Confianza en el fin de año

El Real Zaragoza, cuando se llevan disputadas 18 jornadas, ha tenido dos bajones –con cambio de entrenador incluido– pero llega al nuevo año con la ilusión intacta.

Entrenamiento del Real Zaragoza en la Ciudad Deportiva
Confianza en el fin de año
Aránzazu Navarro

El Real Zaragoza cierra el año, a la espera del partido del domingo en Vallecas, en una posición que no invita al total optimismo, pero tampoco ofrece datos objetivos de que se pueda despeñar hacia la zona más dañina de la clasificación, la del descenso. En este momento es undécimo, a tres puntos de la promoción y a seis del ascenso directo, cuando todavía restan 24 partidos para cerrar el torneo de Segunda. Tiempo suficiente para engancharse al grupo que pugna por el ascenso, y más cuando el equipo empieza a ofrecer, de nuevo, signos de recuperación tras unas jornadas que nos dejaron mal cuerpo por la imagen que ofreció en algunos encuentros.


Queda, eso sí, el reto de romper la nefasta trayectoria que el once zaragocista lleva fuera de su estadio: nueve partidos jugados, ninguna victoria y solo cuatro empates. Datos que no cuadran con un aspirante a subir a Primera y que contrastan y rompen la cuenta obtenida en La Romareda, que le sitúa entre los mejores locales (con 20 puntos) superado solo por el Leganés (23) y empatado con el Alcorcón. Un duro hándicap que los jugadores quieren resolver cuanto antes y la cita más inmediata es la de Vallecas para cerrar el año con toda la confianza en la segunda parte de la competición.


En agosto se abría una nueva etapa en el Real Zaragoza. El club seguía inmerso en su delicada situación económica y se hicieron duros esfuerzos para construir un nuevo proyecto. Luis Milla era el entrenador elegido para gestionar un equipo con muchos cambios y que se movía en la incertidumbre de su rendimiento, llamado a lo más alto.


El comienzo fue ilusionante con goles y fútbol aceptable en La Romareda. Poco a poco, sin embargo, el equipo se fue descomponiendo hasta enlazar seis jornadas sin ganar, racha que terminó con la destitución del técnico el 23 de octubre tras empatar a cero en Valladolid. No funcionó como estaba previsto y llegó el nuevo entrenador, Raúl Agné, que en sus comienzos devolvió la esperanza al zaragocismo. Un bajón en el juego y en los resultados hicieron otra vez saltar las alarmas. El equipo parecía entrar de nuevo en una etapa de indefinición que lo alejó de los puestos altos, con una imagen que repetía errores anteriores. La recuperación de lesionados y de futbolistas que poco habían sumado hasta entonces, sirvieron para reactivar al grupo y lanzar a la afición sensaciones de que algo puede cambiar, para bien. El Real Zaragoza, casi cerrada la primera vuelta, mantiene el ánimo y la esperanza de que las cosas, a la vuelta de las vacaciones navideñas, sean totalmente distintas. Para mejor.

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