En el mismo punto, del lío a la calma un año después

En las Navidades de 2015, el Real Zaragoza tenía los mismos puntos e idéntico puesto en la tabla que en 2016. Pero el ambiente alrededor era radicalmente opuesto.

Las clasificaciones del Real Zaragoza en Segunda División tras la última jornada, la previa a la Navidad, en 2015 y 2016.
En el mismo punto, del lío a la calma un año después
Heraldo

Cómo cambian las cosas dependiendo del envoltorio. Un mismo bien, un mismo ser, una misma situación, tiene una lectura distinta según la vestimenta, según el momento en el que se produce. En el fútbol, especialmente, este tipo de evaluaciones son habituales. Y el Real Zaragoza es un paradigma cristalino en estos momentos, próximos a la Navidad y en medio del parón de la competición por el fin de año.


El caso es palmario: el equipo zaragocista ha llegado a final de diciembre de 2016, a las vacaciones de los villancicos, con la misma puntuación (27 puntos) y en idéntica ubicación en la clasificación (8º) que el año pasado. En términos numéricos y materiales, en una situación, sino gemela (hay algún matiz diferenciador), si muy asemejable a la que vivía en esta misma fecha de 2015.


Sin embargo, el medio ambiente en el que respira el zaragocismo es, este año, mucho más calmado, reflexivo, contemporizador y expectante que el que se sufrió hace solo 365 días. Lo que entonces fue lío mayúsculo, ahora es comprensión y propósito de enmienda. Lo que, con razonamientos de índole futbolística y de administración de recursos humanos, hace doce meses fue sostén de hirientes dardos hacia el entrenador (Ranko Popovic), que acabaron repercutiendo por onda expansiva inevitable en la dirección deportiva (Ángel Martín González), ahora no pasan de ser pequeños achaques que no van más allá de las lógicas y moderadas críticas hacia quienes ocupan esas responsabilidades.


Esta es una fotografía sin filtro. Una mera narración de hechos. Sin más. Un análisis provocado por la curiosidad de los datos, por lo peculiar del comportamiento humano en virtud de cuáles sean el origen y el fin de sus conductas. Porque, ciertamente, el Real Zaragoza del curso pasado se marchó a los días de asueto 8º clasificado, con 27 puntos. Con 7 victorias (las mismas que ahora), 6 empates (los mismos que ahora) y 5 derrotas (una menos que ahora porque, en la liga pasada, se había jugado una jornada menos en el primer tramo, la que este año se puso entre semana en septiembre).


Una misma cosecha con diferente reacción de los recolectores. Los mismos kilos de grano dieron pie a una metamorfosis profunda en el Real Zaragoza de hace un año que, esta vez, no ha lugar. 


Cierto es que Popovic estaba señalado desde tiempo atrás y, a diferencia de este curso actual, aguantaba en el banquillo lanceado semana a semana mientras el equipo no acababa de arrancar. Y que, en la comparativa con el presente, esta vez el iniciador de la temporada, Luis Milla, hace ya tiempo que se quedó por el camino para dar paso a Raúl Agné, que cumple dos meses en la plaza. En el ámbito ejecutivo, a Martín González el crédito se le fue gastando a chorros durante los primeros cuatro meses de competición, tras un verano poco afortunado. En la actualidad, Narciso Juliá tiene una consideración bien distinta dentro de la entidad. Su talante, su manera de proceder, sus criterios profesionales, están lejos de los de su antecesor y, por ello, la valoración interna en la compañía la tiene mucho menos abollada (con enorme diferencia, además) que la que acabó ostentando su precedesor.


Es evidente que, habiendo llegado a la Navidad en unos términos muy parejos en lo concerniente al rendimiento del equipo, a la solvencia de la plantilla y a la ubicación puntual del proyecto en el escalafón de la Segunda División, la posición de Juliá y Agné en los turrones y las uvas es mucho más cómoda que la que padecieron Martín y Popovic hace un año exacto. ¿Por qué? La interpretación de esta fotografía queda al albur de cada observante. 


Se pueden aportar epígrafes que puedan facilitar el visionado de la imagen: el rumiar del pasado reciente, la familiarización de la gente con la rutina de la categoría, el perfil de la plantilla, las expectativas de partida, el agotamiento que genera vivir el cuarto año consecutivo en Segunda, la fe insondable, el olfato, los miedos a repetir pasos que no dieron buen resultado... quién sabe dónde hay más porcentaje de razones para que la desembocadura cuasi gemela de un mismo equipo en la meta volante de Navidad haya tenido dos reacciones tan inversas en un colectivo tan amplio como el que rodea al Real Zaragoza en todos sus estratos. 


Adjunto se aportan las clasificaciones vacacionales de 2015 y 2016. La diferencia más relevante radica en la distancia con los puestos de promoción. El año pasado, los 27 puntos servían para caminar a 4 puntos del 6º puesto, mientras que esta vez, los mismos 27 están al ras de ese escalón con premio. Pero la diferenencia con el ascenso directo, con la 2ª plaza, es la misma: 6 puntos, entoces marcados por el Córdoba, ahora indicados por el Girona. Sin embargo, por abajo, aquel Zaragoza gozaba de un colchón superior al actual respecto de los puestos de cola, los del descenso a Segunda B. En 2015, la horquilla era de 8 puntos por encima del peligro (19 puntos tenía el Albacete, 19º en la tabla), mientras que ahora es de únicamente 6 (21 puntos ostenta el Almería). Dos tablas clasificatorias, si no hermanas, primas hermanas. Tal vez, hermanastras. 

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