Un punto de oro en Oviedo para un Zaragoza deslavazado y defensivo

Ratón, el portero, fue el héroe del equipo con infinidad de paradas decisivas y al final acabó expulsado por pérdida de tiempo.

Un punto de oro en Oviedo para un Zaragoza deslavazado y defensivo
Un punto de oro en Oviedo para un Zaragoza deslavazado y defensivo
El Comercio

El Real Zaragoza sumó un punto dorado, de sabor dulce y necesario, en una noche de máxima exigencia que acometió con un partido de formato defectuoso, con un fútbol horrible de calidad y sin apenas argumentos ofensivos. Lo de menos fue el cómo y lo de más el qué. Añadir un punto a las alforjas en circunstancias de inferioridad sobre un rival superior siempre tiene lectura positiva. Y por ahí habrá que quedarse en el análisis somero. El encuentro tenía un fin, que era no irse de vacío a casa. Y eso lo logró el Zaragoza. El resto de detalles, a 20 de mayo y llenos de agobios en la clasificación, son accesorios obviamente.

Que el primer tiempo acabase 0-0 fue un milagro para el Real Zaragoza. Era su máxima aspiración vista su postura sobre el campo desde los primeros 10 minutos, cuando el Oviedo decidió que ya se había acabado ese espacio de tanteo propio de un partido tan trascendente para ambos equipos, cada uno por objetivos bien distintos. Y es que los ovetenses generaron seis claras ocasiones de gol, por goteo, que hicieron a Ratón el héroe de la noche, pues evitó una a una con rechaces llenos de agilidad y fortuna para cerrar la portería aragonesa increíblemente. El juego de los de Láinez, con Xumetra y Cani en las bandas ofensivas como gran novedad (en vez de Lanzarote y Pombo, esta vez suplentes), fue decepcionante en grado sumo.

A los avispas (así vistió el Zaragoza en el Tartiere) les faltó ritmo, rasmia y, por encima de todo, velocidad de pensamiento y piernas. El Oviedo iba con gasolina y los aragoneses con gasoil agrícola. Ni un solo balón dividido fue para los de Láinez, incapaces por otra parte de armar contragolpe alguno porque siempre se abortaba al tercer intento de combinación. Ros siempre miró atrás. Bedia, silbado por su anterior afición en todo momento, no dio una a derechas. Los citados Xumetra y Cani no percutieron jamás a los laterales locales. Así que el goleador Ángel estuvo todo el tiempo desabastecido, hastiado de pedir balones inútilmente.

Si a esto se añade la blandura de la zaga, empezando por el Zapater más desafortunado, resbalones incluidos dentro del área, se concluye en que, en efecto, llegar al intermedio sin haber encajado un tanto era la mejor noticia de la velada asturiana. El Oviedo fue muy superior en todo, en actitud, en verticalidad, en llegadas ante el portero adversario…

Primer fue Carlitos, en el minuto 17, quien se quedó mano a mano ante Ratón en el área tras pared con Nando, pero el portero zaragocista sacó con el cuerpo a córner. En el 24 fue Nando quien, a bocajarro tras caerse Zapater en el punto de penalti fatalmente, remató a placer sobre el portero blanquillo y, tras el rechazo, Toché redundó el marro encontrándose en la raya de nuevo con el crecido Ratón. El público carbayón empezó a llevar en volandas a los suyos y llegó una tacada de disparos a puerta, tres en tres minutos, que tambaleó al Real Zaragoza, grogui por completo. Una falta de Susaeta en el 32, un chute a quemarropa de Costas en el 33 y otro golpe franco de Carlitos en el 34 terminaron, nuevamente, con Ratón salvando el gol encadenadamente para desesperación de los oviedistas.

Curiosamente, ese agobiante dominio del Oviedo, constatado con esta serie de vicegoles entre el minuto 17 y el 34, estuvo enmarcado con las dos únicas opciones de gol del Real Zaragoza, surgidas prácticamente de la nada, de sendos balones parados. Porque en el minuto 10, los aragoneses, a modo de espejismo, avisaron a Juan Carlos, el inédito portero astur, con una falta lejana volcada por Ros que Cabrera volvió en el segundo palo con veneno, pero que Costas despejó en el área chica antes de que hubiera otro remate letal. Y en el 40, Ángel cabeceó con intención un saque de banda largo peinado por Bedia con anterioridad obligando al portero azul a enviar a córner con apuros. Pura anécdota enmedio de tanta inferioridad zaragocista durante la primera fase del duelo

Y llegó el intermedio. Ese temido tramo de cada partido para Láinez. No hizo cambios de salida. A ver cómo venían los acontecimientos. El Oviedo de Fernando Hierro siguió a lo mismo. Confiado en cazar en uno de sus múltiples ataques a la retaguardia zaragocista. Y, ciertamente, el Real Zaragoza salió algo más enchufado, provocando una falta y un córner (luego muy mal resueltos). Ángel probó con una vaselina desde 40 metros, al ver a Juan Carlos adelantado, pero se le fue alta por poco. Aquello parecía otra cosa, mucho mejor. Fueron siete minutos de desahogo. Nada más, porque enseguida reaccionó el Oviedo y volvió a la carga sobre Ratón, que volvió a salvar un tanto de falta a lanzamiento de Susaeta.

