuelta en Las Palmas, tras una semifinal histórica en Gerona y un partido de ida ante los canarios en La Romareda lleno de emociones positivas. Ni siquiera eso fue suficiente para embocar un camino llano, cabal, paciente y positivo el año siguiente. Enseguida se olvidó ese sentido común, en medio de las prisas, las histerias, la pose de crítica feroz que viene infiltrada y capilarizada en el zaragocismo desde hace largo tiempo. Y Popovic, al ver que su presencia en el banquillo empezaba a resultar nociva para los intereses del Real Zaragoza, facilitó su salida en las Navidades. Con él, se cambió también a una dirección deportiva en la que Ángel Martín González había fallado garrafalmente en decisiones que, además, llevaban adosadas cuestiones perniciosas para con la SAD. Ahí llegó el fugaz Lluís Carreras, de la mano de Narciso Juliá, el nuevo jefe del área deportiva. A este entrenador, el caos y el vergonzoso final de liga en Palamós, con aquella lacerante goleada recibida a pies del Llagostera (6-2) ya descendido a Segunda B que impidió jugar de nuevo la promoción a Primera División (bastaba un empate aquella tarde en la Costa Brava), lo dejó sin opción alguna de empezar el proyecto del cuarto año. Cayó fulminado después de aquel bochorno histórico.

Luis Milla fue el elegido por Juliá para el cuarto asalto del Real Zaragoza a Primera. El turolense inició el curso con un acierto impensable en términos de resultados, por encima de cualquier estimación durante un verano lleno de cambios, como han sido todos. En la 5ª jornada, el equipo era 2º en la tabla, con 10 puntos, tres triunfos seguidos como local. Pero no jugaba bien, chirriaban varias cuestiones tácticas y de calidad en varios hombres titulares, encajaba goles con una facilidad pasmosa, tenía una defensa de mantequilla en los laterales, el portero daba muestras de inconsistencia, no sabía guardar las ventajas en el marcador... En otras cinco jornadas en las que apareció el revés de la moneda, sin una sola victoria, con críticas explícitas del propio Milla relativas al carácter pusilánime de sus hombres (Soria, Sevilla), el castillo de naipes se desmoronó. El entrenador turolense fue destituido en busca de un revulsivo. Y lo demás está muy reciente. La llegada de Agné, el espejismo de los primeros resultados, la aparición de nuevos focos de fricción dentro y fuera de la caseta, la crisis de identidad de Juliá en la dirección deportiva (junto con su ayudante, Albert Valentín), la proliferación de malos resultados y el hundimiento del equipo en la tabla... Hasta que, como pocos meses antes, los dirigentes decidieron otro doble cambio: en el banquillo, ascendió del filial César Láinez cuando las alarmas de la Segunda B ya sonaban, y en la dirección deportiva, se despidió a Juliá y se trajo de Huesca a Lalo Arantegui y a su secretario técnico, José Mari Barba.

Y aqui estamos. En verano de 2017, con estos dos responsables de la nueva metamorfosis del vestuario y con Natxo González heredando el testigo de tantos y tantos antecesores en el cargo. Quinto año en Segunda, quinto entrenador que pone en marcha el nuevo plan. El Real Zaragoza de los años diez del siglo XXI. Historia. Narración de acontecimientos vividos en el periodo más complicado de la historia moderna del octogenario club aragonés. Tal vez el momento de cambiar la tendencia, algo necesario, imperioso, para que un día el equipo regrese a Primera y a la vida plácida.

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