Gracias, Cani

Alrededor de 2.000 zaragocistas despiden al talentoso mediapunta de Torrero. Familiares y amigos respaldan el emotivo adiós a uno de los mejores futbolistas aragoneses.

El presidente del Real Zaragoza, Christian Lapetra, entrega una camiseta conmemorativa a Cani, ayer en La Romareda.
El presidente del Real Zaragoza, Christian Lapetra, entrega una camiseta conmemorativa a Cani, ayer en La Romareda.
Oliver Duch

El día arrancó nublado, con amenaza constante de lluvia a lo largo de toda la mañana. Pero Cani no podía despedirse bajo un cielo encapotado. Seguramente por esa razón, el sol decidió aparecer a mitad de la tarde, para iluminar la marcha de un futbolista que siempre fue capaz de brillar por sí mismo. Fue un adiós anunciado, pero no por ello menos doloroso. Meditado en las últimas semanas, esperado en los últimos días y oficializado el pasado martes, Rubén Gracia Cani se despidió ayer del Real Zaragoza, de su Real Zaragoza. Y lo hizo en una Romareda enfervorizada, entregada a su ídolo, en la que alrededor de 2.000 personas despidieron para siempre a la última joya que ha brotado de la Ciudad Deportiva.

Antes de saltar al verde, ese en el que tantas veces maravilló con su fútbol, Cani se sentó por última vez en la sala del prensa del estadio aragonés, junto al presidente de la entidad, Christian Lapetra. En primera fila, siguiendo con atención todas y cada una de sus conmovedoras palabras, familiares y amigos acompañaron al ilustre ‘8’ durante su comparecencia. Sus padres, Jesús y Esmeralda, y su hermano, Sergio, apenas pudieron contener unos segundos las lágrimas. A su lado Teresa, la esposa del mediapunta, junto a sus pequeños Diego e Inés, arropó cada letra que salió de la quebrada voz de un Cani que compareció con una sonrisa nerviosa. Para ellos fue destinado el primero de los múltiples agradecimientos. A escasos metros de él, el club estuvo representado también por Fernando de Yarza Mompeón; Fernando Sainz de Varanda; Fernando Rodrigo; Luis Carlos Cuartero, Lalo Arantegui o Paco Checa, entre otros.

Entre los presentes, uno muy especial. Su íntimo amigo Alberto Zapater, el otro gran icono de la última temporada en Segunda, tampoco pudo contener el llanto viendo como se despedía su fiel compañero. Ambos han compartido miles de minutos sobre el campo; largas y duras sesiones de trabajo en la Ciudad Deportiva; kilómetros de carretera a sus espaldas para defender el escudo del león por toda la geografía española... incluso pasearon en su anterior etapa el nombre del Real Zaragoza por Europa. Tal vez por eso, su amistad traspasa ahora el sentimiento puramente deportivo.

El ejeano será, esta vez en solitario, el encargado de liderar el próximo curso un nuevo intento de retornar a Primera. Esa categoría en la que tanto dio que hablar Cani; primero en Zaragoza y después durante su etapa en el Villarreal. Tal fue su crecimiento en las últimas temporadas en la capital aragonesa, que hasta Luis Aragonés le tanteó para la selección española, con la que, sin embargo, nunca llegó a debutar. Esa campaña, la 2005-2006, fue la mejor con el club de sus amores. Aquel prometedor e intrépido chaval que despuntaba en el Stadium Venecia gracias a su fútbol alegre y atrevido, había pasado a codearse junto a estrellas de la talla de los hermanos Milito.

Uno de los grandes artífices de la trayectoria de Cani es Ramón Lozano, actual director de la cantera, que también arropó su adiós. "Rubén ha sido el futbolista que muchos de nosotros hubiéramos querido ser. Esa facilidad para ver el fútbol, y esa capacidad para interpretarlo con tanta sencillez, están al alcance de muy pocos. La esencia no se la ha enseñado nadie. Nos ha hecho disfrutar muchísimo", relató Lozano, visiblemente emocionado.

Una vez que concluyó su sentido discurso, el ya exfutbolista saltó al campo, ese en el que tantas tardes de gloria brindó al público zaragozano. Casi un año más tarde de su vuelta a casa, 364 días después de que se reencontrase con su afición, Cani volvió como flamante protagonista al césped de La Romareda. Con el mismo nudo en el estómago, pero con un desenlace muy diferente al de aquel 7 de julio del pasado verano. Entonces retornaba a casa con el deseo de devolver al club de sus amores a la élite del fútbol nacional. Ayer, sin embargo, apareció para recoger el inmenso cariño que todavía despierta entre los fieles.

Sobre el césped le esperaban sus dos mejores conquistas. Además de una afición que no cesó de corear su nombre, el título de Copa logrado en 2004 ante el imponente Real Madrid, y la posterior Supercopa de España conquistada en Mestalla ante el Valencia, presidieron el sentido homenaje que el club quiso brindar a uno de los mejores futbolistas aragoneses de la historia.

El himno de su Real Zaragoza fue la melodía que acompañó sus últimos pasos por la rampa que tantas veces le condujo al campo. Esa esquina que multitud de veces descendió antes de los partidos le llevó, esta vez en zapatillas, a dirigirse a su afición. Un público al que agradeció su fiel apoyo, "que siempre ha estado a mi lado", dijo Cani. Tras un breve discurso, todavía con la voz entrecortada, el jugador recibió una camiseta del Real Zaragoza con el dorsal 15 a la espalda, número de temporadas que respaldan su dilatada trayectoria como futbolista profesional.

El acto contó, incluso, con el emotivo gesto de Cani colgando, literalmente, sus botas sobre un marco. Fue la constatación de que ya no había marcha atrás. Cani se marcha para siempre. Pero, antes de abandonar el campo, el genio aguardó con una paciencia infinita las múltiples peticiones de la afición. Autógrafos, fotografías... nadie se quería marchar del estadio sin un recuerdo con el gran protagonista. Gracias, Cani.

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