Agné, perfeccionista y exigente hasta en los rondos

El técnico no pierde ni un segundo para reactivar al equipo y ha iniciado el día con unas inusuales arengas a sus futbolistas en ejercicios habitualmente triviales.

Imagen de la fase de rondos al inicio del entrenamiento del Real Zaragoza, este miércoles en la Ciudad Deportiva.
Agné, perfeccionista y exigente hasta en los rondos
José Vidal

La plantilla del Real Zaragoza llevo a cabo al inicio de la sesión preparatoria de este miércoles los rondos más exigentes de la historia. No solo por el ritmo solicitado por el entrenador, Raúl Agné, en el movimiento del balón y de los futbolistas durante su ejecución, sino, sobre todo, por la exquisitez y perfección que ha pedido a cada miembro del equipo en cada acción. Algo fuera de lo común.


Divididos en dos amplios grupos, los jugadores arrancaban el entrenamiento con los habituales ejercicios de golpeo de balón en rueda, con dos hombres metidos en medio buscando el corte de los pases. A uno lo controlaba el segundo preparador, Rodri, y al otro, el propio Raúl Agné.


Lo normal suele ser contar toques, intentar batir récords parciales de aguante de la posesión, hacer alguna chanza y aplaudir algún caño o determinadas jugadas de engaño. Los rondos suelen ser ratos de distensión para romper a sudar, para familiarizarse con el balón y el esfuerzo antes de acometer lo mollar de los entrenamientos. Puro entremés. Pero esta vez Agné ha decidido que nada iba a ser tan intrascendente. Y ha empezado a arengar y a pedir, voz en grito y con tono de mando, un cierto nivel de atención y sentido en cada cosa que cada jugador hacía en el ejercicio, bien intentar cortar el balón, bien recibir, orientar el cuerpo y dar continuidad con el pase a la pelota.


“¿Qué haces poniéndote ahí, Ángel?”; “Por qué no vienes aquí, Juan (a Muñoz)”; “Vaya… dejémonos de mariconadas”; “Vamos a ver si golpeamos bien el balón y lo ponemos en su sitio”, fueron algunas de sus rotundas frases alusivas, a ritmo de ametralladora, que Agné espetó a sus pupilos en poco rato. De repente, el simple rondo, se transformó en un examen de técnica, actitud, acierto, intensidad y exigencia.


En un minuto, por medio de la presencia de Agné dentro del rondo (incluso tocó él la pelota en varios momentos, como uno más), se pasó de las risas y los chascarrillos al silencio y las caras de máxima atención de todo el mundo. El entrenador no solo quería y pedía romper el sudor con estos rondos iniciales. También estaba sugiriendo que se aprovechara el tiempo para algo más.


Se trata de un simple matiz. De un ejemplo más de lo que Agné, con su particular método, está intentado ejecutar dentro del vestuario en sus primeros días al frente de un equipo que necesita una evidente reactivación. Un paradigma de un estilo, de una intención, de una necesidad.

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