El Real Zaragoza traspasa la crisis al Huesca al ganar 2-3 en El Alcoraz

Dos goles de Dongou y uno de Ángel remontan el inicial de Borja Lázaro y dan oxígeno tras un mes negro.

Xumetra conduce el balón sobre el césped mojado de El Alcoraz.
Xumetra conduce el balón sobre el césped mojado de El Alcoraz.
Rafael Gobantes

En el agua, sobre el barro, bajo la lluvia. En un partido que estuvo en un tris de suspenderse durante la tarde. Ahí, en un escenario para la épica, el Real Zaragoza se impuso al Huesca en el duelo aragonés por 2-3. Un partido dividido en dos partes bien distintas, la primera sin goles, la segunda llena de ellos y de más ocasiones claras. No fue un partido normal, todo estuvo alterado por el estado del campo. Y la fuerza, la resistencia, la inteligencia en unas circunstancias adversas para el fútbol de toque, decantó el marcador a favor de un Zaragoza que fue de menos a más y qué, al final, aprovechó mucho mejor sus aptitudes para hacerse con 3 puntos vitales que rompen con 4 partidos sin victorias de manera encadenada. Ahora, es el Huesca el que se mete en ese lío del nerviosismo y la ansiedad.

Como estaba cantado, como era obvio desde el pitido inicial, la citada agua y irremediable barro mediatizaron por completo el partido. Nada de fútbol convencional se pudo ver en El Alcoraz, convertido en piscina en muchas zonas de su superficie. Fue un duelo de los años sesenta o setenta del siglo pasado, cuando este estado del terreno de juego era más común en invierno. Patadón a seguir, carreras alocadas en busca de conejos en las chisteras de los 22 jugadores, centros al área a ver si sonaba la flauta… Y ahí, en ese escenario extraordinario, el Huesca se movió más a gusto.

Anquela apostó por un 5-3-2 que, incorporando a los laterales Brezancic y Akapo al medio campo, dio superioridad numérica siempre a los azulgranas en la zona ancha, dejando al Real Zaragoza a merced de los locales en la mayoría de pelotas divididas, en casi todos los lances alborotados por los charcos. Los de Agné sufrieron mucho más durante el juego y debieron correr más kilómetros forzados por la iniciativa oscense. Esa fue la tónica de todo el primer tiempo.

El Real Zaragoza apostó por buscar los ya clásicos balones largos a un solitario Ángel, que apenas pudo un par de veces escapar de las marcas de los tres centrales (tres) del Huesca. En el otro área, Borja Lázaro estuvo más arropado por Camacho y las incorporaciones de Melero y Sastre, forzando hasta cuatro ocasiones de gol que marró una tras otra. Si el ariete azulgrana hubiese tenido el duende, en 23 minutos podría haber decantado el marcador hacia el Huesca con rotundidad. Irureta, en tres de ellas, estuvo atinado bajo palos, en una de ellas con los pies. En la otra, un ágil y certero Marcelo Silva (infalible por alto) se adelantó a tiempo para tapar el chut a gol.

No obstante, la más clara ocasión para estrenar el tanteador la tuvo el Zaragoza en las botas de Cabrera. En una contra de Xumetra, el uruguayo lanzó solo en el área un disparo que iba dentro, pero la pelota le dio en el cuerpo a Ángel sin que el canario pudiera esquivarla. El propio ariete zaragocista evitó el gol de su compañero en el minuto 12. De ahí al descanso, solo una falta postrera lanzada por Edu Bedia al lateral de la red, pegada al palo, llevó peligro ante Sergio Herrera.

Fueron infinidad los minutos en los que no se pisaron las áreas. Un pimpampum constante de lado a lado, con mayor vertiente hacia la meta del Real Zaragoza, sin acciones que encontraran remates potables por ningún bando. El Huesca se mostró más atinado en tan especiales condiciones del campo, pero no le dio de sí para sacar provecho. Por su parte, los zaragocistas padecieron por su mal posicionamiento, porque no hallaban destino bueno a sus desplazamientos de balón.

Edu Bedia lo pasó fatal sin poder domar la pelota sobre el agua. Xumetra trabajó a destajo sin poder percutir de cerca a la zaga local. Dongou se perdió en la zona de mediapunta, abrumado por las marcas cercanas (lo más que logró sacar fueron varias faltas en la línea medular). Y Ángel, un día más, fue un islote perdido en la nada. El 0-0 del intermedio reflejaba la inoperancia a la que el temporal de lluvia llevó a ambos equipos en la noche oscense, agravando aún más su mala racha ante las porterías rivales del mes pasado. Si alguien esperaba que, de la anomalía de los charcos y el barrizal surgieran nuevas vías ofensivas para ver un partido con goles, en la primera parte quedó decepcionado sin duda.

Con el cansancio acumulado en las piernas de todos, se acometió la segunda mitad. Con las indumentarias nuevas, secas por unos segundos, en vez de las empapadas con las que todos llegaron a la caseta. Ni Anquela ni Agné hicieron cambios, pese a que había varios tocados por choques en los primeros 45 minutos, casos de Zapater, Brezancic, Carlos David… La lluvia amainó puntualmente y el partido se reanudó con algo más de sosiego en su difícil envoltorio.

