Un equipo mutilado de cabeza

El Real Zaragoza es, con solo 15 remates con la testa en 19 partidos, el más indolente de Segunda en esa importante faceta ofensiva.

Ángel y Juan Muñoz, los dos delanteros que más minutos han jugado durante lo que va de temporada en la línea de ataque del Real Zaragoza, lamentan un error en un partido en La Romareda.
Ángel y Juan Muñoz, los dos delanteros que más minutos han jugado durante lo que va de temporada en la línea de ataque del Real Zaragoza, lamentan un error en un partido en La Romareda.
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El Real Zaragoza solo tiene computados 15 remates de cabeza a las porterías contrarias en 19 jornadas. Una media paupérrima. Unos números delatores de la estructura del equipo. Que definen de manera cristalina a qué puede jugar y a qué no puede hacerlo bajo ningún concepto.


La comparativa con los otros 21 rivales de la categoría ayuda a comprender en su verdadera dimensión este asunto que, por decantación inevitable, se trata de un problema. El equipo que más remata de cabeza es el Mallorca, que suma 56 testarazos a portería, ¡41 más que los zaragocistas! Le sigue el Almería, con 54. Completa el podium el Lugo, con 50. A años luz de generación y eficacia en el juego aéreo respecto del romo Real Zaragoza.


El contraste que desnuda esta carencia de fábrica del cuadro zaragocista no llega solo en ese tramo alto de la tabla estadística. En lo bajo del ranquin, el equipo -antes de Milla y ahora de Agné- ya queda retratado con todo detalles. Su precedesor en deficiencia cabeceadora en ataque, el Sevilla Atlético (21º en ese escalafón), ha rematado a las porterías contrarias con la frente en 25 ocasiones (10 más que los blanquillos). Y el tercero más torpe en el ataque por alto en las áreas adversarias, el Mirandés, ha rematado de cabeza 27 veces (12 más).


Atendiendo a la parte media de esa tabla de registros, la que describe lo que se entiende como un mínimo de normalidad en esta conducta del juego ofensivo, basada en centros y búsqueda de remates de cabeza a gol, los números del 8º al 13º de esa clasificación son los referenciales. Ahí se encuentran el Cádiz y el Nástic de Tarragona, con 38 cabezazos; el UCAM Murcia y el Reus, con 36; y el Alcorcón y el Getafe, con 34. Es decir, un sexteto de escuadras que, sin alharacas, han logrado acosar con peligro y solvencia las metas del contrincante a base de fútbol directo entre 29 y 33 veces más que el Real Zaragoza. 


Cualquier comparativa al respecto indica que el déficit del actual equipo zaragocista es muy grande en relación a los demás. La inmensa mayoría de los rivales tiene arsenal para utilizar la cabeza como armamento que decante partidos. El Real Zaragoza, no.


El plantel zaragocista no tiene ni un solo delantero centro grande, tanque, especialista en el juego aéreo. Tampoco posee en su repertorio un solo llegador desde la segunda línea que pueda convertirse en elemento sorpresa por arriba en determinadas fases de necesidad durante los partidos. "Por momentos, parecemos un equipo de pigmeos", llegó a denunciar Agné hace 10 días cuando dio argumentos que justificaran su decisión de alinear como lateral derecho ante el Oviedo a Bagnack en vez de Isaac. Hablaba de asuntos defensivos, obviamente, pero es que la carencia es superior en ataque. 


De hecho, los únicos jugadores capaces de imponerse de cabeza en su labor básica son los dos centrales titulares, Cabrera y Marcelo Silva, dos expertos en esta disciplina. Pero no hay nadie más. No es de extrañar, por lo tanto, ante este dibujo de situación, que el Real Zaragoza solo haya anotado solo un gol de cabeza en lo que va de liga, casi la mitad del torneo. Y que lo hiciera precisamente Cabrera (fue el 1-1 al Córdoba). Y que, claro, llegase a balón parado, en un córner, que es la única forma de que los centrales se hallen en el área rival a la espera del centro por alto. Aquello acabó siendo una rareza, una cosa absolutamente excepcional tal y como está compuesto el equipo en sus características individuales.


En juego corrido, en combinaciones ordinarias durante el partido, el Real Zaragoza es un equipo castrado en una de las facetas importantes en cualquier dispositivo ofensivo que pueda prepararse en el fútbol: los balones colgados al área rival y el correspondiente remate de cabeza a gol. 


Otra comparativa que ilustra este tremendo conflicto estructural es la que deriva de observar los goles que los porteros zaragocistas han recibido de cabeza por parte de los rivales. Son cuatro. Dentro de la media de la normalidad (tres o cuatro) que indican las estadísticas en cuanto a los goles que los equipos han marcado de cabeza hasta ahora. Roger hizo el segundo y Campaña el tercero en el 4-2 del campo del Levante. Manu del Moral inició la remontada del Numancia en el 2-1 fatal de Los Pajaritos. Lekic aguó la victoria en Mallorca al lograr el 2-2 así. 


El mejor equipo en goles de cabeza es el Numancia, con 10. Le sigue en eficacia aérea el Huesca, con 9. El salto es sensible hasta el tercer cajón del podiúm: el Cádiz y el Lugo llevan 6. Una buena media llevan, con 5, el Levante, Almería, Oviedo y Elche. En la normalidad se mueven, con 4, Mallorca, Córdoba, Getafe y Valladolid; y con 3, el resto, hasta dejar en evidencia a los dos equipos que parecen jugar con las manos atadas en la espalda cuando de rematar de cabeza se trata: el Real Zaragoza, con un solo gol, y el Nástic de Tarragona (el colista, por cierto), que aún no se ha estrenado.


Se pueden buscar, aún, más basamentos numéricos que colaboren a argumentar las causas del tipo de juego al que se ha visto abocado a utilizar el Real Zaragoza 2016-17 desde agosto hasta diciembre. Pero quizá no haga falta abundar más, dadas las evidencias y la contundencia de los expuestos. Hablan solos. Ahora, falta saber si esta mácula seguirá viva desde enero hasta junio o si, por el contrario, se buscarán reparaciones. En 40 días, la solución.

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