El centro del campo zaragocista era muy fácil de sobrepasar y romper para los locales, en apenas una pared o un desborde individual. No había consistencia defensiva y siempre acababa el Real Zaragoza encerrado en su área. Se presumía un suplicio hasta el final. No se advertían soluciones de cariz ofensivo entre los protagonistas avispas, cuyo récord de posesión del balón era un simple pase. Además, comenzaron los agarrones, la desesperada forma de intentar parar los ataques ovetenses, como fuera. Llegaron las tarjetas, la de Marcelo Silva es la quinta de su tercer ciclo, por lo que se perderá la cita ante el Rayo Vallecano del próximo domingo.

Láinez hizo un doble cambio a falta de media hora. Metió a Pombo y Edu García en busca de oxígeno, de algo de llegada. Se marcharon, inéditos, Bedia y Cani. El Oviedo también introdujo aire fresco con Saúl Berjón y Michu, porque los de Hierro empezaron a dar muestras de desesperación, de histeria, de no saber jugar contra el reloj. Les empezó a faltar continuidad, cosa que agradeció el deslavazado Zaragoza. Aún así, Toché se quedó solo en el 72 ante Ratón en un error de la zaga por el centro. Se entretuvo el ariete local y su remate feo, de rebote, se marchó fuera muy cerca del palo derecho. Los asturianos empezaban a lanzar sus dentelladas últimas, desde sus fuerzas de flaqueza obligadas.

Michu casi marcó faltando 12 minutos, pero su cabezazo picado, solo en el área, se marchó rozando el palo, fuera. El Real Zaragoza hacía rato que no salía de su propio campo. Los jugadores estaban asfixiados, atacados por la responsabilidad. Se miraba más el cronómetro del marcador que el balón. Desesperante la ausencia de argumentos futbolísticos para tener la pelota por parte de todos los zaragocistas. Lanzarote, recién salido en la recta final, intentó una rosca desde fuera del área, pero se le marchó fuera. Fue la única aparición aragonesa por la portería local en más de media hora de reclusión atrás. El Oviedo también estaba fuera de sí por su errático juego en la segunda parte, plagado de imprecisiones.

Cuando el partido ya agonizaba, el zaragozano Linares, la última bala de Hierro, estuvo en un tris de arruinar el empate del Real Zaragoza. Se quedó mano a mano ante Ratón, que en la enésima actuación salvadora, le sacó el remate cruzado con la mano izquierda sobre el suelo. Y el sufrimiento no quedó ahí. Ya en tiempo añadido, Saúl Berjón, solo en el área tras un pase atrás de Susaeta, empalmó a placer… alto, mal, para alivio general del zaragocismo. Era el minuto 91 ya sobrepasado. Y en el 95, con tres avispas caídos en el suelo de tacada, el Oviedo aún tendría otro remate fallido de Toché que acabó provocando la singular expulsión de Ratón, al considerar el árbitro que llevaba minutos perdiendo tiempo, solicitando incluso la asistencia médica por un golpe en el brazo.

El partido duró 100 minutos y acabó con Lanzarote de portero. Un colofón que define el grado de frenesí que se vivió en el Tartiere. Pura locura. Una barbaridad de final. Lo mejor para el Real Zaragoza, mucho más vistos los resultados de la noche, ese punto que puede ser decisivo dentro de 20 días cuando se haga balance final del año. Del método, del nivel de juego, mejor no hablar demasiado. Eso, advertido estaba de antemano, queda ahora en segundo plano, cuando la vida está en juego y solo cuenta respirar como sea.

Ficha Técnica

Real Oviedo: Juan Carlos; Johanneson, David Fernández, Costas, Christian Fernández; Torró, Erice (Linares, 86); Susaeta, Nando (Michu, 73), Carlitos (Saúl Berjón, 66); y Toché.

Real Zaragoza: Ratón; Isaac, Marcelo Silva, José Enrique, Cabrera; Zapater; Xumetra (Lanzarote, 82), Edu Bedia (Pombo, 63), Javi Ros, Cani (Edu García, 63); y Ángel.

Árbitro: Figueroa Vázquez (Comité Andaluz). Expulsó por doble amarilla a Ratón (88 y 95). Amonestó a Torró (46), Nando (57), Marcelo Silva (60), Xumetra (61), Linares (88) y Saúl Berjón (98)

Goles: No hubo.

Incidencias: Noche primaveral en la capital del Principado de Asturias, con 17 grados al inicio del choque tras un día soleado. El césped del Carlos Tartiere, en contra de lo que es habitual, presentó un buen aspecto. En las gradas, una buena entrada, superior a la habitual, 16.227 espectadores.

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