Cani, como Esnáider en su breve retorno de 2001

Jugar sin apenas entrenar fue una fórmula ya utilizada con el argentino cuando vino cedido por la Juventus tras salir de una lesión.

Cani, lesionado al inicio de esta semana, se dirige al gimnasio. Alrededor, imágenes de Juan Eduardo Esnáider en 2001, cuando vino cedido desde la Juventus de Turín para ayudar a salvar el descenso y entrenaba con un control extraordinario de los fisios.
Cani, lesionado al inicio de esta semana, se dirige al gimnasio. Alrededor, imágenes de Juan Eduardo Esnáider en 2001, cuando vino cedido desde la Juventus de Turín para ayudar a salvar el descenso y entrenaba con un control extraordinario de los fisios.
Heraldo de Aragón

Rubén Gracia 'Cani' puede jugar en la noche de este sábado en Mallorca sin apenas haberse entrenado con el grupo durante la semana. Una circunstancia atípica dentro de las pautas habituales en los equipos de fútbol profesionales. Dice un viejo adagio, del viejo fútbol ya casi en trance de extinción, que "quien no entrena el jueves en concidiones, no puede jugar el domingo". Eso no sirve en el caso de Cani, el veterano centrocampista de 35 años que ha regresado al Real Zaragoza para echar una importante y crucial mano en la labor de reflotamiento del devastado club tras su época más tóxica. Y no será algo nuevo en el equipo aragonés en tiempos modernos.


Si Cani es alineado por Agné en Son Moix, se repetirá un caso que, en varias ocasiones se utilizó en 2001 cuando Juan Eduardo Esnáider vino cedido por la Juventus de Turín para ayudar al Real Zaragoza a eludir el descenso a Segunda División. El ariete argentino, seis temporadas después de su primera estancia en la capital aragonesa, la de la generación de la Recopa, regresó desde Italia tras haber salido de una lesión importante que le había apartado de los planes de la 'Vecchia Signora' un tiempo atrás. Y, en sus seis meses en Zaragoza, el sudamericano apenas entrenó con normalidad.


Los fisioterapeutas y el cuadro médico lo llevaron entre algodones todo el tiempo. No importaba que no trabajase al ritmo de los demás. Ni que se dejara la piel en los ensayos más o menos. Esnáider había venido para marcar goles en los partidos y salir del pozo. Nada más. Su cuerpo no era el de seis años antes. El paso por el Atlético de Madrid, el Espanyol y la propia Juventus, en un Calcio entonces pujante y aguerrido, lo habían abollado físicamente. En Zaragoza retomó el pulso a la competición. Hizo su papel. Quid pro quo. Vino para jugar y golear. No para entrenarse como los mejores. Así lo entendió todo el mundo y así se hizo sin rozamiento alguno. Muchas semanas de aquel medio año de repunte general, Esnáider fue a su aire, de la mano de los recuperadores. Ahora voy, ahora paro, ahora me marcho a mitad, ahora estoy dos días sin forzar...


Su concurso fue vital para que Luis Costa, que había tomado el relevo de Juan Manuel Lillo al inicio de aquel curso, lograse evitar la catástrofe y, como postre, ganase la Copa del Rey en Sevilla ante el Celta de Vigo (Esnáider no la jugó por una expulsión previa, como ya le había sucedido media docena de años antes). El ariete argentino firmó 11 goles en medio año. Una media sobresaliente. Y todo ello, con entrenamientos a medio gas. Hubo semanas, que ni eso. De gimnasio, cinta, bicicleta, baño y masaje. Mandaba su rodilla dañada, su cabeza centrada en hacer lo principal: jugar y golear. Fue lo último brillante que hizo Esnáider. El año siguiente, intentó algo similar en el Ajaccio francés, pero no funcionó allá en Córcega. Y una campaña más tarde, lo captó el Murcia, en Primera, por ver si era capaz de recuperar al gran '9' de Zaragoza. Tampoco funcionó. Esas cosas, Esnáider -y tantos otros- solo las podía hacer en La Romareda.


Habrá que ver si Cani está en una tesitura similar, gemela, parecida, aproximada o asemejable a aquella de Esnáider. Por el momento, Mallorca puede significar una prueba de fuego para ver cómo reacciona el cuerpo de Rubén durante el juego después de una semana de entrenamientos individualizados fuera del grupo


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