El (casi) llanto de Zapater, alegoría del sentir zaragocista

El capitán acabó el partido ante el Cádiz con una refleja reacción de desesperación sobre el césped de La Romareda. Es la enésima vez que la padece.

Alberto Zapater, en una imagen única que describe su sentir al acabar el partido del viernes ante el Cádiz. Sobran las palabras.
Alberto Zapater, en una imagen única que describe su sentir al acabar el partido del viernes ante el Cádiz. Sobran las palabras.
Toni Galán

Observar las imágenes, fijas o en movimiento, de Alberto Zapater en los finales de muchos partidos del Real Zaragoza a lo largo de este año es un cortometraje de gestos trágicos, dolorosos, desesperantes, llenos de incomprensión hacia lo que le sucede al equipo. La fotografía adjunta es la más reciente. Es la del final del partido ante el Cádiz en la noche del viernes, pocos segundos después de que el Zaragoza dejase escapar un triunfo vital al encajar el 1-1 que derrumbó sus pretensiones cuando todo concluía.

El capitán zaragocista se agarró con fuerza las perneras de los pantalones y estiró hacia delante para soltar la rabia que rebosaba en su talante. Gritó al cielo con los ojos cerrados, incrédulo por estar sumido de nuevo en una pesadilla. Es el resultado de esa sensación de impotencia, de estar metido en una espiral de mal fario que no acaba nunca, de saber que los derroteros que cogió el equipo hace muchos meses no se corresponden, en absoluto, a las intenciones del inicio del curso, en el pasado verano donde todos soñaron con estar justo al otro lado de la horquilla de aspiraciones.

Ya atravesó Zapater momentos y reacciones similares el día del Lugo (empate gallego in extremis, de formato parecido al tanto de Aitor para el Cádiz). O a la conclusión del duelo contra el Nástic. O el otro día tras caer contra el Getafe y ver cómo, 10 segundo antes del pitido final, Ángel fallaba bajo palos un gol imposible de marrar... O en Córdoba, con aquel tanto demoledor de Markovic en el 93 que dejó a Zapater desmembrado anímicamente en medio campo... Son tantas veces, tantos martillazos en el mismo clavo, que el dolor es más profundo por el hastío que por el propio mal que causa.

Zapater, en llanto y decepción, es la alegoría de todo el zaragocismo. El ejeano representa lo que miles y miles de zaragocistas de aquí y allá sienten cada fin de semana cuando el equipo no gana y da tumbos en la clasificación, rematando ya el que es el peor año deportivo de las últimas siete décadas. Seguramente, Alberto Zapater no merece estar en el elenco de sus protagonistas, como tampoco Cani. Ambos vinieron en julio pasado al club, de regreso tras sus periplos fuera del hogar, para abanderar un grupo que debería haber sido más ganador que perdedor, de altura y miras más elevadas. Y su buena intención, su voluntad de reflotar al equipo se sus amores hasta donde merece, la Primera División, se ha visto decepcionada en grado sumo.

Le pasa a Zapater cada día. A Cani. Y a muchos 'zapateres' y 'canis' que no pueden reprimir las lágrimas y la ofuscación cuando terminan de ver un partido de su Real Zaragoza. Es el tiempo que nos ha tocado vivir, sentir, padecer, sufrir y contar. Mientras haya gente ahí dentro que reacciones como Zapater el pasado viernes a la conclusión del partido se tendrá la certeza fuera del campo de que hay vida en las tripas del vestuario. Es, bien analizado, el amarre positivo, la lectura más aliviadora de estos episodios repetidos de rabia exteriorizada del capitán aragonés. El espejo donde se ven reflejados infinidad de zaragocistas.

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