Enseguida llego el punto de inflexión que rompió las rutinas. En el minuto 7, Borja Lázaro, esta vez sí (a la quinta intentona), batió a Irureta. Lo hizo a bocajarro, empujando bajo palos un cabezazo previo de Jair en una falta lejana colgada por enésima vez al área zaragocista en busca de petróleo. Con el 1-0 tan pronto, el guión del partido solicitó a los escribientes nuevos derroteros. Ya no servía especular ni verlas venir para el Real Zaragoza.

Y reaccionó con celeridad el cuadro de Agné. El empate a uno no se hizo esperar más allá de otros 7 minutos. Lo firmó Dongou de cabeza, bajo palos, tras salvar Sergio Herrera un centro-chut envenenado de Cabrera que se le iba a colar junto al larguero. El guardameta local evitó ese tanto, pero dejó muerto el balón para que el camerunés lo empujara con comodidad con la frente al fondo de la red. Ahí, Agné movió ficha y copió a Anquela. Quitó al lateral Feltscher y metió a Edu García, dejando una línea con tres centrales atrás (Valentín, Silva y Cabrera) y poblando el centro del campo en busca de igualar y equilibrar las fuerzas.

El partido se agitó al máximo. Entre los goles y el agotamiento progresivo de todas las piezas, el desenlace pasó a ser una incógnita de imposible pronóstico. Cani fue introducido en juego por Agné en vez del agotado Bedia para meter gotas de calidad frescas. Anquela había puesto en danza a Samu Sáiz, su as en la manga. Y, en esas coordenadas, el más listo fue el Zaragoza. Y, en esas coordenadas, el más listo fue el Zaragoza. Un balón llevado por la derecha por Xumetra, acabó en un centro perpendicular al área que engatilló Ángel con colocación, dio en el palo y entró a gol. Era el minuto 72. En solo 13, el equipo zaragocista había volteado un marcador adverso que advertía de movimientos sísmicos en las tripas de la entidad.

Se entró al último cuarto de hora con el Huesca tocado anímicamente, histérico con el balón. Y con el Real Zaragoza sustentado en la potencia defensiva de Silva y Zapater (coloso el de Ejea) y la frescura de Edu García y Cani, que resultó providencial en esos momentos culminantes. Por eso no fue extraño que llegase el 1-3. De nuevo con la firma de Dongou, de nuevo en un pase de Xumetra, tras una excelente contra llevada en el agua por Edu García. El camerunés se encumbró en este importante partido con un chut cruzado que Herrera no pudo detener.

La recta final del duelo fue dominada sin problemas por el Zaragoza, serio y sin complicarse la vida jamás. Incluso el roto en la zaga local pudo ser mucho mayor. Ángel tuvo un mano a mano que le quitó el portero local. Y, Xumetra gestó otro similar que también abortó Herrera in extremis. A falta de 2 minutos, Ángel lo intentó desde 40 metros, con el portero fuera del área, pero no encontró portería. Tuvo fortuna el Huesca en ese tramo porque, de haber tenido un poco de acierto la delantera zaragocista en este tramo, la goleada habría sido estruendosa.

Sin embargo, para que el sello del Real Zaragoza quedara patente en esta victoria crucial para romper la mala racha blanquilla, el Huesca anotó el 2-3 en el último segundo tras una jugada de Vinicius que remató a quemarropa Alexander González. Los de Agné, siempre sufriendo, siempre clavándose la aguja en el pajar, aunque en este caso fuera algo anecdótico e inocuo.

El triunfo zaragocista fue celebrado por los blanquillos como la final de la Copa de Europa en el centro del enfangado Alcoraz. La afición desplazada a Huesca, por fin, pudo disfrutar de lo lindo de una noche feliz. En un momento harto delicado, el Real Zaragoza supo encontrar el camino de la victoria en un duro lugar, en un partido que, además, trae efectos secundarios positivos por tratrarse de un derbi. Por el contrario, el Huesca sale malparado de esta derrota. Su crisis no cesa y sigue agrandándose. De repente, los problemas mayores pasan de mano. De Zaragoza a Huesca.

Ficha Técnica:

SD Huesca: Sergio Herrera; Akapo, Carlos David, Jair (Alexander González, 75), Íñigo López, Brezancic; Aguilera, Melero, Sastre (Samu Sáiz, 70); Camacho (Vinicius, 63) y Borja Lázaro.

Real Zaragoza: Irureta; Feltscher (Edu García, 60), Marcelo Silva, Jesús Valentín, Cabrera; Zapater, Javi Ros; Xumetra (Casado, 86), Edu Bedia (Cani, 67); Dongou y Ángel.

Árbitro: González Fuertes (Comité Asturiano). Amonestó a Brezancic (13), Marcelo Silva (33), Jair (45), Xumetra (64) y Aguilera (69).

Goles: 1-0, min. 52: Borja Lázaro. 1-1, min. 59: Dongou. 1-2, min. 72: Ángel. 1-3, min. 78: Dongou. 2-3, min. 93: Alexander González.

Incidencias: Noche lluviosa en Huesca, como durante los tres días previos. El césped, encharcado. Hasta 45 minutos antes del inicio del partido no se decidió que se podía jugar. En las gradas, unos 5.000 espectadores, de ellos 800 zaragocistas. El Huesca cambió el pantalón azul por granate, para que el Real Zaragoza jugase de blanco.

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